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Opinión

28 de Junio de 2011

Desconectados

Aglutinar tanto poder pasó de moda, por mucha meritocracia que exista en el poderoso, hoy la sociedad cree también en sus capacidades. En buena hora. No es solo uno el elegido, son todos. Sin embargo, como están las cosas, el choque entre la ciudadanía y el Estado es inevitable. La legislación se sostiene en que […]

Francisco De La Maza
Francisco De La Maza
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Aglutinar tanto poder pasó de moda, por mucha meritocracia que exista en el poderoso, hoy la sociedad cree también en sus capacidades. En buena hora. No es solo uno el elegido, son todos.

Sin embargo, como están las cosas, el choque entre la ciudadanía y el Estado es inevitable. La legislación se sostiene en que unos pocos deciden y la democracia queda relegada cada 4 años o según la elección.

Y es que el gran problema que subyace a gran parte de las manifestaciones de las que hoy somos parte y testigos, es la centralización. Pero no nos equivoquemos. A veces los que protestan también tienden a buscar lo que tanto reniegan. El mal del Estado podría terminar colándose en ellos.

En educación, por ejemplo, se pide acabar con la administración de los municipios, sin considerar que hay comunas con notables resultados. Así lo ha demostrado Providencia, Ñuñoa y Las Condes. No salten de inmediato los que creen que es un tema de recursos.

Claramente es importante, pero es la gestión lo que ha permitido el éxito. Que no se desmerezca el trabajo tan rápido. Una obviedad, pero por obvia se olvida: no todos los resfriados se combaten con la misma aspirina. Lamentablemente, hasta ahora ha sido así, y nos seguimos dando vuelta como perros que agarran su cola y como en un buen círculo, se llega donde mismo.

La centralización ha provocado que se deje sin opinión a los que más debemos escuchar. Los municipios, por ejemplo, estamos en muchos temas relevantes con las manos atadas.

Las antenas de celular. Mientras algunos organismos entregan autorizaciones para instalar más y más antenas- en Las Condes hay 212- las comunas debemos recibir con sonrisa a los “nuevos” vecinos.

No importa el barrio, no se escucha la opinión de la comunidad y no existe compensación alguna para el entorno. Para qué señalar el gran tema de los temas, el Transantiago, que se hizo sin consultar a los involucrados y que es el peor desastre. Tanto así, que el uso del automóvil aumentó en un 33%.

Las decisiones hoy se toman sin considerar la experiencia y la participación está relegada, y eso ocurre porque no existen los mecanismos. Mientras siga así, continuarán las protestas y esta gran desconexión que no permite el entendimiento. Pero bueno, para hablar primero se necesita estar de acuerdo con el idioma… antes de eso, aprender el dialecto.

Y antes ¿queremos aprender a hablar? Pero el principio de los principios: escuchar para aprender.

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