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Nacional

7 de Mayo de 2012

Los niños muertos de Copiapó

Desde hace un año, un grupo de mujeres marcha por las calles de Copiapó denunciando negligencias médicas en los partos de sus hijos. Un sólo fiscal tramita 35 denuncias en contra de doctores del centro. Una tragedia que ha pasado desapercibida desde Santiago y que está lejos de terminar.

Por



Ilustración: Marcelo Calquín

-Cuando llegamos a atendernos, las matronas nos dejan solas. Se van a fumar, a conversar, a mirar el Facebook. Y nosotras sufriendo para poder tener a nuestros hijos. No llegan las matronas y el bebé está muerto. Los doctores se niegan a atendernos por orgullo -explica a gritos Karol Zepeda.

Es septiembre del 2011, la cuarta marcha mensual que Karol encabeza. La acompañan las madres, padres y familiares de los niños que, denuncian, murieron en el Hospital Regional San José del Carmen de Copiapó, víctimas de negligencias médicas.

Como cada mes, la multitud recorre desde la plaza de Copiapó hasta el hospital. Llevan pancartas, fotos de las guaguas que murieron, pequeños ataúdes blancos. En el frontis del hospital, gritan los nombres de los hijos que perdieron.
En junio se cumplirá un año desde que la agrupación “Un hijo no debe morir” marcha denunciando negligencias que no dejan de ocurrir y que fuera de la Tercera Región no se han dado a conocer.

-Queremos denunciar lo que nos pasó y advertir a la gente -dice Karol Zepeda.

Según estadísticas del INE, el año 2009 la región de Atacama obtuvo la mayor tasa de mortalidad neonatal -menores de 28 días- con el 8,4 de guaguas muertas por cada mil nacidos vivos. La tasa de mortalidad neonatal del país en ese año fue de 5,4 guaguas por cada mil nacidos vivos. En cuanto a la mortalidad infantil -menores de un año-, Atacama y Aysén lideran la tasa del 2009, con 12 niños muertos por cada mil nacidos vivos en el caso de la Tercera Región. Aysén tiene el 13 por cada mil nacidos vivos.

-El hospital de Copiapó tiene la mayor tasa de muerte de recién nacidos vivos. Sólo yo tengo 35 casos de negligencias médicas en curso, de las cuales ocho son lactantes o niños fallecidos. Eso es indicador de que algo está pasando -asegura el fiscal Juan Sebastián de la Fuente.

La semana pasada, De la Fuente encabezó la exhumación de un niño muerto en el hospital. Alcanzó a vivir 40 minutos. Se llamaba Kevin.

KEVIN
Cuando a Karol Zepeda le confirmaron que la mañana del pasado 25 de abril exhumarían el cuerpo de su hijo Kevin Maximiliano Erazo, supo que tenía que estar presente. No le importaron los comentarios de su parentela y amigos, que le pedían que no se expusiera al trauma por sus siete meses y medio de embarazo.

-La noche anterior soñé con Kevin y le dije que no se preocupara, que todo iba a estar bien -cuenta.

En septiembre de 2010, luego de nueve años siguiendo un tratamiento de fertilidad y tras una pérdida, Karol Zepeda supo que estaba embarazada de Kevin. Hizo reposo, cuidado absoluto, se monitoreó el embarazo con ecografías en médicos particulares y en el consultorio. Todo iba bien.

A las diez de la mañana del 5 de junio de 2011, Karol Zepeda llegó al Hospital de Copiapó. Había botado el tapón mucoso y tenía contracciones fuertes. Una hora y media después la hospitalizaron. Tenía dos centímetros de dilatación y había comenzado el trabajo de parto. Le pusieron un monitor.

Los recuerdos de Karol son crudos. Ella y su marido Christian Erazo, dice, veían con atención cómo Kevin se movía y su corazón latía normalmente, hasta que en el monitor empezó a brillar una luz roja y la papeleta que el aparato emitía se comenzó a alterar.

-Nos asustamos. Mi marido salía a preguntar y le decían que todo era normal. Le preguntó a una matrona, a una paramédico y a un señor que después supimos era auxiliar de aseo. El tipo fue a ver y dijo que no, que era normal, que teníamos que esperar no más. Nos quedamos tranquilos -recuerda Karol.

A las tres de la tarde llegó la matrona, desconectó el monitor y le pidió al auxiliar de aseo que la asistiera, que le entregara el rompe membrana y colocara agua mientras ella rompía la bolsa amniótica. Karol recuerda que el tipo ni siquiera usó guantes para proceder.

La matrona le ordenó a Karol que caminara para dilatar más rápido y se fue. Karol intentó hacerlo, ayudada por su marido, pero inmediatamente vomitó. Seguía con contracciones, pero a esas alturas todo el personal había desaparecido.
Al rato regresó la matrona y volvió a conectarle el monitor.

-Recuerdo haber escuchado los latidos del Kevin por última vez. Se sintieron unos latidos muy bajos y llamaron al ginecólogo -dice Karol.

La siguiente es una secuencia-carrera del personal del hospital llevando a Karol Zepeda hasta el pabellón, poniéndole una vía en el brazo, llamando a gritos al pediatra porque la guagua venía mal, inyectándole a Karol a última hora una anestesia que no alcanzó a surtir efecto para cuando Kevin salió del vientre materno en una cesárea de urgencia.
Cuando Karol despertó pidió ver a su hijo.

-En la pura cara de mi marido se notaba que el Kevin estaba muerto -recuerda.

Desde ese día la vida de Karol ha sido un ir y venir entre el Hospital, la Fiscalía, el cementerio y la Brigada de Homicidios de la PDI, recabando la información que necesita para probar que la muerte de Kevin se debió a una negligencia médica.

Cuando Karol se entrevistó con el director del Hospital de Copiapó, Hernán Rojas, él le dijo que no podía darle respuestas porque no era médico y quiso entregarle un monitoreo que según ella, corresponde a un control que se realizó en mayo, un mes antes del parto.

-Yo le dije al director “este no es el papel, usted está viendo acá que fue en mayo y nosotros estamos buscando el de junio”. Él me dijo “chuta, guatié otra vez”. Con esas palabras.

A Karol le han dicho que la matrona rompió ese monitoreo, el que ella veía que estaba alterado durante el trabajo de parto. Le dijeron que lo buscaran en la basura, que siempre los papeles importantes terminaban ahí. El director les dijo que es fácil que se pierdan los papeles, que cualquier persona pesca una ficha médica “y se cae y se perdió nomás”, cuenta Karol.

El mismo mes que murió Kevin, Karol Zepeda organizó la primera marcha de la que hoy es la asociación que lidera y reúne a familias de niños que fallecieron en circunstancias similares. En el mismo hospital y sin explicaciones. Hicieron una página en Facebook y de a poco se han ido uniendo más personas que denuncian negligencias.
El fiscal De la Fuente lleva los casos ocurridos desde el 2001. Las investigaciones por negligencias médicas, explica, son largas y pueden durar hasta cuatro años.

El cuerpo de Kevin Erazo es el primero que se exhuma. De la Fuente explica que “no confío mucho en la autopsia que le hicieron acá en el Servicio de Salud”. Su desconfianza radica en que las muestras que se tomaron del cuerpo de Kevin al realizarle la autopsia fueron enviadas por el Servicio Médico Legal vía Chilexpress para ser analizadas, cortando la cadena de frío. Esa autopsia indicaba que Kevin había muerto por una corioamniomitis: una infección de la placenta y el líquido amniótico que puede matar al neonato.

-En la exhumación no encontramos muchas muestras orgánicas, más bien puros huesitos y tejidos blandos. Pero no mucho órgano para analizar. La muerte efectivamente fue infecciosa -dice el fiscal.

El paso siguiente es verificar las razones de esa infección y qué implicancias tuvo la atención que recibió Karol durante el parto.

Mientras, Karol sigue marchando, con un nuevo embarazo a cuestas. Su hijo nacerá el 6 de junio, un día después del cumpleaños de Kevin. Karol dice que no quiere arriesgarse. Este hijo no nacerá en el Hospital de Copiapó.

AL PARQUE

Joaquín Velarde Nieto tenía ocho meses cuando murió.

Empezó con una fiebre. El 13 de febrero de 2011 su mamá, Nicole Nieto, lo llevó hasta el Hospital de Copiapó. Lo revisaron, le diagnosticaron una laringo traqueobronquitis y lo mandaron con medicamentos para la casa.

Esa madrugada, Joaquín empezó a vomitar explosivamente. Al mudarlo, Nicole notó que en la base de su pene había una ampolla del tamaño de una lenteja. Llamó a su médico particular y a pediatras de conocidos. Ninguno contestó.

Nicole volvió al hospital con su hijo. Lo atendió el doctor Freddy Guerra. Ella le contó que Joaquín no almorzó, que no paraba de vomitar, abrió el pañal y le mostró la ampolla en la base del pene y otra que le había aparecido en la nalga izquierda.

Guerra le explicó a Nicole que era una simple cocedura, que usara Hipoglós, que el niño estaba bien y que seguiría vomitando por tres días debido a la laringitis.

Nicole no se quedó tranquila. Ubicó a su doctor. A esas alturas, Joaquín vomitaba hasta el agua. Ya ni siquiera despertaba. El doctor la envió de vuelta al hospital con una interconsulta para que hidrataran al niño y le realizaran exámenes.

-Al volver, Guerra me dice que no, que lo que yo hago particular es particular, que ahí dentro manda él, que mi hijo está en perfectas condiciones y no requiere exámenes. Después de insistir logré que lo hidrataran y Joaquín como que revivió un poquito -recuerda Nicole.

Antes que la devolvieran a la casa, Nicole insistió sobre los exámenes. Se los negaron otra vez. Preguntó por el estado de los genitales de Joaquín, que estaban cada vez más hinchados (“como una botella de Fanta”, recuerda). El doctor Guerra dijo que estaba “cocido”.

Última visita al Hospital, esa madrugada, un día después de la primera consulta: Nicole Nieto tuvo que esperar el cambio de turno para no ser nuevamente recibida por Guerra. A las once de la mañana consiguió que atendieran a Joaquín. Le dijeron que estaba muy mal, lo hospitalizaron, un mar de doctores se movilizó.

Una hora después, Joaquín murió.

-Me dicen algo de una bacteria, pero siempre estuvieron especulando -cuenta Nicole.

El caso de Joaquín es el más avanzado en las investigaciones que lleva el fiscal De la Fuente. Las diligencias incluyen la orden para investigar, el empadronamiento de todos los testigos e implicados en el procedimiento -labor que realiza la PDI-, incautación de la ficha de enfermería y pericias del Servicio Médico Legal.

Lo único que falta, explica el fiscal, es la hoja de vida del médico Freddy Guerra. Luego de dos solicitudes al hospital, la tercera orden corresponde a una incautación que ya instruyó a la BH. Luego de eso, se realizarán los peritajes, que serán privados, financiados por la familia de Joaquín para agilizar el proceso.

-Yo ya tengo una idea de lo que pasó en este caso. Solamente estoy esperando el respaldo médico -explica De la Fuente.
El problema en estos casos, dice, es que los médicos no cooperan. Además cuentan con el respaldo de Falmed, la fundación de Asistencia Legal del Colegio Médico, donde cada doctor paga una cuota que va entre los $10.500 y los $21.000 mensuales y recibe asistencia judicial. Es un “seguro colectivo” para estas situaciones.

-Los abogados generalmente les aconsejan que se acojan a su derecho, que tenemos todos los chilenos, que es guardar silencio -dice De la Fuente.

Por eso, en estos casos de negligencia médica, nunca un médico se ha presentado a declarar. Las penas que arriesgan van de 541 días a tres años, por ser cuasidelito de homicidio. Generalmente los doctores carecen de antecedentes penales, lo que atenúa la pena. Y la condena puede quedar en 61 días, firmando, una vez al mes, por un año.
-También es usual que lleguen a acuerdos económicos con las familias, si es que se ven muy acogotados y las pruebas del Ministerio Público son muy contundentes -asegura el fiscal.

Otro caso: Josefa Cortés, de seis años y ocho meses, muerta hace un año de un absceso cerebral. Su mamá, Jessica Maluenda, la llevó cinco veces a la urgencia del Hospital y cada vez que iba la mandaban a su casa. La última vez, la niña le pidió que cuando saliera del hospital la llevara al parque y le comprara globos y regalos.
-Cuando murió inmediatamente la llevé al parque con globos, pero no al parque en que ella quería jugar. La llevé al Parque del Recuerdo -dice Maluenda.

La agonía de Josefa duró un mes. Al comienzo, Jessica pensó que era una otitis. En el hospital le dieron remedios que el cuerpo de la niña rechazó. A los dos días volvieron a la urgencia y le dijeron que era un virus al estómago. La tercera vez, que era una faringitis. A la cuarta, luego de las insistencias de la madre y ante los gritos de Josefa, le practicaron un scanner.

-El doctor Carlos Rojas, que ya la había atendido antes, me dice que salió bueno el scanner. Yo le insisto en los dolores de Josefa. Él dice que no, que está bien, que me vaya. Poco menos me tiró el examen -recuerda Jessica.
A los dos días, fueron a la consulta de un neurólogo infantil particular que inmediatamente ordenó la hospitalización. Puso el scanner en pantalla y, dice Jessica, “se notaba claramente el absceso, una mancha grande blanca, una infección que se le había pasado al cerebro”.

Josefa ya no podía pararse, tenía el cuello tieso, no tenía equilibrio. Ese día la hospitalizaron y tuvo un paro respiratorio.

-Lo que más me duele es que la Josefa sufrió demasiado. Yo escucho sus gritos, recuerdo cuando lloraba y me decía “mamá, quítame este dolor”. El paro le dio por gritar de dolor. Su cerebro estaba destruido, ya no había nada que hacer. Todo porque no quisieron hacerle exámenes y hospitalizarla- dice Jessica.

Cuando Josefa murió, los doctores le decían a Jessica que la negligencia era evidente, que lo que habían hecho con ella no correspondía. Que buscara respuestas.

Hasta ahora, la investigación del caso de Josefa Cortés sólo ha avanzado en la recepción de la orden de investigar y la individualización de los doctores. El fiscal De la Fuente explica que no hay ficha clínica ni de enfermería.
-Me la están reconstituyendo hace seis meses. Ahí ponen todo lo que le hicieron a la niñita.

¿Cómo se reconstituye una ficha clínica?
-No sé, lo dejo a tu imaginación. ¿Cómo sé que es verdad lo que ahí dicen? Esos son los inconvenientes de las investigaciones. Desaparecen las fichas clínicas, o desaparecen hojas de ellas.

LA BOCA AMARGA
La mañana del 29 de septiembre, Myriam Poblete bajó corriendo hasta el primer piso de su casa. Su hija Daniela, de 18 años, la llamaba a gritos porque su nieto, Esteban, estaba enfermo.

-El bebé movía las manitos y vomitaba un líquido verde. Movía los brazos como cuando a los perritos los meten al agua y se desesperan -recuerda.

El vómito no paraba. Myriam succionaba el contenido de la boca de su nieto para que no se ahogara, a la vez que corrían a la camioneta y partían a la posta de Caldera, donde el médico de turno les informó que el niño, que había nacido cuatro días antes, jamás debió ser dado de alta y que había muerto. Los mandaron en ambulancia hasta el Hospital de Copiapó.

Ahí se negaban a hacerle autopsia. Myriam recurrió a la alcaldesa de Caldera y a los medios de comunicación, hasta que logró que se concretara el procedimiento. El resultado fue que Esteban Alejandro había muerto por una peritonitis purulenta.

-Al ser dada de alta luego del parto, la niña le señaló al doctor que el niño estaba amarillo. El niño venía vomitando desde que nació en el hospital y el doctor decía que no tenía nada -explica el fiscal.

Myriam siguió el consejo de la directora del consultorio y guardó la ropa manchada de vómito por su nieto. Esas muestras serán enviadas a La Serena para que se pericien.

Otro aniversario: el martes, Maite, la hija de Giselle Vergara, cumple un año de fallecida luego de tres meses de agonía. Maite se asfixió en el parto y quedó con daño cerebral. La matrona insistió en que naciera por parto normal, viniendo con el cordón umbilical enrollado en el cuello y cuando la delgada contextura de Giselle a simple vista no lo permite.

-Incluso me subieron encima un auxiliar, bien guatón, para que apretara y ella saliera. La matrona me decía que yo esperara nomás. Y en todo ese tiempo que esperó mi hija se asfixió -cuenta Giselle.

Juana Galleguillos también perdió a su hija. Fue en julio de 2006 y hoy llora de impotencia porque el caso prescribió. A Juana la tuvieron días en el hospital esperando que la guagua “bajara”, pese a que ella insistía en que la guagua venía podálica y no podía nacer por parto normal. Ella dice que la matrona la maltrató cuando murió la guagua:

-Me dijo que porque yo era muy gorda no dejaba escuchar los latidos, que parecía una chancha, que tenía puras charchas -dice.

Según explica el fiscal De la Fuente, en todos los casos de denuncias por negligencias médicas hay un denominador común: el maltrato a los pacientes.

-La gente critica el trato indigno. Les duele más el trato indigno, inhumano. Un trato que es tan displicente con el dolor ajeno, que por eso deciden interponer querellas y denuncias, como una forma de reivindicar su estima y la del ser querido que perdieron -reflexiona.

De la Fuente está seguro que si no fuera por la displicencia que tienen los profesionales hacia las mamás y los recién nacidos, él no tendría tantas denuncias por negligencia.

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#copiapó#hospital#niños

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