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Opinión

1 de Marzo de 2012

Universidad nacional (y autónoma) de Chile

En los dos artículos anteriores se ha señalado o demostrado, si se está de acuerdo con lo dicho, que en Chile se ha constituido un mercado de la educación superior que funciona con las mismas leyes de todos los mercados. Las políticas de los últimos años y sobre todo de los últimos meses, han venido […]

José Bengoa
José Bengoa
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En los dos artículos anteriores se ha señalado o demostrado, si se está de acuerdo con lo dicho, que en Chile se ha constituido un mercado de la educación superior que funciona con las mismas leyes de todos los mercados. Las políticas de los últimos años y sobre todo de los últimos meses, han venido a perfeccionar y dar mayor dinamismo a este mercado. Ha sido un efecto no deseado de las movilizaciones. Apertura de la competencia mediante el ingreso de nuevas universidades al sistema único de postulaciones y selección, rebaja de tasas de interés de modo de agilizar la demanda, subsidios directos a la demanda estudiantil mediante becas, concepción creciente y apabullante de un concepto de calidad/red, y como consecuencia previsible, alta segmentación, trasvasije desde las entidades públicas y sobre todo estatales hacia las de carácter privado y sobre todo procesos de concentración y centralización, con graves efectos para las Universidades regionales y de menores ingresos. La constitución de una Super Intendencia, próximo proyecto a ser enviado al Congreso, tendrá, al igual que los modelos en el sistema bancario, de seguros, de sociedades anónimas, etc…, la misma función reguladora de los mercados y tenderá a consolidarlo.

La tendencia dominante es por tanto contraria a las movilizaciones que ocurrieron el 2011. Es una ilusión creer que el Estado ha dado respuesta a esas demandas; por el contrario, al grito callejero de “no al lucro”, lo que se ha visto y acentuado es un sistema de alta competitividad, donde asuntos extra académicos, como el prestigio, el ascenso social, el poder, la no criticidad, la publicidad y propaganda, los beneficios y “ofertones”, se imponen de manera casi absoluta. Las cifras provisorias por cierto, de este proceso seleccionador del último mes, demuestran que el mercado se perfecciona, esto es, conduce a que no hayan entidades fuera de las reglas mercantiles. El simil con el Banco del Estado jugando el juego de la banca, sin privilegios, debería ser pensado por quienes están en las Universidades Estatales.

¿Es posible un camino diferente? ¿De qué principio se puede partir? Podríamos señalar dos. Son los que normalmente se le atribuyen al sistema educacional y en particular al de la educación superior.

Un principio democrático. Las Universidades no son, como se aparenta, solamente instituciones dedicadas a producir profesionales. En muchas sociedades, incluso, la formación técnica y profesional está en otro tipo de instituciones y no necesariamente en las de carácter universitario. Tiene como principal objetivo que las diferencias sociales existentes en la sociedad, se aplanen ante el acceso a los conocimientos y la cultura compartida. Personas jóvenes que provienen de diferentes medios sociales se encuentran en un espacio de integración, como bien lo señalaron los dirigentes estudiantiles, en las movilizaciones del año recién pasado. Allí aprenderán, dificultosamente por cierto, a convivir, a pensar, a debatir racionalmente. Se produce sin duda una competencia de quien tiene más habilidades, capacidades, talentos. Los orígenes quedan fuera.

Pero hay también un principio societal. Las Universidades son el espacio, el único finalmente, de construcción de cultura social, de lo que podríamos denominar cultura nacional. Si no hay exposición al debate, a la ciencia, a la cultura, no hay autonomía nacional. Las Universidades profesionalizantes y de mercado conducen a la dependencia, a la dependencia en materia de conocimiento, cuestión básica y determinante hoy en día en el mundo.

Por ello que la imposición del mercado de la educación superior tiene consecuencias enormes en el futuro de la sociedad chilena, y de cualquier sociedad. El mercado conduce a reproducir sin más la estructura social. No sabemos las cifras de este año, pero la tendencia a que en las Universidades privadas una mayoría absoluta provenga también de los colegios privados, esto es, de la clase alta chilena, es un hecho de la causa. Pero además, tiende a segmentar la educación estatal. La Universidad de Chile sufre año a año la tendencia a elitizar su ingreso con jóvenes provenientes de los estratos altos, como lo ha demostrado el profesor Ernesto Schifelbein. En algunas carreras pasa del noventa por ciento. No así las estatales pobres y sobre todo regionales que es dónde más ha golpeado la privatización de la enseñanza superior.

La inversión privada gigantesca, las donaciones empresariales, en algunas universidades de élite tiene este sentido y no necesariamente el lucro de corto plazo. Son las denominadas Universidades/ideológicas, o “ideologicaluniversities”. Pertenecen a sectas religiosas, órdenes religioso políticas, y también político empresariales. Allí se invierte a futuro. Es la cuna de reproducción social de las nuevas élites, esto es, continuación de las viejas oligarquías mas algunos nuevos sectores cooptados. Las “malluniversities”, en cambio, operan en el mercado del corto plazo, hacen negocios, buscan construir, es quizá su motivación ideológica subterránea, una clase media sumisa, adepta a las señales de los mercados, acrítica, y funcional al proyecto de sociedad que las élites pretenden construir en este país. Ofrecen una movilidad social de baja intensidad, “en la medida de lo posible”, mejorar la situación de sus padres, sin salir del nicho en que nacieron. Será la mano de obra para sus “mallcenters”, para las empresas de servicios, la banca, en fin, la nueva fuerza de trabajo del siglo veintiuno. De allí la importancia también de estas inversiones y no es casualidad que una de las más agresivas en el mercado sea la San Sebastián, propiedad de algunos Chacarilla Boys y la Autónoma, del Ministro de Justicia Teodoro Ribera.

Pero junto con la reproducción de la segmentación social a futuro, se produce un efecto perverso en la construcción de la Nación. La cultura se empobrece y la dependencia se multiplica. Unos datos sencillos muestran este aspecto. La brecha lingüística hoy en día es cada vez mas grande en la medida que las instituciones de clase alta, cota mil, son anglo parlantes, bilingües, en cambio las de las clases medias y bajas, no tienen ningún grado de entrenamiento en idiomas y en particular el inglés. Es cosa de ver conciertos en que las entradas son muy caras y el público joven corea las canciones como si se estuviera en cualquier escenario norteamericano o británico. Los músicos suelen quedar encantados con este público “tan culto”. Una segunda observación. Las librerías de Santiago están o en el centro o en Providencia. En el barrio alto, así llamado o no hay librerías simplemente o estas se dedican a textos de auto ayuda o turismo, a los más best Sellers. Es cosa de pasear por ellas, observando. Nunca habíamos tenido en Chile una clase alta más inculta y eso que ha transitado masivamente por no solo universidades del país sino del extranjero. Quedó penando en Chile el miedo a los libros. Hay Universidades en que en sus bibliotecas prohíben autores. Nietzche sigue escondido peligrosamente en algún rincón indexado de la Universidad de Los Andes, como en El nombre de la Rosa de Umberto Eco. No nos debe sorprender ya que hay Estados norteamericanos en que se prohíbe hablar de la evolución y Darwin sigue siendo dibujado con cola de mono. Son por cierto los estados más pobres, e insufribles, además de racistas y otras calamidades, de “La Unión”. Futuro troglodita para nuestra cultura y país. Como se ve, no es lo mismo educación y cultura, esta gente es “educada” pero inculta.

¿Es posible cambiar esta tendencia suicida? La palabra la tienen por cierto las Universidades Estatales. Si ellas quieren competir en el mercado
apelando a los subsidios que les otorga o otorgaría el Estado (los famosos y extrañamente denominados “basales”), la tendencia es clara. La Universidad de Chile por el efecto de inercia que posee, mantendrá sus fueros y niveles de prestigio y las otras irán en una decadencia que en algunos casos será de caída libre, como ya se ha visto en las cifras publicadas en el primer artículo de esta serie. ¿Cómo van a competir financieramente frente a universidades que reciben donaciones gigantescas y construyen edificios imponentes, contratan personal académico largamente formado en el sistema público y tienen relaciones internacionales privilegiadas con sus pares ideológicos o empresariales? La migración de equipos de investigación será inapelable, como se ha visto en estos días en un número importante de casos. Por tanto la cuestión pareciera requerir de un cambio sustantivo.

El mercado universitario ha conducido a que las instituciones estatales, en particular las más amenazadas como la Universidad de Chile, se encastillen, se cierren a alianzas, se “enfeuden” en una competencia suicida. El sistema de concursos de fondos públicos, además, ha conducido al canibalismo académico e institucional, tal como ocurre en todos los mercados de competencia. Los gobernantes de turno observan como se comen entre si las fieras, y por cierto se sonríen. Entre tanto, los privados, constituyen “Holdings”, compran y venden académicos e incluso se ha sabido últimamente “paquetes de estudiantes”. Esta ceguera frente al mercado es quizá la que está llevando a que la educación pública se deteriore en forma creciente y pierda la batalla contra las privadas.

La ruptura del feudalismo institucional, de la competencia despiadada, la búsqueda de la cooperación e integración de las Universidades en un sistema nacional de educación superior, que rompa la lógica del mercado es quizá una de las pocas soluciones que se pueden visualizar. Las Universidades estatales y algunas privadas sin reales fines de lucro, deberían establecer un sistema nacional de educación superior. Una supra Universidad. Nacional, por cierto, y autónoma en su definición, frente al mercado y al Estado. La Universidad de Chile sería por cierto prima inter pares, dada su historia, tradición, prestigio y capacidades constituidas. Habría un transitar de profesores, investigadores, estudiantes, recursos, entre unas y otras, entre regiones y Santiago, entre regiones y regiones. Algo bastante semejante han hecho los europeos tanto a nivel de sus países, Holanda por ejemplo, como en la misma Unión Europea. Es el sentido profundo de los Acuerdos de Bolonia y del exitoso programa Erasmus. Se unifican los criterios de calidad, se estandarizan los estudios y se permite el intercambio. No hay competencia caníbal por los recursos o se los modera al sentido común colectivo. Un estudiante de sociología de Arica puede ir a tomar unos cursos en Temuco, interesado en lo que un profesor de allí ofrece. Un investigador de física de La Serena se traslada a Valdivia y así se unen voluntades, se descentraliza el país, se autonomiza el conocimiento de las leyes malditas del mercado. Se favorece una carrera docente en que profesores que se van a una región saben que podrán cambiar o a otra o a las grandes escuelas de mayor prestigio en Santiago. Entre todas se definen prioridades para el país, áreas en que es preciso invertir y otras en que es necesario comprender que esas especialidades se han saturado. Esa Universidad nacional con el tiempo será el referente principal de las culturas y la cultura de este país. Es un cambio de paradigma, pero fácil de entender. Las “malluniversities” y las “ideologicaluniversities” seguirán su curso normal. La Universidad nacional sería posiblemente ese espacio democrático que demandó el movimiento del año recién pasado…..

Bueno, hemos llegado al final de estos tres artículos. La realidad del sistema educacional superior chileno es tan fuerte que obliga a pensar en modelos alternativos. Quizá son puros sueños de una noche de verano. Muchos lo han debatido y hace ya mucho tiempo. Esperemos que siga el debate este año cuando se pasen los calores.

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