Todo empezó con el deseo de convertir “el dolor en una fiesta” y de colocar a Latinoamérica de otra forma en el mundo. Una magia, un carnaval de la literatura, alimentado por Borges, Carpentier, Rulfo y Onetti, y que Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa convirtieron en un “boom”, del que se cumplen 50 años. […]
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Todo empezó con el deseo de convertir “el dolor en una fiesta” y de colocar a Latinoamérica de otra forma en el mundo. Una magia, un carnaval de la literatura, alimentado por Borges, Carpentier, Rulfo y Onetti, y que Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa convirtieron en un “boom”, del que se cumplen 50 años.
Y es que, sin saberse en qué fecha exacta se inicia el llamado “boom” latinoamericano que dejó a Europa boquiabierta gracias a la proyección que le dieron desde España editoriales como Seix Barral, se ha tomado la publicación hace 50 años de “La ciudad y los perros” de Mario Vargas Llosa como punto de partida.
Un homenaje a unos escritores que van a volver a ser revisados en un congreso internacional que comienza el 5 de noviembre en Madrid, en la Casa de América, y que inaugurará Mario Vargas Llosa. A él asistirán 46 escritores de ambas orillas del Atlántico, jóvenes y consagrados, que participarán en este encuentro que se desarrollará además en distintas universidades españolas.
Ese nombre, ese sonido de “boom” que definió el apabullante éxito de la nueva novela latinoamericana, fue puesto por el periodista y escritor Luis Harss (Valparaíso, Chile, 1936), quien anticipó este fenómeno sin precedentes en su libro “Los nuestros”, que publicó en 1966 y que ahora vuelve a editar Alfaguara.
Ahí estaban los mayores maestros, Borges, Asturias, Guimaraes Rosa, Onetti o Rulfo, y los jóvenes que serían los magos del “boom”, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.
“No estoy contento con este nombre y muchas veces me arrepiento de él porque me parece un poco superficial”, explica Harss en una entrevista telefónica con Efe.
“En 1966 -argumenta Harss- me encontraba como periodista en una reunión en la que estaba Vargas Llosa, en Buenos Aires, con el jurado en torno al premio Primera Plana, y empezaron a hablar de la novela iberoamericana, y entonces hice un comentario idiota al decir que lo que estaba pasando con la novela era como el ‘boom’ económico que había vivido Italia; luego lo escribí en un reportaje y desde entonces se quedó”.
Estos escritores se preocuparon por encontrar un lenguaje y por cómo hacer del continente americano una experiencia universal, señala Harss.
“Un continente que había sido marginal, digamos, que alguien llamó el pecado capital de América, que consistía en haber nacido fuera de la cultura y fuera de la historia y que hasta entonces la novela lo había aceptado con un tipo de novelas parciales y regionales. De pronto, estos autores hablaban aceptando su propia tradición, su propia cultura, pero la proyectaron hacia fuera: universalizaron los temas”, sostiene el periodista chileno.
El contexto político, en los años sesenta y setenta, también caracterizó a este grupo de escritores: las dictaduras o la revolución cubana marcaron sentimientos mezclados de utopía, tragedia, barbarie, insatisfacción o deseo de justicia.
“Vale tener en cuenta -escribe Carlos Fuentes en su libro “La gran novela latinoamericana”- que, literariamente, esta es la tierra común del Señor Presidente de (Miguel Ángel) Asturias y el Tirano Banderas de Valle-Inclán, el Primer Magistrado de Carpentier y el Patriarca de García Márquez, el Pedro Páramo de Rulfo y los Ardavines de Gallegos, el Supremo de Roa Bastos, el minúsculo don Mónico de Mariano Azuela y el Trujillo Benefactor de Vargas Llosa”.
Así, se fue construyendo una imaginación liberada, un canto de libertad. Una épica del desencanto que convirtió las balas en belleza radical, la naturaleza extrema en mito y el lenguaje en una fiesta mágica.
Una nueva realidad que dio títulos como “La casa verde”, de Vargas Llosa; “Cien años de soledad”, de García Márquez; “Rayuela”, de Cortázar o “La muerte de Artemio Cruz”, de Carlos Fuentes. Estos solo por mencionar brevemente algunos de los muchos libros que fueron éxitos del “boom” y que traspasaron la frontera de España y América Latina, ya que fueron traducidos en toda Europa.
Admiradores de Joyce, Proust, Sartre, Camus o Faulkner, los dueños del “boom” son unos clásicos que viven, como García Márquez y Vargas Llosa, ambos premios nobel, y que tienen ahora la oportunidad de ser revisitados.
“Serán revisitados para recordarlos, criticarlos y ponerlos en su sitio. Ellos dieron un salto hacia adelante y marcaron un punto de inflexión”, dice a Efe Juan José Armas Marcelo, director de la cátedra Mario Vargas Llosa, organizadora del congreso internacional sobre el “boom”, junto con Acción Cultural Española.
Y es que, al fin y al cabo, como escribió García Márquez, “la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.