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Opinión

9 de Diciembre de 2012

Evo íntimo en la soledad del poder

En el Palacio en el avión o en las calles, siempre está rodeado de gente. Cuando llega la noche está solo

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Por Pablo Ortiz para El Deber

Esta camisa era de cuando fui dirigente -dice Evo Morales-, hace tiempo que ya no la uso. El presidente acaba de abrir una caja azul que contiene 11 fotografías de 2005. Al principio, le cuesta reconocer el lugar, pero pronto ve el galpón de Lauca Ñ donde tantas veces reunió a los cocaleros de Chapare para tomar decisiones. “Estas fotos son de momentos cuando se definió el futuro del país, el destino de los bolivianos. Me siento un poco correctamente alimentado (gordo). Hemos rejuvenecido en lugar de envejecer”, dice, con una sonrisa de complacencia.

Han pasado más de siete años desde que esas fotografías fueron tomadas. Era junio de 2005 y Carlos Mesa había renunciado a la Presidencia de Bolivia. Ese día, un sábado, Morales reunió a los cocaleros para informarles cómo había caído el mandatario. Evo les dijo: “Compañeros, en diciembre podemos ser Gobierno. Hay que movilizarse para ganar con el 50% más uno”.

Nadie creyó que fuera posible. Hoy nadie duda de que el nombre de Morales se seguirá pronunciando después de que todos hayamos muerto, pero ahora, mientras acomoda las fotos en una mesa de mármol en el Salón Dorado de Palacio Quemado, Evo está dispuesto a mostrar su lado más humano.

– Quiero contarle de manera muy sincera que hace unos seis o siete meses tenía el colesterol muy elevado. Me han dado recomendaciones de alimentación y algún tratamiento que he cumplido al 100%. Cuando me hice el último chequeo en Cuba, Fidel me dijo: Evo, estás mejor que el año pasado.

Cuenta que, desde hace un par de años, dejó casi por completo la bebida; que antes de eso solía ‘escaparse’ cada tres o cuatro meses para tomar unas cervecitas con algunos amigos y compañeros en Cochabamba y Chapare. De lo que aún no puede escaparse es de la challa de Carnaval de Palacio, pero que se ha refugiado en el deporte.

Evo dejó de estar ‘correctamente alimentado’ cuando se lesionó la rodilla. Médicos bolivianos y cubanos se encargaron de su rehabilitación, pero él hacía trampa. Una vez los médicos terminaban la fisioterapia en la residencia de San Jorge, él se retiraba a su habitación y allí, solo, hacía más ejercicio pensando en recuperarse antes.

– Yo pensaba: ‘si no me sano, no sirvo ni para bailar ni para jugar fútbol’. Los médicos cubanos se dieron cuenta y me dijeron: ‘presidente está exagerando’.
Desde su lesión de rodilla, a diferencia de la política, evita poner la pierna fuerte en el fútbol. Dice que por su peso y por su edad (tiene 53 años) sería peligroso. Por eso debe cuidarse con la comida.

– Saludo a nuestro vicepresidente que parece el jefe de alimentación, a veces viendo y llamando la atención a las chicas que nos cooperan. El problema serio es que no tengo una familia que me acompañe, que se aboque a cuidar mi alimentación. A veces nadie se acuerda. El domingo fui a Toro Toro y a las seis de la tarde pedí una sopita. No había almorzado y encima había hecho deporte. Otra vez tuve problemas de mareo.

Mal de amores
Cuando era dirigente cocalero y diputado, Evo tenía fama de mujeriego. Incluso en 2005, cuando iba a la anticumbre de Las Américas en Mar del Plata, una periodista que esperaba entrevistarlo, por hacer tiempo, le preguntó si tenía hijos. Sí, le respondió. Tengo dos de 12 años, hombre y mujer. “Ah, mellizos”, dijo la periodista de Clarín. “No, no son mellizos. Es que yo no soy egoísta y quise que cada uno tenga una madre”, le respondió.

Ahora la situación no ha cambiado mucho. Los chismes de Palacio hablan de una mujer muy hermosa, rubia, de buen cuerpo que tiene el corazón del presidente. Él lo niega. Asegura que no tiene corteja. “Primero los periodistas, segundo los de seguridad, no te dejan”, dice.

Cuando se le sugiere que los periodistas son chismosos, pero los asignados a su seguridad pueden callarse, el presidente interrumpe: “No. Los más peligrosos son los de seguridad. Sacan informe por otro lado. Diría más bien que los militares son muy responsables. En la Policía, aunque tengo un grupo de seguridad de mucha confianza, con los que hago deportes, a veces llama un superior y les piden que den un informe en detalle. Y así se filtran las cosas”.

Es por eso que, a pesar de estar todo el día rodeado de gente, cuando llega la noche y sube a su habitación, Evo Morales, el hombre, está solo. Solo para ponerse a hacer abdominales y tratar de llegar a las 200 en tres series. Solo para sobrexigir su rodilla lastimada. Solo para quedarse dormido sobre una mesa mientras revisa algún informe. Tan solo como para invocar al ‘Evo Jefazo’ y tomar el teléfono para llamar a algún ministro para preguntarle sobre cualquier problema que tal vez pueda esperar unas horas. Solo como haber creado con el vicepresidente la rutina de llamarse tarde de la noche para comentar algún informe de última hora.

Tal vez sea por eso que duerme muy poco. Sus edecanes deben despertarlo entre las cuatro y media y cinco de la mañana, media hora antes de su primera reunión del día. Sin embargo, confiesa que sagradamente se despierta a las cuatro, que toma un baño y se recuesta un poco para secarse el pelo y descansar hasta que le toquen la puerta.
A veces, ese ritmo le pasa factura y le da sueño en Palacio. En esos momentos, se va a recostar en el cuarto que le han preparado cerca de su oficina. Pero no puede con su carácter y sigue controlando todo por teléfono hasta que se le pasa el sueño.

A todo eso se ha acostumbrado este hombre que en 2006, cuando asumió la Presidencia de Bolivia, tenía miedo de dormir en la residencia presidencial, que se quedó aun una semana en su departamento de Miraflores con la ilusión de que su vida no cambiaría tanto.

Familia
Lo que ahora lamenta es no haber estado más cerca de sus dos hijos, Eva Liz y Álvaro, cuando estaban creciendo.

– Debo reconocer que no estoy cerca de mis hijos. Nos comunicamos más por teléfono. A veces hablamos una vez al día, otra, cada dos días, pero también hay días que nos hablamos hasta cuatro veces. Estar en contacto de frente es difícil, pero como los dos ya tienen 18 años cumplidos, entienden perfectamente que su papá tiene actividades que cumplir. También ya tienen mayor evaluación de carácter social y felizmente han entendido. No gozan de ningún privilegio, ninguno maneja carro ni tampoco me lo exige.
Ahora ve que se casó con su cargo. Cuenta que después de un año en la Presidencia se dio cuenta de que, como Eva Liz y Álvaro vivían con sus madres, él no les dedicaba mucho tiempo y que se había dedicado por completo a sus labores de Gobierno. Lo mismo sucedía con García Linera. De ahí surgió el rumor de que ambos habían prometido no casarse hasta concluir su mandato, un chisme que Evo califica como falso.

Con orgullo dice que Álvaro se está preparando para ingresar al Colegio Militar de Aviación en Santa Cruz. “Por ahora está decidido, ojalá no cambie. Está encantado, pero a veces dice que es mucho encierro pero se está preparando física e intelectualmente para entrar”.
Álvaro, al igual que su padre, tiene porte de militar. Mide como un metro ochenta y es robusto. Eva Liz es más bien pequeña, menudita y cuando Evo habla de ella le dice ‘mi enana’.
Cuando se le pregunta qué estudia Eva Liz, Evo padre se sonroja y contesta con una risa nerviosa. “Yo no comparto mucho con los abogados, pero va a ser abogada”, cuenta, y suelta una carcajada. Evo tiene una relación difícil con los abogados. Por un lado, les pide que ‘arreglen’ las cosas legales después de que él toma una decisión. Por otro, les ha echado el apodo de ‘plátanos’ porque considera que todos nacieron torcidos.

El resto de su familia más cercana está conformada por sus hermanos Esther y Hugo. Tuvo alguna molestia con su hermano menor al inicio de su mandato, pero con Esther la relación siempre fue buena. Incluso ella soñaba que Evo se casara con la presidenta chilena Michelle Bachelet, porque consideraba que era igual de luchadora.
Hace diez días, en Isallabi, frente a la casa en la que los tres nacieron, Esther contaba lo difícil que era vivir ahí, cómo su madre se levantaba a las cuatro de la mañana a preparar el desayuno y cómo pasaban hambre cuando la cosecha se echaba a perder. “Eso sí, vivíamos dignos sin molestar a nadie”, dijo.
Hugo no disfruta tanto su papel de ‘hermano de’. Cuando se le pregunta si es verdad que Evo no respiró por sí solo al nacer, Hugo responde con desgano: “No sé, eso tendrías que habérselo preguntado a mi mamá. Evo es mayor que yo”.

Sin expresar ninguna emoción y sin el tono épico en el que relatan su vida Esther y Evo, Hugo dice que vivir ahí era muy difícil, que todos los días tenían que caminar kilómetro y medio para traer agua en cántaros para beber y cocinar. Lo paradójico es que Isallabi está rodeada por el lago Poopó, que siempre tiene agua, pero salada.
Vocaciones y visión

A la edad de Eva Liz y Álvaro, Evo soñaba con ser periodista y tenía un plan para conseguirlo. Ya vivía en Chapare y pensaba en ahorrar plata de su trabajo para irse a estudiar a Cochabamba. Todo se truncó cuando murió su padre y tuvo que encargarse de la producción familiar. Ahí también comenzó a ser dirigente cocalero y el resto de la historia es conocida.


Esther, Evo y Hugo son los tres hijos de Dionisio Morales y María Ayma que sobrevivieron. En total eran siete hermanos. Aquí aparecen frente a la casa de adobe en Orinoca. Es un día soleado, engañoso. En invierno, el frío es tan cruel que hay que tapiar las ventanas.

Pero lo más llamativo es por qué Evo quería ser periodista. Cuando se encontraba trabajando su chaco, escuchó en la radio que el presidente más joven de Latinoamérica era un ecuatoriano y era periodista.

Hay algo mesiánico y profético en todo lo que rodea a Evo. Es visto por algunos aimaras como el hombre que hará cumplir el pachakuti, el nuevo tiempo. Los evistas lo aclaman sin cuestionar sus errores políticos y él parece haber tenido siempre la sensación de que iba a llegar muy lejos. Cuenta la leyenda que cuando era adolescente fue a La Paz con sus compañeros de curso a conocer Palacio Quemado. Cuando pidieron ver al Presidente, los guardianes le dijeron que estaba muy ocupado. Dicen que ahí juró que sería Presidente y que siempre sería fácil verlo.

Puede que sea solo eso, una leyenda, pero lo cierto es que Evo siempre tuvo una especie de convicción de grandeza. La casa donde nació, el cuarto que habitaba cuando estudiaba en Orinoca, están intactos. Incluso tienen los póster de futbolistas y políticos que colgaba en los 70 y 80. Está todo listo, como esperando a que los trasladen al museo que conmemorará sus obras.

El amigo García Linera
Cuando una sequía seguida por una helada hizo comprender a su padre, Dionisio, que si seguía viviendo en Orinoca no iba a progresar, Chapare fue el destino de Evo. Atrás quedaron sus amigos de colegio, su años de trompetista de bandas como la 21 de Septiembre y la Imperial y su tiempo como entrenador de la selección de su cantón.
En Chapare se hizo dirigente deportivo y luego secretario general de su sindicato. Con eso hizo nuevos amigos, dirigentes como él que quedaban en el camino cuando se apartaban de la dirigencia y dejaban de verse.

Cuando se volvió diputado conoció nueva gente y un abogado jovencito empezó a defenderlo y a asesorarlo. Se llama Héctor Arce y hoy es diputado bajo su partido. Lo considera un buen amigo, pero sabe que si Arce deja la política se alejaría. “Mi forma de ser no ha cambiado, pero van rotando las amistades”.

Confiesa que extraña a sus padres, sobre todo si necesita a alguien que lo reconforte cuando se siente triste o desganado. “Lo sentí bastante cuando era dirigente.

Cualquier compañero o compañera jamás va a sustituir a la madre ni al padre. Aquí, en Palacio, tengo al hermano vicepresidente, que me anima cuando estoy triste. Le tengo mucho respeto, pero ahora tengo miedo de llamarlo a altas horas de la noche. Igual contesta cuando hay alguna emergencia, aunque siento que contesta más cansadito (desde que se casó)”, cuenta.

García Linera también se preocupa que esté vestido de acuerdo a la ocasión. Cuando recién asumió el cargo, Evo seguía usando chamarra y Álvaro le sugirió que siempre ande de saco. “Cuida mi imagen. Me dice, con mucho respeto, esos zapatos son para ‘jean’, no para trajes. Para mí, zapato es zapato, pero sigo sus recomendaciones”, asegura.

Confiesa que el único par de zapatos ‘de vestir’ que se compró fue con los que juró en enero de 2006. Después se compra zapatillas para jugar fútbol. El resto se los regalan para su cumpleaños. Les llegan tenis, chuteras y zapatos de vestir. Los que tenía puesto el día de la entrevista eran sport que no iban con su traje, pero les tiene cariño porque se los regaló su ‘enana’, Eva Liz.

En Orinoca los lleva puesto y combinan bien con los ‘jeans’ negros y la chamarra que completan su atuendo. Ahí no necesita traje ni pose. Ahí es él el que lleva el volante del vehículo y se siente tan cómodo que incluso bota a su seguridad para dejarse tocar, acariciar y mimar con sus familiares y amigos. Ahí puede asistir a una fiesta en un cerro y luego bailar durante horas en un coliseo cerrado al son de músicos folclóricos. Ahí puede olvidarse de que ya no se escapa para tomarse unas cervecitas y destapa una botella para brindar con su pueblo. Ahí vuelve a ser como ese dirigente que utilizaba las camisas a cuadro y que trataba de convencer a su gente de que es posible ser gobierno. Tal vez eso sea lo que necesita: escaparse más seguido.

Morales es un fanático de la velocidad. En la foto se lo puede ver junto a García Linera en la carretera entre Andamarca y Orinoca. Aceleró hasta los 130 km/h

PARA SEGUIRLE EL PASO HAY QUE IR A 130 KM/H
“No los sacrifiques tanto. Partan a las cinco, les da para llegar. Yo voy a estar allá a las 7:30”, sugiere Evo por teléfono a la ministra de Comunicación, Amanda Dávila. A los que no debe sacrificar es a los periodistas que esperan en Oruro para seguirlo en sus actos en Andamarca y Orinoca.

Evo llega a Andamarca con puntualidad de reloj suizo, a las 7:29. Ese fue el primero de seis actos que tuvo entre las 7:30 y 11:00. En todos ellos, pronunció un pequeño discurso, recibió ponchos y sombreros de regalo y comió y bebió todo lo que le invitaron. En todos ellos, las mujeres le llenaron la cabeza de mixtura en repetidas ocasiones e incluso se dio tiempo para parar en medio de la carretera a recoger gajos de lampaya, una hierba que sirve para hacer mate y que tomaba en su niñez.

A las 11:00 llegó a la casa donde nació y todo mundo quería tomarse una foto con él. Primero pasaron los ministros, luego los ocho gobernadores que lo acompañaban. Después fue el turno de sus hermanos y, por último, de la gente de su pueblo. Evo sonrió y se fotografió con todos, antes de participar de una siembra de árboles que confirmó que su destino es ser un solitario eternamente acompañado. Cada plantín de álamo venía acompañado, en pareja, con el nombre de un gobernador o ministro. Solo el que llevaba el nombre de Evo está destinado a crecer en solitario.

A partir de ese momento, Morales pareció que tuvo prisa. Junto al vicepresidente subió a una vagoneta último modelo y comandó la caravana. Para seguirle el paso hubo que ascelerar hasta los 130 km/h. En Orinoca le esperaban dos actos, uno para entregar cheques del programa Mi Agua y otro para poner la piedra fundamental de su museo.

Después de eso jugó fútbol de Salón durante más de una hora. Eran las 16:00 y la jornada apenas iba por la mitad. Después de ese maratón tuvo la suficiente fuerza como para irse a una fiesta patronal y luego volver y bailar hasta la 1 de la mañana. Esa noche, se corrieron apuestas sobre si despertaba temprano al día siguiente. A las 6:00, ya estaba invitando a los periodistas a desayunar una lagua de maíz a su lado. Así Evo es feliz. Admite que lo único que ha aprendido en Palacio Quemado es a renegar, a ser relacionador público de sus ministros.

“En Palacio solo he aprendido a renegar. A veces es más fácil que los dirigentes se reúnan conmigo que con algún ministro. Eso me hace renegar”

Lecciones para engañar a un campeón

– ¿Sabes cómo se le hace un gol de penal al Pato Fillol? Fácil. Los arqueros siempre se tiran para un lado o para otro, así que uno debe patear fuerte y al medio, como para fusilarlo.

Evo Morales juega al fútbol unas dos veces por semana. Ya es costumbre que lo haga frente a los mundialistas del 94 e incluso contra campeones del Mundo como Fillol, Cafú, Maradona o Bochini.
Asegura que tiene ‘de hijo’ al Mono Galarza, a quien le ganó una apuesta a los penales en La Paz y le colgó la pelota en un partido tras un pase magistral del exjugador Milton Melgar.

Evo como presidente jugó con todos sus ídolos de infancia. Tiró paredes con Carlos Aragonés y Ovidio Messa y se dio el lujo de jugar unos minutos con Pacho Góngora cuando inauguró el cesped sintétito de la cancha de El Tejar. Góngora era tal vez su jugador más admirado. A los 14 o 15 años incluso le imitaba el peinado con cerquillo y melena, hasta que su padre decidió “dejar su cabeza como la de un cristiano”, y le hizo un corte firpo. De los grandes, ahora solo le falta jugar con Lio Messi.

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