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Opinión

3 de Julio de 2011

¿Cuál es nuestra lucha por la chucha?

  Ilustración: Marcelo Calquin El odio que tenemos los de provincia con Santiago no es hueveo, históricamente a mi nativa Concepción se la cagó el poder central capitalino, lo mismo ocurrió en el norte chico, cuando se alzaron contra Santiago. Hoy ocurre que cuando en Santiago las dirigencias políticas y sindicales y estudiantiles deciden movilizarse […]

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
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Ilustración: Marcelo Calquin

El odio que tenemos los de provincia con Santiago no es hueveo, históricamente a mi nativa Concepción se la cagó el poder central capitalino, lo mismo ocurrió en el norte chico, cuando se alzaron contra Santiago. Hoy ocurre que cuando en Santiago las dirigencias políticas y sindicales y estudiantiles deciden movilizarse contra el gobierno, sólo ahí tiene sentido político real, y todo lo que ocurre en regiones tendría un efecto imitativo. Por eso el levantamiento magallánico lo hacen aparecer como lejano y el tema de HidroAysén se santiaguiniza, y sólo ahí se legitima políticamente.

Irrita ver a los perros de la política moviéndose ahora, por orden de partido o por oportunismo, cuando hay cobertura mediática y se acerca un periodo electoral, sin respetar el trabajo anterior de muchos ciudadanos, silencioso casi siempre, en momentos en que nuestras causas locales no interesaban a nadie (en términos políticos). Me refiero a los que luchan por el agua en el norte o en Leyda, a los que desde mucho tiempo vienen impulsando políticas medioambientales o que protegen territorios amenazados por la voracidad empresarial. Me preocupa que parezca que estamos trabajando, ahuevonadamente, para la perra Concertación, fascinada con la bipolaridad política que inventaron los capitalinos. Exaspera ver a provincianos que sólo esperan las órdenes de sus patrones capitalinos para moverse, esos que sólo creen en los perros grandes de la gran ciudad y no se meten con los quiltros del pueblo. Cuando la maraca política se vive así no hay movilización válida, sólo reacción esclava frente a los amos.

Creo más en los movimientos ciudadanos, sin el puerquerío político por delante (o por detrás), sin los Martínez ni Gajardos ni Girardis. Da lata la comparación que se hace entre las movilizaciones de hoy y el movimiento pingüino, esa farsa de pendejos manipuladores sólo querían protagonismo farandulero. Ojalá que esta generación de estudiantes, universitarios y escolares, pueda armar algo más persistente, porque no basta estar en contra del lucro y de la municipalización de la educación. Espero que a la Camila Vallejo no le pase lo del Rocco, o como esos dirigentes que terminan siendo pauteados y controlados por el aparato hegemónico que maneja al PC y que lo hace parecer un partido de clase media baja aspiracional (con el perdón de mis amigos del partido a los que quiero mucho).

¿Qué tenimos que hacer para no cagar de nuevo, justo ahora que se empieza a sentir un leve aroma a pueblo movilizado? ¿Cómo controlamos a los abusadores que quieren aprovecharse de la situación? ¿Cómo deshacerse de los provocadores fachos que les gusta agarrarse con los pacos y rompen el mobiliario público, lo que es como orinar sobre los movimientos emancipadores, para que eso que se quiere lograr no sea posible, como las barras bravas a las que en realidad no les gusta el fútbol, sólo aman la impunidad criminal?

No podimos permitir que nos sigan cagando. La verdad es que a uno le encantaría ser partícipe, aunque sea como testigo segundón, de una situación prerrevolucionaria, porque en eso debiera redundar este proceso movilizador, exagerando el tono.
Me encantaría ser más optimista o más afirmativo, o por lo menos jugar a tener esperanza, pero siempre me la gana el nihilismo del siglo pasado del que soy tributario, por eso es que debo conformarme con la estúpida felicidad de cuidar a mis nuevas mascotas, unas lombrices que se alimentan de mis desechos orgánicos.

Nota: Piñera, renuncia, hazlo por Chile (el país de La Polar).

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