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Poder

18 de Marzo de 2012

“No podía tener un hijo que era sobrino de sus hermanos”

Foto: Kena Lorenzini “Cuando me enteré del fallo de la Corte se me dibujó una sonrisa en la cara. Eran lágrimas y risa. Iba en el auto y escuché la noticia por la radio. Gracias a mí, pensé, otras chicas que fueron abusadas van a poder abortar sin hacer todos los trámites ni sufrir tanto […]

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Foto: Kena Lorenzini

“Cuando me enteré del fallo de la Corte se me dibujó una sonrisa en la cara. Eran lágrimas y risa. Iba en el auto y escuché la noticia por la radio. Gracias a mí, pensé, otras chicas que fueron abusadas van a poder abortar sin hacer todos los trámites ni sufrir tanto como yo”, contó a Página/12 la adolescente identificada por sus iniciales como A. G., sobre cuyo caso se pronunció el martes el máximo tribunal del país.

La joven, que tiene 17 años y cursa el último año del Polimodal, celebró el fallo y recordó los dramáticos días que tuvo que enfrentar cuando fue obligada a deambular durante casi dos meses para conseguir un aval para poder poner fin a un embarazo, consecuencia de los abusos sexuales perpetrados por su padrastro, que la sometía, según denunció, desde que ella tenía 11 años.

“Estoy escribiendo un libro sobre todo lo que me pasó, para que les sirva a otras chicas, a otras mujeres. Lo que yo viví fue una experiencia única, nada agradable. Tuve que crecer de golpe”, cuenta, con voz serena.

La charla transcurre, a través del teléfono, al filo de la medianoche del martes, el día de la sentencia de la Corte. Unos minutos antes acababa de llegar a la casa de A. G., en Comodoro Rivadavia, la abogada Sandra Grilli, que representó en la causa judicial por el pedido del aborto no punible a Aurora Fuentes, la mamá de la adolescente. Y también en el proceso penal contra el acusado de la violación: el padrastro fue condenado el año pasado pero todavía sigue libre porque el fallo no está firme.

“Cuando se resolvió el tema, me saqué un peso de encima. No podía tener un hijo que era el sobrino de mis hermanos, a la vez mi medio hermano, y el hijo del marido de mi madre. Pero ahora el peso más grande que todavía tengo es que este delincuente, que me abusó, quede preso. Es increíble, en dos minutos te pueden arruinar la vida y pasaron dos años y todavía no lo metieron preso. El sigue como si nada caminando por las calles. Y yo vivo en la oscuridad porque lo veo libre”, dice A. G.

La adolescente cuenta que sale con miedo a la calle, que no puede caminar tranquila, por temor a que se aparezca. Aunque tiene una restricción judicial para acercarse a su familia, cuenta A. G. que a Aurora le ha hecho llamados telefónicos intimidatorios.

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