Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Nacional

1 de Marzo de 2012

La historia de Sebastián Pedraza, el estudiante herido por protestar por Aysén

La noche del 28 de febrero Sebastián Pedraza twitteó que la marcha por Aysén terminaba violentamente. Horas después, estaba en el hospital El Salvador con una fractura en el cráneo. Lo primero que hizo al despertar fue llorar. Lo segundo fue decirle a su papá que los pacos le habían pegado. Ésta es la historia del estudiante de segundo medio del Barros Borgoño que se convirtió en el primer herido grave de las manifestaciones que van en este 2012

Por

Es de noche en el hospital Salvador. Sebastián Pedraza se despierta en una camilla, mira a su papá, mira a su mamá, mira a sus conocidos y se pone a llorar.

-Papá, los pacos me pegaron-, es lo primero que puede decir.

Entonces, cuenta la historia en la que él es uno más en la manifestación por Aysén del martes en la noche cuando el guanaco lo moja, los pacos lo persiguen, corre, se cansa, sube a un techo para descansar, se da vuelta, ve a un paco y, luego, no se acuerda de nada.

El papá de Sebastián, Sergio Pedraza, recibe una llamada del celular de su hijo. Habla un carabinero diciendo que el chico se había caído pero que no pasa nada y le da la que será la versión oficial: lo encontraron botado en una casa abandonada. Sergio llega al hospital, le ve la cara a Sebastián y sabe que al segundo de sus tres hijos, su regalón, sí le pasa algo.

Está grave.

Tiene una fractura en el cráneo y Sergio tiene miedo. Miedo como el que sintió dieciséis años antes, cuando vuelve de Puerto Montt, altura de Collipulli, junto a su papá después de hacer una pega. Su papá va en un auto adelante y él lo sigue en otro, a cien metros. Su papá cruza el bandejón central y choca a un bus de frente. Sergio lo ve morir, piensa en su hijo que va a nacer en tres meses y murmura sólo una cosa:

-Yo le pedí a mi papi que el hijo que yo esperaba se pareciera a él.

Nace Sebastián -la chapa de Sergio en sus días en el MIR- y el abuelo cumple. La misma cara, la misma forma de ser.

Reservado, como el abuelo: no le gusta que entren a su pieza, no le gusta hablar de su vida privada (más bien, de su vida del amor), no le gusta que nadie tome sus cosas.

Comerciante, como el abuelo:

-Ha vendido perros, ha vendido gatos. Yo tengo unos perros que son cazadores, cazadores perdigueros. No barre, no limpia, no ordena, no da comida, pero los vende-, se ríe Sergio.

Existen los mamones, los apollerados, pero no existe un nombre para denominar a los que pasan pegados al papá. Sebastián es de ese tipo inclasificable.

Verano, 2012, se va a trabajos voluntarios a Paraguay y habla por teléfono con su papá todos los días. Otoño, 2011, primera toma del Barros Borgoño -su colegio desde el 2010- y también habla por teléfono con su papá.

-Yo estaba en el colegio cuando se empezaron a pelear con los pacos y empezaron a entrar por detrás para tomar a los chiquillos. Entonces lo llamé y le dije: “Seba, mira, los pacos están entrando por el jardín infantil”. “No, yo estoy escondido”, me dice él y yo le digo: “Ya, quédate escondido porque van por detrás”. Era el primero que estaba preso. Jaja. Y yo le dije: “Sabís qué. No te escondai más, po”.

Sebastián debe tener un récord. O, al menos, una buena historia para contar: la primera vez que se lo llevan en cana tiene trece años. Marcha de la CUT, su papá, su primo, el papá que se enoja con los pacos, los pacos que se enojan con el papá, el más fuerte que termina ganando: el primo, el papá y él están en la comisaría. Sergio le da una lección:

-Yo le decía al Seba: gánate al lado mío y saquemos algo de esto. Date cuenta cómo son. Date cuenta cómo ese paco trata de hacer pelear a la gente para justificar que él te puede pegar.

Es de día en el hospital Salvador. Los médicos hablan cosas que uno no entiende muy bien pero que impresionan: estas 24 horas son cruciales para Sebastián. Sus compañeros del Barros Borgoño esperan afuera -a ratos nerviosos, a ratos riéndose, a ratos serios- para poder ver a su amigo.

Balito -una consecuencia lógica-colegial de Cristóbal/Cristobalito- y otro amigo de Sebastián están sentados, esperando. Son sus mejores amigos, se conocen porque les gustan cosas parecidas -el grupo Escape, hablar de política- y fueron compañeros hasta el año pasado cuando Sebastián decide pasar a formar parte del 73% de alumnos del Barros Borgoño que repite por las tomas.

Uno de sus amigos cuenta:

-Decidió no dar las pruebas. Dijo que no podía pasar porque sentía que igual era un año perdido así que prefería no pasar a dar puro jugo en Tercero.

Consecuente, dicen sus amigos. Llevado a sus ideas, se ríe su papá.

-Lo echaron de un colegio. Yo creo que por ser muy llevado a sus ideas. Una de las peleas que tuvo es que un día le preguntaron por una mujer famosa. La Gladys Marin, dijo. Tenía doce años. “Pero yo no estoy de acuerdo con su vida”, le dijo la profesora. Y él: “Usted no pero yo sí”. Y eso le creó conflicto, entonces lo terminaron echando por acumulación de cosas. Incluso un día hubo una pelea en el colegio, él no estaba y lo anotaron igual.

Y quién sabe si fue esa anotación, leer a Marx y a Engels, ser buen compañero, no militar en ningún partido, querer ser arquitecto cuando más grande, que le gustara la fotografía, estar siempre peinado, vivir en La Florida, andar en skate, lo que vale la pena que un chico como cualquiera, con una historia como cualquiera, quede grave en una noche de protesta en Santiago en la que todo indica que, una vez más, los verdes metieron la mano. Y con fuerza.

Notas relacionadas