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Mundo

4 de Julio de 2012

Guía práctica para irse a “La Chingada”

Por La Vanguardia de México La Chingada no es un lugar sin tiempo ni sitio, lejano a la distancia. Está en el estado de Veracruz, a orillas del volcán Cofre de Perote: casi escondida por la niebla y bordeada por cerros pequeños. Su época de bonanza fue hace 40 años, cuando la familia de Rafael […]

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Por La Vanguardia de México

La Chingada no es un lugar sin tiempo ni sitio, lejano a la distancia. Está en el estado de Veracruz, a orillas del volcán Cofre de Perote: casi escondida por la niebla y bordeada por cerros pequeños.

Su época de bonanza fue hace 40 años, cuando la familia de Rafael Ramos Pérez vendía quesos y preparaba un pulque suave, muy ligero y dulce a los campesinos de la región.

Y en algún tiempo hubo otra Chingada, más chiquita y no menos poética en el sur de Jalisco, donde Juan Rulfo vivió su infancia, y Arleo Figueroa sembró guayabas y crió conejos en una finca de cielos azules intensos y nubes esponjosas.

Primero, y antes que nada, para llegar a cualquier punto, uno tiene que desinhibirse para preguntar, sin tapujos y antes que nos manden a ella: ¿Dónde queda La Chingada?

También acumular horas y horas de viaje. Ya sea por aire o tierra. En autobús, de aventón; taxi, mula o avión.

Estas chingadas, las nuestras. No están en Palenque, Chiapas, ni se comparan con la casa de descanso de Andrés Manuel López Obrador. Están al alcance del bolsillo para el tedio postelectoral o la depresión social.

La propiedad de Andrés Manuel, según la página en Internet de Wradio, está en la carretera Pakal-Ná-Palenque, frente a la Unión Ganadera Regional Catazaja, y tiene más de tres hectáreas: hay palmas cocoteras, árboles de mango y una laguna.

…Manejando por la carretera México–Puebla está la Laguna de Alchichica, en la localidad de Tepeyahualco. A 94 kilómetros de Puebla.

Es una formación acuosa que, dicen, es un brazo de mar. Su agua salada y cristalina, rodeada de arrecifes de coral, impide que los peces se desarrollen porque hay remolinos internos, que forman ríos subterráneos.

Los habitantes de la región cuentan que adentro vive una sirena de cabellos plateados que embruja a los hombres. Los enamora, luego los desaparece.

A dos kilómetros, ya en el estado de Veracruz, se encuentra la comunidad Totalco, con apenas 4 mil habitantes, donde hay que virar a la derecha por la iglesia San Antonio Limón, y tomar un camino de terracería de lomas oscuras adornadas de magueyes y palmas del desierto, conocidas a los alrededores como flor de cucharilla, pues con ella hacen los arcos de las iglesias en fiestas patronales.

Son 13 kilómetros hasta llegar a lo que alguna vez fue La Chingada, un viejo caserío que fue habitado hace 10 años, pero cuatro décadas atrás era lugar de referencia por sus cultivos, pulque, quesos y farra sin fin.

Carmen Díaz Álvarez, viuda de Rafael Ramos, hijo de Rafael Ramos Pérez, el dueño de esas tierras, recordó que su suegro tenía muchos amigos, tantos que cuando llegaban los juntaba en el campo, mandaba traer quesos y los asaba con chiles, mientras las mujeres preparaban tortillas de maíz moldeadas a mano.

—Sus amigos iban a tomar allá, era muy buena gente. Ya que se les subía empezaron a decir: ‘Oye, cómo le ponemos al rancho’. Primero fue La Alegría, luego El Atorón. Un señor de Perote dijo: ‘Que se llame el rancho de La Chingada’. Y comenzaron todos a aplaudir.

La Chingada nunca tuvo un letrero que la identificara, pero todos la conocían. Incluso los camiones que venían de Guadalupe Victoria, Puebla, lo tomaban como punto de referencia: Chingada por aquí, Chingada por allá.

Chingada se le quedó.

—A dónde van, preguntaba el cobrador.
—Al rancho de la chingada, respondían.

En alguna ocasión, el suegro de Carmen Díaz compró tablas para construir un corral para el ganado, a un señor del ranchito La Gloria. Pidió un día de prórroga y así juntar dinero producto de la venta de los quesos. El comerciante mandó a su esposa, quien viajó veinte minutos de La Gloria, a La Chingada, en el camión.

El cobrador preguntó a dónde iba, aunque en realidad ya sabía, relató Carmen Díaz.

—Voy a un ranchito, respondió.
—Cómo se llama el ranchito. Dígame para cobrarle esa distancia. Dirá usted que va a La Chingada.
—Pues irá usted jijo de la chingada, porque yo tengo dinero para pagarlo.

El matrimonio que formaron Rafael y Jovita Pérez Vargas dio luz a 9 hijos, de ésos todos se regaron por Totalco y al municipio de Perote, de La Chingada quedaron los ecos en las paredes, como espantos.

Tras la muerte de ambos, Rafael, esposo de Carmen, se quedó al cuidado del rancho, pero hace cuatro años murió de preocupaciones, o eso dice su esposa.

Ya muerto, Carmen tuvo que irse a Totalco, donde vive a la entrada, en una casita que está a punto de caerse por las lluvias. Sin recibir pensión. Viviendo de la caridad.

La Chingada pasó a formar parte de varios familiares de Rafael Ramos, padre, quienes rentaron sus tierras (más de 10 hectáreas) para el cultivo de maíz y papa. Y nadie la ha levantado como en aquellos tiempos de pulque y quesos asados.

Por el camino a Perote

La comunidad más cercana de La Chingada es el rancho La Gloria (Antes Hacienda de Cuautotolapan). Cuando Pascual Hernández Rodríguez, de 76 años, se dio cuenta, ya era La Chingada.

—Ya tiene más de 40 años que se llama así, sembraban maíz, papa, haba. Había ganado.
Dijo que un día de repente el dueño murió y los hijos fueron malgastando las propiedades hasta quedar en la nada, convertida en un caserón de espanto.

Armando Hernández, su hijo, conoce las sierras y cañones que abundan por el lugar.
Cuenta que hay un sitio en las montañas donde están impresas las manos del diablo, son grandes de un color rojote, y otro lugar en el camino donde se aparece, matando a los lugareños o poseyéndolos para siempre.

El demonio toma distintas formas. A veces un hombre; otras un animal o ser fantástico.

En más de una ocasión ha visitado gente de fuera a Armando, buscan recolectar evidencias antropológicas, de asentamientos humanos que habitaron hace muchos miles de años. Y se han llevado ídolos, figuras de piedra, collares y hasta tesoros.

El precio por hectárea en el área es de 20 mil pesos, la comida típica son los gusanos de maguey, chileatole (caldo picoso con elote, carne de res o pollo), y barbacoa de borrego cocinada con hojas de maguey.

El clima es fresco. Casi todos los días del año llueve.

A diferencia de Perote, a 9 kilómetros por carretera, la geografía es menos boscosa, asemeja más a un desierto en época de lluvia.

Si alguien busca hospedaje, la opción más cercana es Perote, con tres hoteles que no rebasan los 300 pesos por noche. Su comida típica son las carnes de res y conejo. Ahí se desarrolla la actividad económica y turística de la región, también están las escuelas de educación media, y en Xalapa se tiene acceso a carreras profesionales.

La bebida típica de la zona es el pulque, el litro cuesta 5 pesos.Es de un sabor dulce; no tan espeso.
Joaquina Herrera Hernández, explicó que a diferencia de otros lugares, la bebida de pulque es de pura agua miel.

Dos litros son borrachera segura; uno nada más para el mareo.
Y un vaso para la sed.

En Jalisco, la otra Chingada

Allá…: “…En los cerros altos del sur…”, escribiera Juan Rulfo, se encuentra San Gabriel, Jalisco, ubicado a 141 kilómetros de Guadalajara. Se llega por una carretera estrecha, llena de curvas y voladeros cubiertos de niebla.

La comida típica son las enchiladas dulces, la birria de chivo, un caldo de sabor fuerte, carne correosa y grasoso.

En San Gabriel el clima es templado, cultivan maguey para preparar sotol o aguardiente, y huertas de guayaba que programan la cosecha cada tres meses del año. Hay dos fábricas de balones de futbol.
Tiene 15 mil habitantes.

Hay cuatro primarias, una secundaria. Y una preparatoria.

Hay dos hoteles que no rebasan los 300 pesos.

El metro cuadrado de tierra va desde los 500 a los 2 mil pesos, dependiendo de la ubicación.
No hay cantinas.

A kilómetro y medio del centro de la ciudad, donde está la parroquia del Señor de la Misericordia de Amula, se encuentra una finca de cuatro hectáreas que hace seis años se llamó por última vez, La Chingada.

Armando Figueroa Méndez, Arleo, de 56 años, se la compró a su amigo Juan Arias en el 90.

Arleo constantemente compraba guayabas con Juan, y se hizo de cuatro hectáreas a la salida de la ciudad.

—Él me dijo ‘Por qué no me lo compras’. En aquel entonces eran millones. No teníamos fondos suficientes, decíamos ‘Nos va a llevar la chingada’. Y como aquí somos muy groseros y nos mandamos todos a la chingada, a mí para que no me mandaran, solo me iba.

La fama creció a nivel regional, alguna foto difusa de la fachada circuló algún tiempo por la red. Y wikipedia la registró como una ranchería habitada por dos personas.

Fueron 16 años con la propiedad, sembró guayaba, construyó una pequeña granja donde criaba puercos y conejos. Ahí crecieron sus hijos. Lloró, sonrió. Triunfó. Un día un trabajador del rancho se acercó.
—Ahí anda un señor que dice que cuánto quiere por el rancho.

Pensando en no venderlo, le puso un precio de un millón 500 mil pesos. Y un mes de junio se presentó Enrique Palomar con el dinero en la mano.

—Ya había hablado yo, y me gusta respetar la palabra. Ésa fue la causa por la que dejé el rancho que tanto quise, he llegado al grado que no me gusta pasar por ahí, me deprimo.

Al día siguiente de la venta, hace seis años, el nuevo dueño le quitó el letrero a la entrada que decía Rancho La Chingada, y que tanta fama le dio a nivel nacional, incluso internacional porque en Policía Municipal de San Gabriel, tienen registros de llamadas realizadas por periodistas colombianos, contó Bonifacio Silva, Policía Municipal. Dijo que su pueblo es tan tranquilo, que los casos que más atienden son pleitos por borracheras.

Ya con el dinero de la venta, Arleo resignado dijo a su esposa María Juana Leonila Esparza que viajara, que se olvidaran de La Chingada, ¡que a la chingada! Así que agarraron a sus cinco hijos y se fueron a Guatemala.

Entre enchiladas y tejuino

De regreso a San Gabriel, donde creció Juan Rulfo después de abandonar Sayula, y donde dicen existe Luvina, El llano en llamas, Comala y alguna vez Pedro Páramo, Arleo no sabía exactamente qué hacer.
Tenía una zapatería llamada Arleo (Iniciales de Armando y Leonila), el recuerdo de un millón 500 mil pesos que se gastaron en el viaje, y el deseo de no saber nunca más de La Chingada.

Fue bebiendo tejuino cuando su compadre Luis Aguirre Ramos le dijo que era un genio, casi como el Rulfo del tejuino. Que lo vendiera. Que no se lo cargara la chingada.

Lo comercializó en un carro a orilla del crucero Cuatro Caminos, donde se juntan las carreteras a Tolimán, San Gabriel, Ciudad Guzmán y Autlán. Ahora tiene dos carritos en el sur de Jalisco, uno más en Guadalajara atendido por sus hijos.

A diario vende de 80 a 85 litros de tejuino.

—Viene a ser una bebida antes de los Aztecas. Es de maíz que se fermenta, se hace un atole con piloncillo, después se adelgaza con hielo molido.

Al tejuino se le puede agregar mezcal, chile en polvo y limón para que amarre, o sepa más rico.
Una comida típica de San Gabriel, donde abundan paleterías La Michoacana y los elotes tatemados en la calle, son las enchiladas dulces.

Ignacia Gómez, que ha atendido una “cenaduría” por casi 18 años, confió que las enchiladas son el platillo tipíco, se preparan con chile pasilla, limoncillo, hierbas de olores, piloncillo y chocolate, con lo cual se hace un mole en el que se moja la tortilla.

San Gabriel por las tardes cierra sus negocios, por la tarde vuelven a abrir. A veces llega una brisa de mar de Barra de Navidad, o Colima, a no más de 200 kilómetros.

El sonar de campanas anuncia la llegada de la noche, los niños juegan en la plaza, mientras Arleo piensa en su añorada chingada vendiendo tejuinos, lamentando haberla perdido.

La Chingada, ese lugar con tiempo y sitio.

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