Opinión
23 de Octubre de 2011“Estoy muy agradecido de mi general Pinochet”
Foto: Película Pega Martín pega Por Andrea Lagos Martín llegó a las 15:05 horas. «El medio auto», pensé. Yo esperaba que llegara caminando y que se bajara de alguna micro o de la estación del metro «Lo Vial», que queda a dos cuadras. Pero no, llegó en un Fiat Punto color celeste y amablemente aceptó […]
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Foto: Película Pega Martín pega
Por Andrea Lagos
Martín llegó a las 15:05 horas. «El medio auto», pensé. Yo esperaba que llegara caminando y que se bajara de alguna micro o de la estación del metro «Lo Vial», que queda a dos cuadras. Pero no, llegó en un Fiat Punto color celeste y amablemente aceptó que habláramos antes de comenzar el entrenamiento. «Un ratito no más, mire que después tengo que ir a una charla de bautizo».
Un ídolo en dictadura
«Deportistas con el temperamento que tenía yo, son muy pocos los hechos en Chile. Yo a los 16 años ya era campeón de Chile y no en esos campeonatos que se dan ahora, juveniles. Con 16 años venía a pelear con hombres de treinta. Llegué sólo a Santiago el año 71. Venía de Osorno. Me pulieron, fui campeón y empecé a tirar para arriba, como dice el chileno. Después la gente comenzó a ver en mi persona a un ídolo, porque yo salí justo en el momento que Chile necesitaba olvidarse de todos los percances, de todos los problemas que habían tenido las familias. Fui algo muy importante para esa gente. En la televisión no tenían nada más que ver que boxeo, no había fútbol…
¿Era el boxeo una manera de eludir la dictadura? ¿Una forma de escape?
– Yo creo que llamarlo así es lo mejor, porque mucha gente no veía programas de televisión, no veía noticias. Para mí fue un honor muy grande ser uno de esos ídolos. No hay nadie que me haya su-perado en el período del 73 al 83.
Nadie me superó como deportista.
Mucha de la gente que llenaba los estadios lo hacía para desahogarse y sentirse feliz en ese momento. Aunque mis peleas no era mucho lo que duraban, la gente en ese momento se olvidaba de todos los momentos difíciles que había vivido. Creo que yo no me hice ídolo, sino que nací siéndolo.
¿Es verdad que comía carne cruda de cerdo y ensalada, como dicen los diarios de esos años?
– Realmente no la comía cruda, sino cocida con limón de un día para otro. Ceviche o bistec alemán, como le dicen acá. Pero creo que lo de la comida no era tanto, porque es una cosa de nivel deportivo: el que está bien alimentado llega y el que no, se cae solo. Yo creo que soy uno de los pocos deportistas en Chile que ha sido bien alimentado y cuidado físicamente.
¿Y cómo lo hacía, si no tenía plata? Hablando con la verdad, apenas tenía usted para pagar una marraqueta… si me perdona la expresión.
– Por eso te digo que yo fui un regalón. Yo nací ídolo. Yo fui un ídolo para mi familia entera. A si que a mí, entre todos, me compraban la carne para la semana. El único que comía carne en mi casa era yo. Todos mis familiares me ayudaban. En la fruta, en la alimentación, en todo me ayudaban. Después, cuando yo empecé a ganarle a gente que nunca pensaban que Martín Vargas les iba a ganar, empecé a recibir ayuda de empresas grandes.
Cuéntenos cómo se preparaba para cada combate.
– Yo le decía a mi familia: «no me moles-ten» , «déjenme dormir tranquilo», «váyanse, déjenme con llave si quieren, para que yo no salga», y me largaba a dormir, me largaba a ver televisión… Lo mejor que hice en mi carrera como boxeador fue concentrarme el día anterior a la pelea. Llamaba a la administración del hotel y les decía, «por favor, ni una lla-mada hacia mi persona, hacia mi habitación». Dormía, dormía, dormía hasta que sonaba Toc Toc Toc.
– ¿Martín?
– ¿Quién es?
– Le toca pelear.
Ahí recién despertaba. Yo tenía que levantarme, lavarme un poquito la cara, una buena peiná, irme al gimnasio y seguir durmiendo allá. Ese era el relaja-miento que yo necesitaba. No me preo-cupaba de nada. Mucha gente piensa que yo era un hombre brusco, un bruto que no sabía hablar, que no sabía respetar a los chicos, pero creo que se equivocaron muuuuucho conmigo. Mucho, mucho.
¿Cómo le ha ido ahora?
Bieeeeen… Bien, bien.
¿Bien de plata o de alma?
– Yo creo que económicamente estoy mejor que anímicamente… Nací para ser un ídolo, nací para ser grande. Yo lamentablemente no fui campeón del mundo, porque habían las grandes figuras del boxeo mundial, como Miguel Canto y Betulio González. No hablemos del japonés con que disputé – el año 80- el último título mundial. Era un mafioso. Ahí me drogaron y nadie me creyó.
Fue el asunto del golpe vitamínico que le administraron ¿no?
– No, no, no , no. Si fue algo que me dieron, pero yo no me acuerdo de nada.
Ah, entiendo… Don Martín, ¿hoy en día, están dadas las condiciones para que se genere algo parecido a lo que sucedió con usted? Me refiero al fénomeno de masas que provocó.
– Ser un ídolo, en este país, ahora es muy difícil. Porque la parte económica está muy mal en estos momentos. Por eso cuesta. Porque la gente no está capacitada para pagar una entrada, como lo hacía antes.
Idolos a la altura que llegué yo… muy pocos. Ahora todos los ídolos de nuestro país que están triunfando están fuera. Yo afuera o adentro de mi país, donde fuera, creo que era un ídolo indiscutible, y creo que ni Zamorano, ni Caszeli, ni Salas me llegan a los tobillos.
Claro que Zamorano es un hombre muy educado, muy buena persona, pero nadie en este momento está viendo los partidos de Zamorano o de Salas, como veía las peleas mías en el Caupolicán, en el Estadio Chile, en Talcahuano, Osorno, Puerto Montt, Punta Arenas, Arica, y en los 36 países que pelié.
Yo creo que son pocos los deportistas, de boxeo sobretodo, que han estado en las buenas y en las malas. Yo, realmente, nunca estuve mal. A mí fueron los medios de comunicación los que me trataron más mal ¿Por qué? Porque yo fui un hombre muy duro.
Pero habían periodistas que le adoraban…
– Claro, hablemos de periodistas y de Periodistas con mayúscula.
¿Cuáles son los con mayúscula?
– Don Sergio Livingstone, don Pedro Carcuro, Milton Millas, don Julio Martínez, ¡ésos son grandes Periodistas! Los otros son barredores. Barredores de noticia que escriben lo que les da gusto y gana. Creo que los medios de comunicación son muy dañinos. Son un arma de doble filo.
Pero al final, no me contó como estaba, en estos momentos.
– Yo pelié 21 años sin parar y nunca gané dinero como lo gané en un año. Tengo mi pequeña empresa de transporte. Auto pa‘mí y pa’ mi hijo. Yo los compré con mi nombre. La empresa de transporte y de entrega a domicilio también es mía… Económicamente estoy bien, mejor que anímicamente y moralmente. Antes yo pescaba mi plata y la empezaba a regalar a mucha gente que ahora no reconoce lo que hice yo por ellos, pero bueno, eso hay que olvidarlo y nunca más pasarles un peso. Si yo tengo, no les paso. No tengo, no tengo y no tengo. Y no les paso. Ahora tengo dos camionetas Kia Pontier y un auto Fiat Punto, para mi uso personal.
Hay que puro boxear, entonces.
– Yo, mija, jamás pensé juntar 5 millones de pesos en una pelea. Junté en un programa de televisión 4 millones de pesos, ahí, tac, uno tras otro. Ahora tengo mi buen sueldo. Un camión gana un millón, un millón cuatro. Me quedan 900, ochocientos libres. Ponle un millón y medio mensual. Más 500.000 de mi sueldo, más una plata que me da el gobierno, que es vitalicia. De por vida. Más…
Hay plata, entonces, don Martín. ¿Cuáles son los gustos que se da con el billete?
– Le mando una entradita a mi mamá, que lamentablemente está enfermita. Pierde la noción del tiempo. Ahora, justamente, le andaba dejando dinero. Todos los meses le mando treinta, cuarenta mil pesos. Soy uno de los pocos hijos que le manda sus pesitos.
Claro, treinta mil pesos. Es una retribución por los bistecs que se comía usted solo.
– Treinta, porque allá en Osorno, con diez mil pesos tiene para toda la semana. Aquí gasta diez mil pesos en un día. Allá es barato todo.
No crea que es tan barato.
– Nooo, si Osorno es barato.
Bueno ya, es barato. Dígame, cuál es la visión que tiene de Chile. Se lo pregunto para que me responda con consciencia histórica. Para que digan «esto piensa Martín de su país».
-Este país es muy bueno. La raza de mierda que tenimos es la mala. Y no lo borrí.
No pensaba hacerlo.
– Dilo así, que yo te dije. A veces barrimos con la gente. Es muy injusto este país. La raza es la mala. El día que me muera yo, van a hacerme un homenaje. ¿Por qué no me lo hacen en vida? Porque saben lo que les voy a decir. Yo lo he dicho directamente, pero en los programas grabados se arreglan muchas cosas. Por eso tengo miedo de decir las cosas cuando son programas grabados. Me limito mucho al hablar. ¿He dicho algo mal ahora?
Ha dicho lo que ha dicho, son sus maneras de ver. Yo no puedo decirle si está bien o mal. Usted no más lo sabe y la gente cuando lea esta entrevista.
– Pero cuando me lleven a un programa en directo, donde me hagan cualquier pregunta que a mí me duela, contra mi familia, contra mi persona, contra el deporte, pónganse bien los pantalones, porque yo soy un hombre bien despierto. Todos dicen que el boxeador, al final, queda loco ¿Tú has visto si me he equivocado en alguna mala palabra?
Dele no más don Martín.
– Oiga, mija… tu vas a los medios de comunicación y ves de las pantallas hacia fuera y no ves de las pantallas hacia adentro; lo que pasa adentro es que hay homosexuales, lesbianas. Está lleno de esos en la televisión y ¿por qué no hablan de ellos? Siempre hablaban de mi persona, porque sabían que Martín Vargas les daba noticias, les daba el rating mejor que puede haber en televisión. Si yo fuera un enfermo alcohólico, no estuviera aquí en el gimnasio, no estuviera contigo aquí conversando.
No falta el basura que anda en la calle, que anda pidiendo y robando. No faltan los tontos que gritan tonteras. Pero cuando me ofusco, yo soy un hombre peligroso. Yo creo que el chileno común está muy malo.
¿Muy Punga?
– Muy Punga, muy ladrón, muy malo, asesino.
¿Y eso, a qué responde, según usted?
– Yo creo que a las drogas, al mismo alcoholismo. A mí me dicen que soy un alcohólico, pero si yo estoy hablando en contra de eso, es porque no lo soy. Los mismos problemas familiares que hay entre padre y madre… .
¿A qué figura pública, le mandaría un combo, en este país de raza echada a perder, como dice usted?
– Yo creo que a ninguno. Pero les pegaría un combo a todos esos basuras que me gritan en la calle «porque ahora tenís camiones te creís rico y tal por cual» «¿Te acordai cuando tomábamos juntos?» ¡Yo jamás en mi vida he tomado en un restaurant! Es penca cuando te gritan en la calle cosas totalmente falsas. Son unos maricones. Porque nunca te dicen las cosas de frente. Yo los escupo, y el día que le levante la mano a alguno, se va a comer una ensalada de puñetes y patadas. Cuando hay enfrentamientos de hombre a hombre, todos los maricones, acá en Chile, tiran pa’ la cola.
Pinochet y la Virgen
¿Cuántas peleas en el cuerpo?
– Como amateur hice 159 y perdí seis. Como profesional 129 y perdí quince.
¿Es católico, todavía?
– Por supuesto.
¿Qué es Dios para usted ?
– Yo creo que es el ser más querido en el mundo. Gente evangélica, como gente católica, lo quiere igual. De distintas formas, a su manera de ser. Hay gente que no quiere a Dios. De repente yo me he olvidado. Un viernes santo, por ejemplo, yo comí carne ahumada. Entonces digo «perdóname señor», ( mira al cielo y yo miro también, por si acaso) pero ya he comido. No voy mucho a misa.
En sus tiempos, usted era devoto de la Virgen de Lourdes.
– Claro. Yo peleaba con los colores blanco y celeste. Ahora todos mis chicos usan esos colores. Para mí es como un amuleto. Cada vez que yo peleaba la iba a ver en la mañana. Al otro día, después que peleaba -ganara o perdiera- iba a la Virgen de Lourdes que está allá, al lado de la Quinta Normal.
Pero siempre me iba bien. Fueron bien pocas las veces que perdí. El que me ganaba a mí, tenía que ser mejor que yo, pero yo en Sudamérica soy el mejor. Lo fui por muchos años. Fue muy bonito haber defendido a mi país en un campeonato mundial donde yo salí tercero, y eso Chile nunca lo reconoció. Por eso digo yo, ojalá Dios quiera que a Chile nunca se le ocurra hacerme un homenaje cuando esté postrado o muerto. Porque, como dice el chileno, le voy a meter la nariz por el trasero. Claro, porque yo no soy un hombre vengativo, de pegarles y pescarlos a palos. No. Yo soy un hombre de palabra. Las palabras duelen mucho más que un golpe.
No puedo dejar de preguntarle su opinión respecto al caso Pinochet. ¿Cuál es la imagen que tiene del ex dictador?
– Yo no soy político, pero yo creo que como persona, como deportista, estoy muy agradecido de Mi General Pinochet. Mi General Pinochet me dio el indulto presidencial a mí. Usted me dice, pero Martín, por qué.
Sí. Yo le digo, Martín, ¿Por qué?
– Porque yo cometí el error de chocar en estado de ebriedad. No maté a nadie. Me caducaron la licencia, pero sigo manejando. Tú vas a ver un Fiat Punto que está allá a fuera. Es mío. ¿Ya? Me caducaron mi licencia y yo creo que si hubiera estado Mi General Pinochet aquí en Chile, habría conversado con él y yo ya habría tenido mi licencia para haber manejado mi vehículo personalmente, ahora, en estos momentos. Yo creo que hay que esperar, porque creo que mi general Pinochet va a llegar a Chile. Yo te digo, yo no soy político, pero yo lo respeto porque….
Martíiiiiiin, teléfono
Una llamada interrumpió lo que nos iba a decir Martín. Recorrimos una a una las fotos blanquinegras, corcheteadas en la muralla. Estaba Martín, con los guantes enfundados y con su peso mosca que apenas pesaba, sobre el ring. En otras fotos, aparecía su eterno rival, Chifeo Mendoza. Martín hablaba de unos locos congelados y de unas empanadas de locos que se había comido.
-¿En qué estábamos, mijita?
En que usted le tenía mucho respeto al caballero.
– Mira, yo no soy político. Yo alegré un país chato-gris, como dice Coco Legrand. Yo salí en el momento en que la gente necesitaba olvidarse, por eso te digo que la nueva generación es la que me quiere a mí. Yo, realmente, empecé a hacer propaganda con muy poco beneficio para mí. Me daban mil kilos mensuales de tallarines y yo los mil kilos los regalaba.
¿Pero y Pinochet, don Martín?
– Si muere allá, sería más beneficioso para él, porque lo recordarían como un héroe. Si muere acá… bueno, mucha gente lo va recordar, pero la mitad de la gente lo odia, por todos los desaparecidos y los asesinatos que hubo.
A ver, Martín, seamos claros ¿Usted lo odia o la ama?
– Mira, yo no soy político. Yo gracias a Dios, no perdí ningún ser querido en el gobierno militar. A lo mejor si yo hubiera perdido algún ser querido, sí que lo hubiera odiado como mucha gente lo odia. Pero, gracias a Dios, no lo odio, porque no perdí ningún ser querido.
¿Pero don Martín y el resto de los seres, aunque no sean sus queri-dos?
– Bueno, yo creo que murió mucha gente injustamente. Mucha gente que se enfrentó para defender sus derechos humanos, entonces perdió la vida.
Don Martín, esteeeeeeeee, una última preguntita: ¿Quién le quebró la nariz?
– Un accidente que no tuvo nada que ver con el box, evadió cortante.