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Opinión

10 de Enero de 2012

“Los buenos actores somos chaparritos”

Lo entrevistamos en Buenos Aires, a pocos días del estreno de NO, la película de Pablo Larraín y guión de Pedro Peirano que ficciona cómo se gestó la franja televisiva que sacó a Pinochet y permitió el regreso de la democracia. Acá, una conversación intrascendente y cariñosa, hasta cornetera, con el mexicano ojitos de piscina.

Lorena Penjean
Lorena Penjean
Por

Foto: Cristóbal Olivares

¿Qué te gustaría que te preguntaran o preferirías no dar entrevistas?

-Puta, sabes qué, últimamente algo pasa con las entrevistas, creo. Y sobre todo en mi caso siendo actor, porque si fuese a un político que te cuenta acerca de una política pública que acaba de implementar, o lo que fuera, tiene mucho más sentido, es mucho más específico y las preguntas van al grano. Pero como actor es muy frustrante porque uno se ve enfrentado a preguntas que nunca se ha hecho, pero por sobre todo porque uno considera que no son importantes de racionalizar al respecto. Entonces me da una fiaca inmediata o una cerrazón perezosa. 

Como por ejemplo… 

-Como cuando se me pregunta qué se siente trabajar en Hollywood o peor aún, qué se siente ser de Hollywood.

¿Y qué respondes?

-No tengo nada que responder porque no me veo como tal. Y qué respondo, que pues bien. Es como la pregunta de medio tiempo del futbolista: “¿qué se siente?”, “Pues bien, ahí vamos, queremos ganar”. Nada.

¿De qué te gusta hablar?

-De cosas concretas. De una película, por ejemplo, pues es mi trabajo. Y más cuando me encanta. Me gustan las entrevistas en las que también yo puedo preguntar de la experiencia tan vívida y multidimensional que tienen los periodistas.

¿Te llama la atención el ejercicio del periodismo?

-Muchísimo. ¿Cuál fue tu última entrevista?

Puta, los efectos del ravotril me tienen mal pero creo que fue a Alberto Plaza, un cantante. La hice y se me borró, lloré y tuve que pedir otra. Eso. Pero me gusta hacer preguntas, debe ser por eso que soy periodista.

-Y como actor también me gusta mucho hacer preguntas, cuestionar. Existe ese cliché de que a los actores les gusta escuchar mucho su voz, pero yo creo que es al contrario, a los actores nos gusta mucho preguntar porque es ahí donde está la gasolina que lo hace andar a uno.

Y también, independiente del oficio, ¿no te parece que el día que uno se deje de cuestionar cosas, o pierdes la curiosidad, bueno, que te maten?

-El otro día me encontré con un golfista profesional y le hice todas las preguntas que jamás me hubiera imaginado. No sé, encontrar un golfista profesional es como encontrar un marciano. Por eso me intriga mucho el trabajo de los periodistas que van de mundo en mundo. Me gustaría mucho tener un programa de radio, estaría bueno, una vez a la semana interiorizarte en un tema, por ejemplo, con Eugenio Tironi.

Buen entrevistado ¿Qué les preguntarías? 

-Ahora no sé.

¿Viste que es difícil la huevadita?

-Es que le preguntaría cosas como amigo, como para el bien de la humanidad. Ahora mismo le preguntaría cómo vio lo de las elecciones en México, pero seguramente él tendría diez preguntas de vuelta para mí.

EL NO

¿Cómo viste tú las elecciones en México? Estabas bien envenado…

-Pues sí, y creo que eso surgió a partir de la película NO. A mí ya me queda claro que el proceso de la elección no es más que el cochambre de la democracia, donde todas las buenas intenciones se reducen a panfletos, a consignas reduccionistas, como que todo se fuera a solucionar con una frase que nadie hubiera dicho antes. Entonces, se vuelve muy facilista todo. El lado bueno de todo, es que si lo ves como un deporte y cierto grado de cinismo y libertad puede resultar fascinante, como un juego. Y ahí es cuando empiezas a disfrutar y puedes empezar a cambiar las cosas. La política en serio sucede en otro ámbito, no en las elecciones.

A días del estreno de NO y siguiendo con lo que planteas, ¿por qué nos está incomodando la democracia?

-Incomoda porque te obliga a estar de acuerdo con el hecho de que hay personas que opinan  distinto que tú y resignarte de que haya gente que vota por un idiota. Eso es una decepción intrínseca de la democracia.

¿Y qué hacemos? No podemos quitarle el voto a nadie

-No, claro que no. Me refiero a las decepciones como las que te nombré y porque uno siente que pone todas las canicas en eso que está en juego cuando es una representación deportiva de la política y claro, ahí vienen las decepciones, cuando le pones tanta importancia. “Oh, no, tu candidato se abrazó con este sindicalista que es un transa hijo de la chingada que está mezclado con no sé qué mafia y puta oh, qué decepción, y se mantiene y está saliendo en la tele y es contradictorio y no le dan el tiempo”… Cuando empiezan esas pasiones es mejor tomarlas con cierto grado de cinismo y con actitud deportiva. Al menos así se disfruta mucho más y se da cuenta, aunque suene cliché, que la democracia se da día a día, siendo crítico, participando, no cada cuatro o cinco años, no sólo para las elecciones.

¿Por qué NO podría llegar a ser actual en cualquier otro país?

-Porque es el trayecto existencialista de una persona apolítica a la política misma. Al final de cuentas, su expresión más elevada de la política es el conflicto matrimonial y la pérdida de la patria potestad de su hijo.

¿No te parece que la película desacraliza una campaña?

-Sí, la desmitifica y la deja como es: una maquinaria aceitosa que hace ruido, en la que hay muchas broncas y que a veces apesta y que hay mucha gente que se involucra y que hay quienes se llevan los créditos y otros no y que, a final de cuentas, y esto es lo que me decía la gente de afuera, por ejemplo mi representante de Estados Unidos: al final se ganó el plebiscito pero nos da la sensación de que no importó y esa es una lectura bien bonita porque no es que no haya cambiado nada, porque decir eso es muy chato, claro que cambió, muchísimo, pero ¿importó a este personaje en el sentido existencial? Me gusta pensar que es una película que deja esa pregunta abierta y que el espectador debe resolver una vez que la vea.

Qué te provocó conocer ese Chile de los ochenta tan horrible, tan duro

-Era raro, no es burdo ni tampoco ambicioso decir que Chile es una isla.

Lo es.

-En Latinoamérica no encaja dentro de la mitología dentro de muchos sentidos pero sí, hay algo que es muy llamativo: ese férreo conservadurismo, no sé si existe algo semejante en Latinoamérica.

¿Qué opinas de Piñera?

-No tengo mucho que opinar porque no lo conozco mucho pero me quedo con la imagen suya haciendo un show, derribando un muro contra la ignorancia con la música de Pink Floyd. (Buscar video). Alguien le debió haber dicho “ve la película buey, ve lo que representa, qué significaba Another Brick in the Wall”.

We dont need no education!!! Invita al presidente a ver NO.

-Me da igual que la vea. Sería bueno para él. Me importa más que vayan los que participaron en la película, los creativos de la franja y los estudiantes.

¿Por qué te salieron canas?

-Son señal de entereza, de honor, de rectitud. Me gustan. ¿A ti te salen muchas?

No, pero me están saliendo y encuentro que la vida es injusta. 

-¿Y sufres?

Síííííííí. 

-Pero por favor, las canas es por lo menos que hay que sufrir. Hay que sufrir de la gordura, eso sí. Esa de la edad y que se acumula por aquí…

En los michelines…

-En el michelín del juicio. De eso hay que preocuparse, no de las canas.

¿Y te da lata ser bajito?

-¿Cómo?

Que eres chico y seguro te ha tocado hacer escenas con huevones más grandes.

-Pues, los buenos actores somos chaparritos.

Ah, verdad que dicen que todo lo bueno viene en envases pequeños.

-Jajajaja… sí.

Pero no siempre…

-Jajajaja… No, para algunas cosas no.

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