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Cultura

19 de Abril de 2012

Orangutanes en bicicleta

En la alegoría de Sergio Villegas (periodista autor, entre otros, de los libros “El estadio” y “Funeral vigilado”), los monos llegan de la selva a la ciudad para formar parte de la sociedad. Pueden optar a diversos programas de inserción (discriminación positiva), algunos que les posibilitan entrar a la universidad a estudiar lo que quieran […]

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En la alegoría de Sergio Villegas (periodista autor, entre otros, de los libros “El estadio” y “Funeral vigilado”), los monos llegan de la selva a la ciudad para formar parte de la sociedad. Pueden optar a diversos programas de inserción (discriminación positiva), algunos que les posibilitan entrar a la universidad a estudiar lo que quieran –hay monos sociólogos, artistas e, incluso, cirujanos–; otros engrosan las filas de las reparticiones estatales, trabajando como dependientes de la Biblioteca Nacional, estafetas o contadores. Irremediablemente, porque la naturaleza humana es rápida para aceptar lo que está de moda y también rápida para descartar a lo que se le ha pasado su cuarto de hora, los monos –chimpancés y orangutanes principalmente– son percibidos como extraños. “Vienen a quitarnos nuestros trabajos”, dice uno, “son flojos y torpes”, dice otro, “que se vuelvan a la selva”, piensa la mayoría. Los monos, pues, pueden simbolizar a quienes inmigraron del campo a la ciudad y se transformaron en el moderno proletariado; a los extranjeros que, sin laya ni genealogía para distinguirse en una sociedad clasista y oligárquica como la chilena, huyen de sus países persiguiendo un sueño más dulce; en definitiva, los monos son una subclase social, empujada por el rechazo a refugiarse entre los de su misma categoría.

Si los monos carecen de oportunidades en la sociedad, para los brujos, por el contrario, éstas abundan. Llegada cierta edad, sí, cambian de estado: de brujos útiles a brujos vacuos, brujos que jubilan. Los relatos que componen las historias de brujos no tienen la cohesión ni la gracia ni el humor que los pertenecientes al ciclo de los monos. Las metáforas que emplea Villegas son poco sofisticadas. Los brujos son castigados por su avaricia, engreimiento y ambición. Los brujos son caprichosos y desperdician su talento. Los brujos, en otras palabras, parecen corresponder al segmento social ahíto de privilegios que puede vivir con calma y nadar en la abundancia. Su problema: la incapacidad para compartir esos dones. Los brujos viven en una burbuja. Mueren solo boca abajo y colmados de agua, pues de otra manera, y aquí Villegas desliza cierta breve aunque ignota metáfora del hambre, serían inmortales.

Un puñado más de cuentos completa el volumen (que fue publicado originalmente en 1991). Inextensos y algo vagos, son añadidos para superar las cien páginas, asunto del todo innecesario. Humorístico, metaforón y sin embargo sereno en su indignación, Sergio Villegas, que murió hace siete años, nunca exagera la alegoría, y la mantiene siempre en la acotada cancha de la sencillez.

HISTORIAS DE MONOS Y DE BRUJOS
Sergio Villegas
LOM, 2012, 140 páginas

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