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Opinión

11 de Agosto de 2011

Silencio

“Las marchas deben detenerse… quiero decir, de forma categórica y definitiva, que nuestro Gobierno no autorizará nuevas marchas estudiantiles en la Alameda”; ”nos recuerdan a los métodos sionistas del apartheid”; “Muerta la perra…muere la leva”; “¡no nos va a doblar la mano una manga de inútiles subversivos!, que están instalados muchos de ellos desgraciadamente en […]

Paula Vial
Paula Vial
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“Las marchas deben detenerse… quiero decir, de forma categórica y definitiva, que nuestro Gobierno no autorizará nuevas marchas estudiantiles en la Alameda”; ”nos recuerdan a los métodos sionistas del apartheid”; “Muerta la perra…muere la leva”; “¡no nos va a doblar la mano una manga de inútiles subversivos!, que están instalados muchos de ellos desgraciadamente en un Parlamento, que no supimos ganar”.

Imágenes y palabras rancias, violentas, xenófobas, intransigentes y autoritarias.

Hoy no nos hacen falta escándalos ni polémicas. Sobran las ofensas y los ofendidos. No necesitamos las pasiones desatadas y las sandeces que se dicen que en nada colaboran. No hay espacio para el doble estándar del escándalo con que reaccionan a ciertas expresiones quienes luego profieren otras peores; no lo hay para el silencio cómplice y acogedor a las barbaridades pintorescas del patrón de fundo. No hay lugar para la discriminación del racismo trasnochado, peligroso y fuera de lugar.

Hace unos años criticábamos a los jóvenes porque no estaban “ni ahí”, indiferentes y sin reacción, sin interés por la contingencia, esperando de ellos una participación política o social que no llegaba.

Hoy cuando su fuerza y rebeldía nos supera, actuamos como si estuviéramos en ese lugar, en esa otra vereda de la desidia. No estamos “ni ahí” con sus preocupaciones e intereses, haciendo a un lado sus expectativas. Discutimos y desviamos la atención y el interés con dichos altisonantes y desafortunados que suenan a pasado. Confundimos el debate y la discusión, centrándola en nuestros propios intereses. Hacemos perder el norte de una campaña que nos convoca a todos.

Con las frases irresponsables, ampulosas y desenfocadas no sólo minimizamos la causa sino que además olvidamos qué la motiva. Desvían de tal manera la atención que olvidamos que lo que estamos discutiendo es el futuro de nuestra educación, gracias al impulso de los jóvenes que quieren mejorar, que quieren una formación de calidad, que quieren ser personas cultivadas y con oportunidades en equidad, que aporten al país.

Un ambiente que solo confunde, que no aporta, que impide el diálogo. El diálogo que los jóvenes sí quieren pero con quienes quieran realmente dialogar para consensuar, escuchándolos y respetando sus reivindicaciones, sus propuestas y sus ideas. ¿Alguien quiere hablar de educación? ¿Alguien quiere callar de educación?

Mario Benedetti escribió “Hay pocas cosas tan ensordecedoras como el silencio”. Es hora de que el ruido del silencio nos envuelva para madurar lo trascendental.

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