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Cultura

21 de Julio de 2011

“Fui la primera hija de papás separados en el colegio”

Fotos: Felipe Contador / Andrés Herrera Al medir la vida de Elisa Zulueta en éxitos, aparece Pérez, su primera obra como directora-guionista, aparece Boris Quercia proponiéndole adaptar Pérez al cine, y aparece Gladys, su segunda obra, que se llena tanto que el que quiera reservar para este fin de semana ya no alcanzó. Al medir […]

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Fotos: Felipe Contador / Andrés Herrera

Al medir la vida de Elisa Zulueta en éxitos, aparece Pérez, su primera obra como directora-guionista, aparece Boris Quercia proponiéndole adaptar Pérez al cine, y aparece Gladys, su segunda obra, que se llena tanto que el que quiera reservar para este fin de semana ya no alcanzó.

Al medir la vida de Elisa como se mide cualquier vida, aparece ella sentada en el sillón, despeinada y guapa, y con ojeras, con su pasado de niña matea, de niña molestada, de niña que decía que nunca pololearía con un ingeniero, su presente de nueva-directora-estrella, de chica de 29 años que sí pololea con un ingeniero, diciendo algo así como esa frase que sale al final de las teleseries. Esa que dice que los nombres y circunstancias son pura coincidencia.

-Es ficción. Todos me preguntan ¿ésta es tu vida? Y no. Es ficción. Pérez es más copiado de una amiga que conocí en el momento, que de mi propia vida. Y Gladys tiene de familias que yo he visto.

-Pero la insistencia en el rollo familiar…

-Es que siempre voy a hablar del rollo familiar porque es la mejor micromuestra de lo que pasa. En una familia chilena podís ver lo que está en una sociedad.

-¿Por qué?

-Por como está formada la familia. Hay una frase en la obra que dice: “¿Sabe lo que es familia? Sí. Es grupo de siervos y esclavos que le pertenecen a un jefe”. La familia por mucho tiempo estuvo compuesta por este hombre disfrazadamente autoritario que toma decisiones por su familia. Más allá del amor por ellos, por mantener el orden establecido. Y eso tiene que ver con lo que pasa en la sociedad. Yo en Gladys fui súper consciente de hacerlo. Mostrar cómo un tipo o unos pocos, o una oligarquía, tiene el poder de decisión de un grupo enorme de personas y como el que no tiene poder para hacerlo está obligado a hacer lo que el otro decide.

Y Pérez surge de esto:

-Obviamente habla de algunas figuras paternas en Chile, que son desastrosas. El padre chileno es muy irresponsable. Genéricamente hablo. Porque yo tengo un pololo que vive con su hijo y es el mejor papá del mundo. Me ha reivindicado la paternidad nacional verlo educar a su hijo.

La historia de Pérez es la de una hija de padre ausente. La historia de Elisa es la de una hija de papás separados. Es la de una niña de infancia/adolescencia no tan fácil que se escapa de la casa, que no la pasa bien en el colegio, que un día llega -quinto básico, diez años- a la sala de clases y ve esto:

Un corazón partido por la mitad. En una mitad, aparecen todos los nombres de sus compañeros de curso. En la otra mitad, sólo el nombre de ella. Elisa Zulueta.

-Qué raro. Te ves inbullyineable.

-Noo. Súper bullyineable. Me hicieron harto bullying. Me juntaba con los grandes entonces eso a mis compañeras les molestaba. Y estaba en el taller de teatro. Estar en el taller de teatro era ser súper perna. O sea no erai taquilla si estabai ahí. Erai como la rechazada social porque en esa época hacíamos musicales. Musicales cantados con las manos abiertas.

Elisa ejemplifica para que se entienda cuán perno. Abre las manos y canta: “Es mi ideal la estrella alcanzar…”.

La del corazón roto es una imagen nítida que se junta con otras imágenes de la cabeza de Elisa. La imagen un sueño recurrente que tenía de chica. Que se caía en el Omnium. O en los caracoles de Providencia. O en los de Ñuñoa. O en cualquier caracol. Pero no se daba el porrazo final. Sólo estaba el miedo de caer y caer, y caer. La imagen de ella, chica, alumna del colegio Juanita de Los Andes, en la cama de sus papás escuchándolos que se iban a separar.

-Yo fui la primera hija de papás separados en el colegio. O por lo menos en lo que a mí me rodeaba. En mi curso no había papás separados.

También está la imagen de su papá yéndose a Viña. La de ella viéndolo los fines de semana.

-Se van. Cuando se separan hacen sus vidas. Les dejan la responsabilidad a los mujeres de educar. Porque se separan y las mujeres se hacen cargo de todo lo más duro. Y el padre se pierde eso.

-Y los hijos los idealizan…

-Totalmente.

-¿A ti te pasaba?

-Sí. Mi papá era el que nos llevaba al cine a comer papas fritas y después llegaba a la vida real donde mi mamá a comer betarragas con puré.

Ahora dice:

-Mi papá era un bacán.

Después pasan otras cosas. Otras pérdidas. La del abuelo, que hacía las de padre en lo cotidiano. La de un primo que murió a los quince años de un ataque al miocardio. La de un compañero de curso. Después vienen cosas nuevas: entra a estudiar teatro porque la tómbola de las carreras -que también incluía literatura y periodismo- justo giró para que saliera eso cuando va en cuarto medio. Después ve poco a su papá (“Cuando era estudiante no veía a nadie. Sólo a mis compañeros, porque estábamos engrupidos”). Y después -finalmente- viene la gran pérdida.

Por esos días lee sobre Patrick Swayze y su enfermedad -el cáncer de páncreas- porque su papá le ha dicho, como quien dice cualquier cosa:

-Elisa, te quiero mostrar unos exámenes. Estoy cagado.

Y a ella le da rabia. Y después de la rabia, vienen las visitas a Con Con todos los fines de semana para cuidarlo. Y en esos seis meses en los que estuvo enfermo antes de morir, Elisa piensa:

-Agarrarle la mano. Decirle ándate de acá. Deja de sufrir. La muerte viene a ser como un alivio para esa persona. Yo no me tomo la muerte como un aprendizaje de nada. La muerte es una realidad. Haber tenido tantas muertes cercanas lo único que te deja es que tenis que despegarte de la vida. Estar en una cosa más intermedia. No sufrir porque te roban la bicicleta. No estar aferradisimo a la cosas materiales. En el terremoto la gente salvo los plasmas. Eso es tenerle miedo a la muerte. Eso es tenerle miedo a la muerte.

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