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Opinión

29 de Junio de 2012

Es Gibt Keinen Grund

La semana pasada, el historiador Sergio Villalobos mandó carta a El Mercurio diciendo que el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos “representa el deseo de falsificar el pasado” y recomendando rebautizarlo como “Museo de Fracaso”. A él se sumó Magdalena Krebs, directora de la DIBAM, diciendo que “una visión incompleta de los hechos hace difícil la comprensión del mensaje”. Ricardo Brodsky, director del Museo, les responde.

Ricardo Brodsky
Ricardo Brodsky
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Cada cierto tiempo los sectores más conservadores de la sociedad chilena rompen lanzas contra el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. La acusación reiterada es que éste entregaría una visión parcial de la historia de Chile de los años 1973-1990, puesto que sólo se limita a exponer las violaciones a los derechos humanos. Reclaman la ausencia de un contexto que explique o justifique dichas violaciones.

Las causas que llevaron al quiebre de nuestra democracia en 1973 han sido y seguirán siendo ampliamente discutidas en el país y los distintos sectores políticos han sabido o no sacar sus conclusiones y lecciones. Dicho debate es completamente legítimo y necesario, es más, las opciones políticas que se construyeron para salir de la dictadura nacieron de ese aprendizaje y es muy probable que muchas de las opciones de futuro que se plantean al país se inspiren en las conclusiones y lecciones que dicha experiencia nos ha dejado. Sin embargo, ninguna interpretación de las causas de la crisis justifica o excusa las posteriores violaciones a los derechos y a la dignidad humana.

Se equivocan quienes creen que el análisis del contexto va a eximir de sus responsabilidades morales y políticas a los perpetradores de dichas violaciones. En la política y en la historia los hechos no se suceden necesariamente de una manera causal. Una crisis política, aún en el clima de polarización que existía en el país en 1973, no necesariamente debía conducir a un golpe de Estado. Y un golpe de Estado no necesariamente debía conducir a 17 años de dictadura y a los atroces atropellos a los derechos humanos que ocurrieron. Si ello fue así es porque hubo actores políticos y militares que no supieron impedirlo o que lo buscaron y lo consiguieron.

El Museo de la Memoria expone las violaciones a los derechos humanos ocurridas en Chile en el período señalado, pues estos hechos dejaron heridas muy profundas en nuestra comunidad nacional. A las víctimas de esa violencia estatal les asiste el derecho a la memoria y a la reparación moral y al Estado democrático le asiste el deber de cultivar esa memoria para la educación de las nuevas generaciones. La mirada o el relato del Museo no es parcial ni antojadiza. Se fundamenta en los ampliamente aceptados informes de las comisiones de Verdad conocidas como Rettig y Valech, que establecen el hecho cierto de la aplicación de una política sistemática de violaciones a los derechos humanos por parte del Estado con el consiguiente número cercano a las 40 mil víctimas de dichas violaciones, entre detenidos desaparecidos, ejecutados, torturados y prisioneros políticos.

La ocurrencia de exigir al Museo de la Memoria que explique o justifique las violaciones a los derechos humanos es completamente inaudita y va contra su naturaleza. A nadie se le ha ocurrido pedirle a los museos del holocausto que justifiquen el exterminio de los judíos de Europa Central explicando la crisis de Alemania en los años 30 o las consecuencias del Tratado de Versailles. No hay razón. Es gibt keinen Grund.

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