Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Cultura

7 de Agosto de 2011

Desde las hojas al látex: la historia del condón

Desde que el mundo es civilizado los hombres han buscado el sexo seguro, para prevenir embarazos o enfermedades. En los anales de la historia está consignado cómo fue evolucionando: los hubo de seda y terciopelo, lino, de tripa, vegetales, de pulmones de pescado, papel de arroz hasta llegar al caucho, al poliuretano. Y ojo, que recién en 1930 empezaron a ser desechables.

Por

Lola Montez, un famosa y bella cortesana española del siglo XIX, llegó a tener cuatro mil amantes. Y también sífilis. Nada poco común entonces. La enfermedad había arrasado Europa trescientos años antes, cuando la falta de terapias adecuadas dejaban a las plegarias como único remedio. Uno de los catorce santos de urgencia de la Iglesia, de hecho, estaba destinado a oír las cuitas de los enfermos: San Dionisio, patrono de los sifilíticos.

Pero, para suerte de Lola y sus miles de amigos, para el 1800 los condones gozaban de gran fama y su comercio se realizaba profesionalmente, aunque importaran un elevado precio. Como muestra, un detallito: a la muerte de Lola, se encontraron 40 condones entre sus pertenencias, equivalentes al valor de una propiedad.

Así y todo, Lola solía prescindir de su uso si sus amantes lo deseaban. Fue así como habría contagiado al Rey Luis I de Baviera, a Alejandro Dumas y a Franz Listz del temible mal francés.

Para los años de Lola, el uso de los condones ya había sido difundido por Giovanni Giacomo, el fogoso Casanova italiano. “Mejor que nada”, solía decir respecto a ellos. En sus memorias, los llama la Redingote Anglaise (Cabalgata inglesa, con chaqueta). Su método de prueba incluso se documenta en imágenes (ver foto): cuando llegaba un nuevo suministro, sus sirvientas le ayudaban solícitas a probarlos.

Para el siglo XVIII, las tiendas de condones eran populares en Londres, aunque los materiales con que eran fabricados (seda y terciopelo) hacían de su acceso algo exclusivo. Un lujo que no se podía desechar. Por eso, luego de usados se lavaban y debían permanecer 24 horas en leche tibia para que se ablandaran. Después, se dejaban en una caja de madera. Si se rajaba alguno, se reparaba con tripa de animales o se pegaba con pegamento de hueso. Para aquellos que no podían comprar condones en las tiendas existía la opción de acudir al carnicero más cercano o conseguir un condón de segundo mano.

Condones de piedra

La evidencia más temprana del uso del condón en Europa tiene como referencia los años 100 a 200 A.C. y están registradas en las pinturas rupestres descubiertas en las cuevas de Combarelles, Francia. No obstante, la más antigua ilustración que existe del uso de algo parecido a un preservativo se encontró en Egipto y data de hace más de tres mil años. Se sabe que los egipcios utilizaban cubiertas hechas de materiales vegetales para cubrirse el pene, pero con la idea de protegerse contra la picadura de algunos insectos.

Hay quienes sostienen también que la leyenda del rey Minos (1200 AC) de Grecia hablaba de la utilización de los pulmones de pescado o la vejiga de cabra para retener el semen. O que los milenarios chinos solían emplear papel de arroz untado en aceite para enfundarse el pene y evitar embarazos. Es probable que quienes más hayan divulgado el uso del condón fueran los soldados romanos durante las prolongadas campañas militares en las que algunos legionarios podían pasar años fuera de su hogar. Ellos habrían usado las tripas de cordero o borrego para fabricar preservativos.

Cuando Europa fue azotada por la sífilis en el siglo XVI, el médico italiano Gabrielle Fallopius publicó en Italia la primera descripción escrita y los ensayos relacionados con el uso del condón como profiláctico. En “De morbo gallico”, el médico recomendaba usar una “funda apretada de lino” para combatir la enfermedad. Afirmaba que había probado la funda en mil cien hombres, ninguno de los cuales se había contagiado.

El problema del capuchón del doctor Fallopius: incomodidad, porque sólo cubría el glande y se corría con facilidad. La solución intentó darla años más tarde Hércules Saxonia, quien describió el uso de una funda de lienzo más larga, embebida previamente en una preparación herbal o química, que cubría el pene por completo (quizás el primer intento de crear un espermicida para los condones).

El mito le otorga al rey inglés Carlos II de Inglaterra la idea de contar con una protección que le ayudara a evitar tanto embarazo entre sus concubinas. Se dice que le habría encargado a su médico de cabecera, apellidado Condom, el diseño de unos cilindros de caucho lubricados en aceite. La innovación habría adoptado el apellido del inventor, sin embargo es mucho más probable que la palabra derive del latín ‘condus’ que significa recipiente o ‘condere’ que significa esconder, proteger.

Lo cierto es que un siglo después de la propuesta del doctor Fallopius se encontraron cinco fragmentos de condones en el castillo de Dudley, cerca de Birmigham, Inglaterra. Fueron fabricados en la década de 1640 de tejido de animal. Justo en momentos en que aparece la primera tienda especializada en condones en Londres, centro del tráfico de la exclusiva mercadería. El material: intestino ciego de oveja cortado y macerado en una solución salina colocada al vapor, luego soplada, bien secada y posteriormente almacenada. Cada condón se vendía en un fino estuche de cristal. Aromas florales se usaban para perfumarlos y quitarles el repugnante olor a animal muerto.

Se presume que los soldados de los ejércitos de Cromwell y del rey Carlos I los usaron durante la guerra civil de 1642 para prevenir las enfermedades de transmisión sexual. Los llamaban las “gorras inglesas”.

Y aunque el condón inglés la llevaba, el Marqués de Sade optó, según consta en sus escritos, por su propio modelito: se envolvía el miembro con tiras de tocino para sodomizar a las gallinas.

No todo era gloria. El uso del condón era aportillado por mujeres prominentes como la escritora madame de Sevigne que lo catalogaba como “una armadura contra el placer” y prevenía a su hija del uso de “esas tripas de res que se ponen los hombres antes del coito, esas telarañas contra la enfermedad”.

La modernidad y el caucho

En 1844, Charles Goodyear revolucionó el mercado profiláctico al patentar la vulcanización del caucho natural. Ahora los condones eran más resistentes, claro que seguían siendo reutilizables. Una lavadita, su lubricación con ungüento de petróleo y a dormir en una cajita. De hecho, los nuevos preservativos de caucho se vendían con un instructivo especial para su adecuado enjuague y mantenimiento. La idea era usarlo hasta que se rompiera.

El forrito se hizo masivo, y cuando, 17 años más tarde, apareció en Estados Unidos la primera propaganda sobre condones, publicada en el New York Times y promocionando los “Condones Franceses del Dr. Power”, varios países comenzaron a aplicar medidas en su contra. Estados Unidos promulgó el Acta Comstock en 1873 que consideró ilegal toda clase de publicidad que incentivara el control natal y prohibió el uso del correo para enviar condones. Poseerlos o escribir sobre ellos estaba proscrito. Se calcula que al menos 65 mil condones fueron confiscados y varios médicos (los condones se vendían con receta), encarcelados. La legislación se mantuvo hasta 1965. En países como Suecia la prohibición entró en vigor en 1910, aunque se logró derogarla en 1924.

La Primera Guerra Mundial estalló en medio de este sofocante ambiente victoriano y con la opinión pública en contra del uso del condón. Con todo, muchos países aliados estimularon el uso del condón entre sus tropas, salvo Estados Unidos que prohibió a sus fuerzas expedicionarias utilizarlos por inmorales y anticristianos. Envueltos en una campaña moral que promovía la abstinencia y la castidad tuvieron, en su primer año en trincheras una tasa de ingreso a hospitales de 766,55 soldados por cada mil debido a las infecciones transmitidas sexualmente. El asistente del secretario de la Armada y futuro presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt fue quien ordenó la distribución (algo tardía) entre la tropa de paquetes profilácticos que incluían ungüentos antisépticos y condones.

Con el fin de la guerra llegaron los primeros condones desechables. Su creador: Alfred Trojan. La leyenda cuenta que, siendo empleado en una fábrica, sumergió su pene en una tina con caucho natural en estado coloide o látex. Más simple, más barato. Más delgado. Este tipo de condón, sin embargo, sólo comenzó a comercializarse recién en los años 30. Para 1935 la producción diaria de condones en los Estados Unidos era de un millón y medio. Mientras, la tecnología para su manufactura, continuaba mejorando: la fabricación del látex se simplificó, la producción de condones se automatizó y el producto se hizo más barato, elástico, delgado y seguro. La masividad, sin embargo sólo llegó a los varones: los médicos recetaban condones a ellos para que previnieran el contagio de sífilis y gonorrea, pero no hicieron lo mismo con las mujeres como método para evitar la maternidad no deseada. En el imaginario colectivo, el condón continuaba siendo la representación inmoral de interferir con las leyes de Dios y de la naturaleza y un símbolo de libertinaje.

Sólo durante la Segunda Guerra Mundial los norteamericanos tuvieron una actitud diferente para con sus tropas. Aunque más que una amplitud de ideas se trató de una simple ecuación económica: si no se prevenían las enfermedades venéreas, los costos de salud pública iban a aumentar dramáticamente y las enfermedades se extenderían por el país cuando regresaran los combatientes. La solución fue realizar campañas publicitarias agresivas que incluyeron la exhibición de filmes y la divulgación de lemas como el famoso: “No se olvide! Póngaselo primero antes de meterlo”. En 1942, durante el desembarco de Dunkerque se enviaron grandes cantidades de preservativos a los soldados (muchos de estos terminaron empleándose para cubrir los equipos de fusilería).

Cuando en 1955 la píldora desarrollada por Gregorio Pincus revolucionó la escena anticonceptiva, los dispositivos intrauterinos se masificaron, y la sífilis y la gonorrea ya se trataban fácilmente con antibióticos, los fabricantes del condón creyeron ver contados sus días. Intentaron entonces renovar su arsenal. Ahora los condones llevaban aromas, sabores, texturas. Toda clase de cualidades que estimularan su uso era bienvenida. Sin embargo, las ventas se estancaron. Más todavía en los 60. Paradójicamente, el principal promotor del condón resultó ser el VIH/SIDA, convirtiéndose en el único método de prevención a partir de los 80 debido a que funciona como una barrera mecánica que impide el paso de esta infección. Para entonces, los condones ya contaban con la barrera C espermicida desarrollada en 1970 por un equipo de investigadores húngaros. Una técnica que permitió aplicar una película compacta y delgada de espermicida sobre el caucho, que al entrar en contacto con la vagina, aniquila los espermatozoides.

En la década de 1990 por primera vez se vendieron condones de poliuretano, más suaves, menos evidentes.
Actualmente existen tres tipos de condones: látex, tejido de animales y poliuretano. Aunque los más efectivos para prevenir el contagio de enfermedades de transmisión sexual continúan siendo los de látex o poliuretano.

Pero como en los primeros tiempos en Europa están de los más “in” los condones de tripa de cordero.

Datos

· Un condón regular puede estirarse hasta un 800% por ciento su tamaño y contener 49.914 litros de aire.
· Un condón dura en la billetera 48 horas y 20 minutos antes de empezar a deteriorarse
· El condón más largo del mundo medía 21,94 mts. y lo patrocinó una campaña francesa en favor de su uso en el 2004; pero ese mismo año en Brasil lanzaron uno de 25 m. para la Erotika Fair, un festival de sexo en Sao Paulo.
· Según organismos internacionales, en el mundo se usan de 6.000 millones a 9.000 millones de condones por año. Pero para lograr la completa protección contra las infecciones de transmisión sexual (ITS) se estima que deberán usarse 24.000 millones (15.000 millones más).
· El condón más distribuido y utilizado en todo el mundo es el que está elaborado de látex. El látex de los condones se reporta como biodegradable a diferencia de otros elaborados con plásticos como poliuretano.
· Los condones de látex tienen una duración promedio de 5 años.
· Según el Ministerio de Salud, en Chile se están entregando condones en los consultorios junto a la leche hace 30 años. El gobierno importa al año 23 millones de condones.
· Durante la guerra, la fuerza aérea norteamericana dejó caer sobre territorio japonés miles de condones extra largos, pero empacados en cajas “tamaño mediano”, con el fin de desmoralizar a las tropas niponas haciéndoles creer que los tenían más pequeños.
· Los habitantes del pueblo Condom, al sur de Francia, decidieron en 1990 sacarle provecho a las bromas que les hacían por su nombre, fundaron “El Museo del Condón” e instalaron una fábrica especializada; además, sus condones “estrella” son los que vienen con el aroma y sabor de “Armagnac”, el vino que se produce en la región.

Ojo con la lubricación

Hay condones lubricados y no lubricados. Los lubricados se sienten húmedos. Otros tienen, además del lubricante, un detergente suave que mata a los espermatozoides y los virus contenidos en el esperma, o sea, un espermicida, que le confiere mayor protección. El más usado en los condones es el Nonoxinol 9. Sin embargo, se ha reportado alergia a este compuesto químico.
Ojo: Si se desea mayor lubricación, debe usarse un lubricante a base de agua. Si no tiene a mano ninguno, use saliva. Nunca emplee cremas cosméticas, vaselina, ni aceites, porque dañan el condón.

Temas relevantes

#condones#latex#preservativo

Notas relacionadas