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Opinión

8 de Octubre de 2012

Todo un milagro

A mediados de los ochenta se lanzó un polémico libro que recogía la producción artística y literaria de la escena neovanguardista chilena durante la dictadura: “Márgenes e instituciones” de Nelly Richard. En sus páginas se analizan las obras y discursos más heterodoxos respecto de la estética clásica: el arte corporal, las intervenciones urbanas, las instalaciones […]

Guillermo Machuca
Guillermo Machuca
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A mediados de los ochenta se lanzó un polémico libro que recogía la producción artística y literaria de la escena neovanguardista chilena durante la dictadura: “Márgenes e instituciones” de Nelly Richard. En sus páginas se analizan las obras y discursos más heterodoxos respecto de la estética clásica: el arte corporal, las intervenciones urbanas, las instalaciones y la poesía y narrativa experimental. Durante el mencionado lanzamiento, parte de la concurrencia -compuesta principalmente por voces de la pintura y la escultura ignoradas por el libro- se quejó con amargura ante la autora, cuya respuesta fue lapidaria: “Hagan ustedes su propia lectura, su propia versión de los hechos. Toda selección es positivamente discriminatoria”.

Así de simple es la cosa: el deseo de reconocimiento de los excluidos es siempre responsabilidad de los otros. Los mueven, de manera inconsciente, fuerzas de tipo reactivas. El país está lleno de artistas y escritores que anhelan con pasión ser reconocidos, valorados, incluidos en la historia oficial. Al no ser reconocidos, reaccionan como niños taimados frente a padres indiferentes.

Señalemos otro ejemplo, de carácter personal. Una década después del lanzamiento comentado, organicé, en el Museo Nacional de Bellas Artes, la Primera Bienal de Arte Joven (que reunía a los artistas emergentes ligados al arte experimental, incluida la pintura y la escultura posmodernista). Durante los años subsiguientes, hasta mediados de los 2000, se presentaron en el patrimonial recinto neoclásico sucesivas versiones de la bienal iniciada por quien escribe.

En la mayoría de éstas, sus curadores dijeron algo así: “Esta bienal se opone a las anteriores en tanto pretende…”. Típico argumento de mentes reactivas: negar lo pretérito para justificar una mirada presente y futura. Una actitud productiva, soberana, debiera decir, al revés: “Esta última bienal, organizada por nosotros, es tan contundente que seguramente superará a las anteriores”. Los gestos más sólidos en materia de superación histórica no necesitan de entrada distinguir con ojo clínico las debilidades del enemigo; antes que nada exaltan las virtudes de lo propio sin pensar en las indigencias de lo ajeno; primero proponen calidad (soberanía, autonomía) y luego se distancian productivamente de aquello que reniegan. Con esto se evita la mala fe y el resentimiento mezquino. La mala leche anida en las escenas culturales precarias, concebidas como familias disfuncionales, en constante pendencia por pecados cometidos en el pasado, donde los padres nunca recuerdan y los hijos nunca olvidan.

Señalemos, al respecto, otro caso: el envío chileno a la Feria del Libro de Guadalajara. Al margen de quienes cuestionaron un evento desarrollado en un gobierno de derecha recientemente elegido, un número importante de vates y narradores locales hizo gala de un sonoro rezongo por no haber sido invitados. ¿Qué dijeron? Que la curatoría de Beltrán Mena no era lo suficientemente democrática. No estaban todos representados. ¡Como si la cultura fuese equiparable a una representación de carácter parlamentaria! Pero al rezongón no le interesa la soberanía o la capacidad individual; se solaza siempre en mimetizarse con los excluidos. Siempre los buenos son mafiosos y los derrotados injustas víctimas.

Volvamos a la escena artística local. Hoy se inaugura la cuarta versión de la feria de arte Ch.ACO en el Centro Cultural Estación Mapocho, que reúne diversas galerías de arte y donde se presentarán debates y mesas redondas relativas a las artes visuales y la cultura del país. Frente a esta iniciativa, no podía faltar la respuesta reactiva. Despojada de aparente mala onda y actitud combativa, una contraparte se ha erigido como alternativa a la feria consignada. ¿Su nombre? Off Chacoff. Ahora bien, ¿cómo justifica su presencia esta iniciativa al erigirse como contraparte? Antes de responder, insistamos en lo siguiente: a Off Chacoff (concebido como acontecimiento alternativo, que abarca Santiago, Providencia y Ñuñoa) sólo le anima la buena onda, el deseo de ampliar la exigua oferta cultural de la zona central del país. Todo por el fomento de las artes visuales y su titánica y nunca bien ponderada defensa del arte alternativo (lo que le otorga a esta homérica defensa un aire internacional).

Pero los gestos reactivos más infames suelen adoptar el rostro cándido del interés común. Un ejemplo: planificar su fiesta de inauguración el miércoles en la noche en el barrio Italia, un día antes de la apertura de Ch.ACO (hoy jueves). Pero hay otro signo de esta contraparte reactiva: hacer coincidir su clausura el mismo día que Ch.ACO, el lunes primero de octubre. Sin embargo, la buena onda responde ahora al hecho que Off Chacoff -a diferencia de Ch.ACO- reúne galerías “alternativas”. Se trata de un asunto de justicia (avalada, como se dijo, por la escena internacional). Citemos a una de sus organizadoras, Ana Sanhueza: “Eso sucede en otros países donde se realizan ferias de arte contemporáneo y que ocurriera en Santiago era sólo cosa de tiempo”. La mala conciencia suele nutrirse de lo que ocurre afuera. Con esto, se justifica la lógica jíbara del “borrón y cuenta nueva”. Nosotros nos inscribimos a costa de boicotear lo anterior. En el mismo lugar y al mismo tiempo. Total, la globalización da para todo.

La coincidencia temporal entre ambas iniciativas depende del voluntarismo de la megamuestra organizada por Off Chacoff. La copia, en este caso, espera un milagro al ocupar el lugar del original. Como un quiltro cargoso o una piedra en el zapato, establece su estrategia en nombre del bienestar artístico general, pero jugando a repetir el mismo formato de su contraparte. En su callejera concepción del arte, sobresalen una cantidad apreciable de colectivos, movimientos y talleres, como Oficina Barroca, Galería Callejera, Galería Armada y Galería Temporal, entre otros. Se trata, en suma, de una instancia que hay que aplaudir a rabiar. En esto no hay que ser ingenuos: las fuerzas reactivas son siempre tributarias de las cosas fuertes aunque dudosas a nivel estético. El oportunismo no siempre es garantía de solvencia artística. La organizadora Ana Sanhueza no tiene pelos en a lengua al reconocer que aprovecharán el movimiento que genera Ch.ACO: “Ojalá nunca se acabe, porque de esa manera contamos con una fecha que nos ayuda a realizar un proyecto diferente. Y si se acabara, de todos modos nos gustaría seguir. Sería un milagro”. Después de esto, un sonoro ¡amén!

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