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Opinión

2 de Enero de 2013

Mala conciencia

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A Jorge Edwards “Persona non grata” lo hizo conocido mundialmente, y resentido en Chile y otros lugares. Luego siguió escribiendo sobre asuntos ligados a su linaje, por llamarlo de alguna manera, que entretejió con la historia de Chile. La oligarquía suele contar la historia como si se tratara de un ovillo desmadejado por un apellido. […]

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A Jorge Edwards “Persona non grata” lo hizo conocido mundialmente, y resentido en Chile y otros lugares. Luego siguió escribiendo sobre asuntos ligados a su linaje, por llamarlo de alguna manera, que entretejió con la historia de Chile.

La oligarquía suele contar la historia como si se tratara de un ovillo desmadejado por un apellido. Vinieron los premios. Hace poco Edwards escribió sobre Lihn, o un poeta parecido a Lihn, y el resultado fue terrible. Desde Francia se comparó con Montaigne y, en sus ojos, salió bien parado de la justa. Ahora, ya sin ambages, aunque los disfraces de sus libros anteriores eran transparentes, vestidos usados con tedio, escribe sobre la primera parte de su vida en “Los círculos morados”.

Los últimos libros de Edwards, y “Los círculos morados” por sobre todos ellos, son paradójicos. Son relatos de una vida sin pausa y sin tregua, nerviosa y acontecida, pero son también aburridos. El camino que va de la memoria a la escritura es para Edwards un problema insoluble. Donde otros consiguen desplegar sobre una mesa el mapa de su historia y contar con gracia el viaje de una edad a otra, de un lugar a otro, el protagonismo de Edwards es desmedido, incluso para un libro de memorias. Quizás su error principal es el que cometen todos los que han rondado el poder sin realmente nunca tenerlo: creen que la pura presencia es un imán, una luz que atrae a los interesados a un espacio del mundo velado e inaccesible.

“En diversos momentos de mi infancia… tuve visiones agudas, intensas, aunque siempre breves… de esa injusticia social dramática que nos mostraba el padre Hurtado”. Nótese: breves. Y aunque breves, para Edwards moldean una especie de mala conciencia que inunda, y hunde, “Los círculos morados”.

En la imagen que Edwards construye de sí mismo él es el distinto de la familia y de su clase (no por nada su tío Joaquín siempre ha sido algo como un modelo de vida para él). Si en sus otros libros ya quedaba muy claro que la personalidad del escritor Edwards se armó desde esa diferencia buscada con la familia (nada de malo hay en eso), en “Los círculos morados” ese relato se intensifica.

En escasos momentos Edwards consigue sacudirse de la modorra de la vanidad para contar sin empalagos un par de historias. Una de esas es la ya difundida historia del abuso sexual de un jesuita. Es un episodio bien contado e inusual por su sinceridad. “Los círculos morados” es un libro flojo, pagado muy caro de sí mismo, cuya prosa es correcta, adjetivada con menos justeza de la deseable. Ni siquiera los eventos del libro pueden ser catalogados de novedosos: muchos aparecen oblicuos en los cuentos y novelas y demás libros de memorias del Premio Cervantes.

Los círculos morados. Memorias I.
Jorge Edwards
Lumen, 2012, 379 páginas

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