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Nacional

9 de Diciembre de 2012

Los silenciosos pasos del Mossad en Chile

  Por Carlos Basso www.w5.cl   Discreto por sobre todo, el Mossad, el servicio de inteligencia exterior de Israel, ha dejado pocas pero profundas huellas en la historia chilena. Pese a que el país no es un centro de operaciones para Israel ni figura dentro de sus principales preocupaciones, sí está permanentemente al tanto de lo que […]

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Por Carlos Basso

www.w5.cl

 

Discreto por sobre todo, el Mossad, el servicio de inteligencia exterior de Israel, ha dejado pocas pero profundas huellas en la historia chilena. Pese a que el país no es un centro de operaciones para Israel ni figura dentro de sus principales preocupaciones, sí está permanentemente al tanto de lo que aquí ocurre.

Esta nota, por ejemplo, pasará a formar parte de los dossiers de prensa que periódicamente recolecta el encargado militar de la Embajada en Santiago, que si bien no es un integrante del Mossad, generalmente es un experto en inteligencia (hay más de siete agencias de inteligencia en Israel).

Miembros del Mossad, de hecho, no hay en Chile, pues sus agentes operativos -los llamados “katzas”- no son más de 40. Son entrenados durante dos años en Tel Aviv y luego quedan a disposición de su servicio para ejecutar funciones en cualquier parte del mundo, aunque estas generalmente se han concentrado en Medio Oriente y Europa.

Pese a estos números aparentemente pobres, en realidad el Mossad cuenta con cientos de miles de ayudistas -en la jerga de la inteligencia chilena- que son conocidos como ”sayanin”. Se trata de israelís o descendientes de tales residentes en distintos países, los cuales proporcionan auxilio en lo que sea: dinero, la obtención de documentos, vehículos o cualquier elemento necesario para una operación. Son cerca de una docena de “sayanin” los que se estima que el Mossad tiene en forma activa el Mossad en Chile y son ellos quienes periódicamente envían informes a la embajada capitalina, básicamente sobre actividades neo nazis y pro palestinas, así como de actualidad política nacional.

Uno de los puntos permanentes de mirada de los “sayanin” locales, así como de las autoridades de la embajada de Santiago, son los movimientos de simpatizantes del movimiento shiíta Hezbolláh, cuyos nexos en Iquique se conocieron algunos años atrás, cuando incluso la CIA intentó realizar un operativo en contra de un supuesto financista del Hezbollá en dicha ciudad.

Tampoco es para nadie un misterio que tienen una atención permanente sobre las actividades de la embajada de Irán en Santiago, sobre todo luego de que en 1992 se produjera el atentado explosivo que destruyó la embajada de Israel en Buenos Aires, cuando 8 diplomáticos iraníes estacionados en Argentina fueron trasladados a Chile, luego de lo cual se les perdió el rastro.Hasta el día de hoy, esos diplomáticos son los principales sospechosos del atentado, lo que se confirmó cuando un tiempo después de éste, en un discurso televisado el ayatola Ali Akbar Meshkeni calificara como un acto “positivo” el bombazo, que dejó 24 muertos, el cual dijo –equivocadamente- había sido cometido en Chile.

Los “sayanin” locales se encuentran repartidos principalmente en Santiago, Concepción y Valparaíso y pese a que ninguno de ellos ha actuado operativamente, es bien sabido en los círculos locales que algunos de ellos cuentan con cierto grado de instrucción en combate e inteligencia. Debido a su formación casi militar, cuando requieren cobertura de seguridad para sus actos –por ejemplo, la celebración del día de Yom Kippur- generalmente se relacionan con la inteligencia policial de Carabineros.

El Mossad puso su atención en Sudamérica a fines de los años 50, cuando además de su preocupación por el tema palestino, estaba la caza de criminales nazis. Famosa es la historia de Adolf Eichmann, secuestrado en Buenos Aires en 1960 por un comando del Mossad (y luego ejecutado en Israel), así como la persecución que este servicio realizó durante varios años en contra de Joseph Mengele, infructuosamente.

Menos conocida es la operación realizada en 1965 en Montevideo, donde varios de los integrantes del mismo comando que secuestró a Ecihmann, asesinaron al ex nazi letón Herbert Cukurs, quien residía en Río de Janeiro y en contra del cual montaron una impresionante operación de inteligencia para llevarlo a Uruguay y matarle allí, por un motivo muy simple, que se explica con lujo de detalles en esta nota.

Menos conocida, sin embargo, es la actuación del Mossad en el Gobierno Militar. Víctor Ostrovsky, un “katza” que desertó a principios de los años 80, asegura en su libro “Mossad” que a fines de 1975 la inteligencia naval de Israel averiguó que Egipto había comprado misiles Exocet. Como sabían que Francia no se los vendería -porque los copiarían- los israelíes decidieron buscar afuera alguien que les vendiera la cabeza de un misil, y así saber a qué se estaban enfrentando.

De este modo, se efectuó un estudio de los países que estarían en condiciones de hacer el negocio y se eligió a Chile. Para ello, uno de los más altos agentes del Mossad, Nahum Admony, negoció personalmente con Manuel Contreras la adquisición de una cabeza de Exocet. A cambio de ella, un grupo de oficiales y suboficiales de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) recibió adiestramiento de élite de parte de las fuerzas de seguridad israelíes. Y no sería lo único. Según informaciones recogidas en el mundo de los Derechos Humanos, Contreras habría recibido un millón de dólares por la “gestión”.

De hecho, pese a cualquier cosa que se pudiera pensar, las relaciones entre el Gobierno Militar y Tel Aviv siempre fueron al menos nominalmente buenas. Cuando se produjo la desaparición del norteamericano Boris Weisfeiler (nacido en Rusia y de ascendencia hebrea), quien se perdió en las cercanías de San Fabián de Alico, en 1985, muchos apostaron a que se trataba de un agente del Mossad siguiendo la pista de algunos criminales de guerra nazi supuestamente ocultos en los contrafuertes cordilleranos del cajón del Ñuble.

Por cierto, Boris no era agente de nada, sino un matemático solitario, que rehuía de las personas y que gustaba del aire libre. Hasta el momento, de hecho, ni siquiera se ha podido probar alguna participación de Colonia Dignidad en su desaparición (hay ex miembros del Ejército y Carabineros procesados por ella), entre otras cosas porque quien aparecía claramente implicado en ella según el extravagante testimonio de un informante secreto era Paul Schäfer, actualmente fallecido.

Como fuera, tras la desaparición de Wesifeiler el Mossad efectuó una serie de discretas averiguaciones. Según el antiguo periodista chileno Osvaldo Muray, un oficial de ese servicio incluso se reunió con los líderes de Colonia Dignidad, quienes le aseguraron que no tenían nada que ver.

Hayan sido ciertas o no las relaciones de los habitantes del enclave con la inteligencia israelí, un hecho que demostraría las buenas relaciones entre la CNI y el Mossad en esos años es que cuando el informante que implicó a Schäfer en el caso llegó al consulado de Estados Unidos en 1986 a entregar antecedentes, dijo que antes de ello pensó ir a la Embajada de Israel, pero que luego prefirió no hacerlo debido a los vínculos entre esa repartición y la desaparecida Central Nacional de Informaciones.

Las uvas envenenadas

Uno de los personajes más polémicos de la historia del Mossad ha sido Ari Ben Menashe, un alto oficial de esa entidad que estuvo 11 meses preso por su participación en el escándalo Irán-Contras, en el cual actuó vendiendo armas a diestra y siniestra junto al coronel norteamericano Oliver North.

Según relata Gordon Thomas en su libro “Los espías de Gideon” (traducido al español como “Mossad”), uno de los implicados en el caso Irán-Contras fue Amiram Nir, asesor del primer ministro en antiterrorismo. Este falleció en un extraño accidente de aviación acaecido luego que Ben Menashe lo visitara en Londres en 1988, para preguntarle qué iba a decir cuando fuera llamado a declarar en el juicio contra North.

La respuesta de Nir fue que comprometería seriamente a Israel en el escándalo, así como a los gobiernos de Sudáfrica y Chile. Tras ello, el 30 de noviembre de 1988, Nir viajó a México, donde representaba una firma productora de paltas. El avión se accidentó y él falleció.

El 1 de diciembre; es decir, dos días después, Thomas cuenta que “Ari Ben Menashe salía de una oficina de correos en el centro de Santiago de Chile. Iba acompañado por dos guardaespaldas, que ahora consideraba necesarios para su protección”.

En ese momento aparece el testimonio de Menashe: “de repente, la vitrina que acababa de pasar se hizo trizas. Luego algo se incrustó en el maletín metálico que llevaba. Los dos guardaespaldas y yo nos echamos cuerpo a tierra al darnos cuenta de que alguien nos disparaba”.

Thomas no arroja mayores luces sobre el asunto en el libro. Ben Menashe, consultado al respecto, no quiso contestar ninguna pregunta al respecto, la más obvia e intrigante de las cuales es qué hacía en Santiago.

Un esbozo de respuesta, sin embargo, lo aportó él mismo en su libro “Ganancias de guerra: al interior de la red de armas Israel-Estados Unidos”. En uno de sus capítulos, relata que –como lo sabe todo el mundo- tras la derrota de Pinochet en el plebiscito del 5 de octubre de 1988, se agudizaron las diferencias entre el ahora desaforado senador y el general Fernando Matthei, el primer integrante de la junta en reconocer el triunfo del “No”.

Uno de los de motivos de las diferencias –asegura- es que Matthei estaba empeñado en detener lo que llama “tráfico de armas no convencionales y químicas” a Irak. Bien es sabido que Carlos Cardoen vendió bombas de racimo a Saddam Hussein en los años 80, justo cuando Estados Unidos proveía de todo tipo de armas a quien luego sería su bestia negra en los años 90. Mucho se ha rumoreado además sobre el tema de las armas químicas, pero hasta el momento no se ha comprobado. Por su parte, Ferrimar, la empresa chilena creada como competencia a Cardoen, proveyó también de bombas de racimo y quizá qué más al régimen iraní del Ayatola Jomeini.

De acuerdo a la versión de Ben Menashe, él también estaba intentado lo mismo, debido al peligro que Irak significaba para su país, lo que enfureció a la administración republicana en EEUU, por el negocio que tenían en el caso Irán-Contras.

En función de ello, el ex agente del Mossad culpa a la inteligencia de EEUU de haber planificado el envenenamiento de las uvas chilenas en el puerto de Filadelfia, en 1989, lo que significó pérdidas por 800 millones de dólares al país, debido a la prohibición de exportar. Esta restricción, asegura Ben Menashe en su libro, sólo se levantó una vez que Matthei –históricamente ligado a los agricultores y lejos la figura más moderada de la Junta de Gobierno- perdió todas sus influencias.

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