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Mundo

27 de Noviembre de 2012

La historia del hombre que tendría que trabajar 45.000 años para pagar sus deudas

Se trata de un francés que le debe 6.300 millones de dólares a un banco. Es el hombre con más deudas en el mundo.

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Vía Semana

Jérôme Kerviel es una leyenda en Francia. Sin tener grandes apellidos ni ser un genio de las finanzas, casi deja al borde de la quiebra a uno de los bancos más antiguos de Europa, el Société Générale.

Como corredor de bolsa hizo transacciones por más de 50.000 millones de dólares, con documentos falsos y sin que nadie se diera cuenta, pero un día se arriesgó demasiado y perdió 4.500 millones y 2.000 más por cuenta de la crisis hipotecaria. Era octubre de 2008 y pasó de ser un oficinista promedio a convertirse en el hombre más odiado por los financieros, el más aclamado por los grupos anticapitalistas y, para su desgracia, el más endeudado del mundo.

La justicia francesa lo condenó a cinco años de cárcel, dos de ellos en libertad condicional, así como a devolver, a modo de indemnización, la astronómica cifra de 5.000 millones de dólares. Esta cantidad es apenas inferior al Producto Interno Bruto de un país como Nicaragua (7.297 millones de dólares en 2011) y para pagarlo Jérôme tardaría 45.000 años en base a su anterior sueldo (50.000 dólares mensuales) o 370.000 años si ganara el salario mínimo de Francia.

Algo impensable y aún más absurdo para un hombre de familia humilde, hijo de una peluquera y de un maestro, originario de un pequeño pueblo, que no tiene propiedad alguna y, por obvias razones, tampoco tiene un empleo.

Actualmente Jérôme, de 35 años, está pagando cargos por abuso de confianza, falsificación y uso de datos falsos en el sistema informático del banco. Sin embargo, él asegura que es inocente.
“Solo pretendía ser un buen empleado. Yo no era más que una pieza del engranaje y de repente me veo convertido en el principal culpable de la crisis financiera. No he ganado millones y no tengo un Porsche”, declaró en una entrevista al diario Le Parisien.

Durante el juicio, Kerviel aseguró que sus superiores estaban al tanto de sus operaciones especulativas y que lo presionaban para ganar la mayor cantidad de dinero en el menor tiempo posible. En un primer momento obtuvo ganancias de miles de millones para el Société Générale y recibió aplausos y palmadas en el hombro, así que continuó.

Empezó a trabajar en el banco en 2000 en el departamento encargado de detectar desfalcos y procedimientos sospechosos, por eso cuando ascendió al cargo de corredor de bolsa le fue tan fácil evadir los controles.

Algunos franceses se solidarizaron con Jérôme y creyeron su teoría de que simplemente fue un peón más en el ajedrez del capitalismo salvaje. Incluso, en las redes sociales le dicen “el James Bond de SocGen” y sus seguidores han liderado campañas en Facebook para que “cada francés done 75 euros a Kerviel”.

Ya es tan popular que se han escrito cinco libros sobre su vida, uno de ellos su autobiografía titulada “El engranaje, memorias de un trader”. Además, es el personaje principal de un cómic que lo pinta como un superhéroe que intenta derrumbar al sistema financiero y se piensa rodar una película sobre su caso, donde se espera que al recuperar su libertad él se interprete a sí mismo. Por si fuera poco, ya hay toda una línea de camisetas con frases alusivas a su caso como: Jesús no multiplicó los panes, se los dio a Jerôme Kerviel.

Nathan Williams, uno de los franceses que lidera el club de fans de Jérôme y que propuso la curiosa campaña para que le dieran a él el Nóbel de economía, le dijo a Semana.com: “Es absurdo que mientras pululan los ladrones de cuello blanco se culpe a una sola persona. Él hacía parte de un sistema que deja que los corredores jueguen monopolio con el dinero de los demás. Los bancos también deberían pagar y por eso lo apoyamos”.

Hoy Jérôme está condenado a estar endeudado de por vida. Una vez recupere su libertad, si vuelve a tener un trabajo estable, no volverá a disfrutar de su sueldo. El estado francés va a embargar cada centavo que reciba y todas las propiedades que adquiera y su pensión de jubilado, si llega a alcanzarla, hasta que solvente la deuda multimillonaria. Lo más frustrante para él es que quizás no le alcance la vida entera para pagar semejante cantidad de dinero y solo le dejará un déficit astronómico a sus hijos. Por fortuna, en Francia las deudas no se pasan de generación en generación.

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