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Poder

1 de Noviembre de 2012

Dueños de la Universidad del Mar conocían todos los cagazos de la casa de estudios

Todos los condoros, irregularidades y malos manejos conocían los dueños de la Universidad del Mar, entidad a la que se el Mineduc está solicitando su clausura. Según cuenta El Mercurio en su edición de este jueves, la situación se da a conocer por un email en que Alejandro Leiva, ex director de la cuestionada universidad, le envió a los fundadores, realizando un detalle pormenorizado de los cagazos del centro de estudios.

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Todos los condoros, irregularidades y malos manejos conocían los dueños de la Universidad del Mar, entidad a la que se el Mineduc está solicitando su clausura.

Según cuenta El Mercurio en su edición de este sábado, la situación se da a conocer por un email en que Alejandro Leiva, ex director de la cuestionada universidad, le envió a los fundadores, realizando un detalle pormenorizado de los cagazos del centro de estudios.

El correo electrónico de Leiva hacía ver sus intenciones de retirarse de la sociedad controladora porque el cargo no le otorgaba beneficio alguno.

Entre las razones de Leiva está que “lo más grave está dado por responsabilidad que como miembro de la junta debo afrontar ante una eventual quiebra de la institución, o en un proceso de revisión por parte de cualquier tipo de autoridad administrativa, pues son muchas las irregularidades existentes en la gestión administrativa de la corporación”.

De esta manera Leiva dice que “se han ocupado prácticas que desde mi punto de vista constituyen defraudaciones, por lo que el reproche no sólo es ético, sino que también penal”.

El director dispara criticando que “se ha perdido la capacidad de asombro” y cita solo como ejemplo que “nos parece normal que una sociedad en que participan 2 socios fundadores haya aumentado artificiosamente el monto de las rentas de arrendamiento, sin respetar las limitaciones de impuestas por la propia junta directiva”.

En el comprometedor mensaje se habla de irregularidades como a facturación por parte de los fundadores, de servicios nunca realizados, sedes quebradas y directivos que no pescaban ordenes enviadas desde la sede central.

Leiva sentencia que “son tantas las cosas anormales que en nuestra universidad parecen normales, que no podemos quejarnos del estado en que nos encontramos”.

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