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Nacional

29 de Enero de 2013

La tragedia de la ruleta rusa de Peñalolén

El lunes 11 de diciembre del 2011 se encontró un cuerpo calcinado en un sitio eriazo a 34 metros del camino en Diagonal Las Torres a la altura del 2700. Se trataba de Víctor Fabián a quien sus amigos y familiares llamaban por su segundo nombre y que había estado desaparecido desde el jueves 8. […]

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El lunes 11 de diciembre del 2011 se encontró un cuerpo calcinado en un sitio eriazo a 34 metros del camino en Diagonal Las Torres a la altura del 2700. Se trataba de Víctor Fabián a quien sus amigos y familiares llamaban por su segundo nombre y que había estado desaparecido desde el jueves 8. Ese día era feriado y Fabián llegó a una casa abandonada en el 5690 del pasaje 9 en la población Las Torres en Peñalolén. Ahí estaban Luis Ávila, apodado el Gasco, Luis González, su hermana Jocelyn, conocida como Coti, y otra mujer. Iban a ver el partido de la U contra Liga de Quito por la Copa Sudamericana.

La familia de Araya dice que lo mataron para que no hablara, pero los tres acusados, el Gasco y los hermanos González, dicen que se trató de un juego de Ruleta Rusa que se salió de las manos por la droga y el alcohol. Pero más allá de las distintas versiones, lo concreto es que Fabián recibió un disparo en la cabeza cerca de las 17 horas y que luego su cuerpo fue envuelto en un cubrecama y dejado en el patio hasta que oscureciera. Las manchas de sangre fueron limpiadas del suelo y un pedazo de alfombra fue recortado.

A eso de las tres, el cuerpo es subido al auto de Coti, que es manejado por Ávila. Coti pasa cinco lucas para comprar bencina que llevan en un bidón. En el camino ella dice que el combustible no va a alcanzar. La segunda mujer también los acompaña cuando trasladan el cuerpo a un peladero cerca de la Universidad Adolfo Ibañez donde es rociado con bencina e incendiado. El Gasco dice que tiró el revólver al cajón San Carlos y todos son detenidos, menos la otra mujer involucrada, ya que ella es la principal testigo de la fiscalía porque cuando ocurrió el crimen estaba en una pieza. Ella fue también quien hizo la denuncia a Carabineros, luego de confesarle a su mamá y de haber sido amenazada por tres días.

Cuando esta joven guía a Carabineros hacia el lugar donde se encontraba el cuerpo, estaba a varios metros del lugar donde había sido incendiado y se podía identificar por la gran mancha negra que había en la superficie. Se cree que los animales lo arrastraron en su intento por comerlo, porque las piernas de Fabián estaban reducidas sólo a huesos.

Cuando llegan los primeros uniformados aún encuentran algunos animales pequeños rondando el cuerpo que a esas alturas sólo pesaba 21 kilos.

El miércoles de la semana pasada comenzó el juicio oral contra los tres imputados por este homicidio, que hasta antes de diciembre de 2011, eran conocidos por ser amigos de toda la vida con la víctima.

El Tripa

A Fabián también le decían el Tripa. Desde que tenía un año vivió con sus papás en el pasaje 9 de la población de Las Torres, en Peñalolén. Ahí nació su hermana, Jesica. Ahí pasó su infancia y ahí los cuatro enfrentaron la violencia intrafamiliar de sus padres. Pero a nadie le tocó peor que al Tripa, a quien, en medio de todo esto, su padre lo acuchilló.

La familia trabajó para seguir adelante. Fabián retiró la denuncia y logró perdonar a su padre. Pasaban mucho tiempo juntos, jugando a la pelota o cuando el Tripa iba a trabajar al negocio que su papá tiene en La Vega. “Mi papá no es alguien que te vaya a decir que te quiere o te haga cariño, pero lo demuestra de otras formas”, cuenta Jesica, y agrega que el mayor dolor de su padre es haberlo atacado años atrás y ahora haberlo perdido.

El Tripa de chico era inquieto. A su mamá la mandaban a llamar a cada rato “porque andaba haciendo chulerías arriba de las mesas. Se paraba y bailaba”, cuenta su mamá, Matilde Eyzaguirre. Sufría déficit atencional y estuvo en varios programas especiales para ayudarlo a concentrarse, pero cuando terminó quinto básico se cabreó y dejó el colegio. A los 17 años, como muchos del pasaje 9, empezó a consumir pasta base: “yo no te voy a mentir, él era drogadicto, pero era respetuoso y no era para que lo mataran así”, dice Jesica. Una vecina, que lo conoció de toda la vida, agrega que aunque él se drogaba, “no era fanático. Cuando tenía plata consumía y cuando no, no”. Incluso, el Tripa había dejado la pasta base varias veces. Se encerraba en su casa, donde su mamá lo cuidaba y le preparaba la comida: “mi mamá nos ama a los dos, pero de distinta forma. Él siempre fue más niño, más regalón”, cuenta Jesica.

También pasó tres meses limpio cuando estuvo trabajando en el taller mecánico de su primo. “Eso le encantaba. Nunca lo estudió pero era muy inteligente y hábil y te desarmaba un auto y te lo volvía a armar”, recuerda Jesica. También dice que luego se fue del taller porque “prefirió la vida fácil no más, en la casa de mi mamá”. Ambos crecieron juntos, aunque tenían dos hermanos por el lado de su mamá, pero que no vivieron con ellos. Tenían ocho años de diferencia y un mes antes de que Fabián fuese asesinado nació el hijo de Jesica. Al Tripa le gustaban los niños y cuando vio a su sobrino, le prometió a su hermana que dejaría las drogas para ser un buen tío. Buscaría trabajo para comprarle ropa y juguetes. La semana antes de morir, se la pasó encerrado en la casa, sin consumir.

Por eso la familia no cree la versión de los acusados cuando dicen que el Tripa llegó drogado y tomado a la casa abandonada donde Jocelyn se estaba quedando. Dicen que esa casa es conocida por ser el lugar al que se va a buscar drogas. Una vecina cuenta que Fabián estuvo en su casa una hora antes de morir: “estaba bien, no andaba drogado ni nada”, dice. De hecho, el informe toxicológico tampoco encontró sustancias ilegales en el cuerpo, pero según Carrión, el abogado defensor, esto se debe al efecto del fuego.

Al Tripa lo definen como un cabro alegre y chacotero, que se paseaba bailando por el pasaje. A quien las vecinas le pedían que fuera a buscar a los niños cuando andaban en la calle o que los acompañara al paradero. Se daba con los niños, pero él no quería tener los suyos: “no, porque yo consumo, no tengo nada para darle. Si tengo un hijo lo voy a traer a puro sufrir”, le respondía a su hermana cuando ella le pedía un sobrino. Por eso dicen que era consecuente, y aunque “era mujeriego, era respetuoso. Es que siempre lo querían controlar, y él era así más libre, entonces no duraban”, dice Jesica, aunque agrega que “sólo dos veces lo vi enamorado. A los 18 y como a los 26”.

Para Jesica y para Matilde, la teoría del juego de la ruleta rusa no tiene sentido. Dicen que el Tripa nunca tuvo un arma y no le gustaban, que jamás habría jugado a apuntarle a alguien. “Mi papá siempre le enseñó que los problemas se resolvían como hombre, a los combos”, dice Jesica. Lo mismo señala su madre, “él tenía su genio, pero nunca con armas”. Matilde cree que el Gasco le tenía envidia a su hijo “porque yo trabajaba mucho y le compraba siempre la ropa más linda, zapatillas Nike”. Lo mismo agregan sus vecinas: “él era drogadicto, pero andaba siempre bien vestido y perfumado”, dicen. Y, al igual que la fiscalía, creen que esto fue un homicidio planeado por los tres acusados, pero especialmente por Jocelyn, porque Fabián era muy amigo de su pareja, Patricio Droguett. Creen que Fabián habría descubierto una relación entre la Coti y el Gasco y habrían matado a Fabián para silenciarlo.

Por eso, además están pidiendo $150 millones de pesos por daños morales, ya que aseguran que los tres acusados habrían llevado tanto a Matilde como a Jesica a buscar al Tripa mientras estaba desaparecido. Todo en el mismo auto que usaron para llevarlo al peladero, manejado por el Gasco. Pararon en varias comisarías a preguntar si estaría detenido: “por eso yo nunca me imaginé que ellos habían hecho eso”, dice llorando Matilde en la audiencia. Además, con Luis eran amigos de toda la vida. “Cuando al Gasco lo echaron de su casa, andaba cagáo de hambre un día, y mi hermano lo llevó a comer a la casa. Lo sentó y le sirvió un plato”, recuerda Jesica.

No era normal que el Tripa se desapareciera así como así. Siempre llegaba a dormir a su casa o avisaba. Ese 8 de diciembre dijo que iba a comprar cervezas y salió de su casa. Cuando no llegó en la noche, su madre se puso nerviosa inmediatamente. Asustada, Matilde despertó a su esposo: “Anda a buscarlo donde esa hueona”, le dijo él, refiriéndose a la Coti, porque presentía que podía estar ahí. Matilde fue y le dijeron que se había ido hace rato, mientras su cuerpo aún estaba en el patio.

El Gasco
Luis Ávila es el menor de dos hermanos. Sus padres se separaron cuando eran chicos, pero siempre se siguieron llevando bien. Su padre vive en Pudahuel y su mamá en Las Torres, en Peñalolén. A veces su padre se queda a dormir en Las Torres y viceversa.

El Gasco nunca tuvo problemas en el colegio, era piola, pero a los 14 se metió en la droga. Conoció al Tripa y a la pasta base. Los sueños de trabajar en mecánica llegaron hasta ahí y también el colegio, que dejó en primero medio. Los narcos le pasaban droga al Gasco para vender y él la consumía. Se escondía y pedía plata prestada, 50 lucas cada vez, para poder pagar. La cosa seguía escalando y Luis robó algunas casas por Peñalolén, pero los pacos lo agarraron cuando robó un celular en Plaza Italia. Esa vez lo soltaron.

Su mamá, cansada de las drogas, le sacaba la cresta: “pero así y todo, el nunca le faltó el respeto. Nunca un garabato ni le levantó la voz”, señala un familiar que prefiere no dar su nombre, y recalca: “incluso él es medio cobarde, no es choro”. Esta persona cree que todo se debió al exceso de drogas. El mismo Gasco señaló en la audiencia que “estaba voláo” cuando le disparó a Fabián.

Ese diciembre de 2011 iba a ser el primer año en que Luis pasaría la Navidad sin su mamá y su hermana. Dos veces había intentado tratar su problema con las drogas, una en un Centro camino a Lonquén y otra en Cristo Vive: “pero se fue porque le robaban las cosas”, señala un cercano. Pero la rehabilitación vino cuando empezó a pololear con su actual pareja, a quien conoció ahí mismo en la población Las Torres. Con ella partió hacia el sur, a Puerto Saavedra, cerca de Temuco. Se llevaron mucha ropa para vender allá, pero les perdieron la maleta en el bus. Él se puso a trabajar en la Conaf y ella pronto quedó embarazada de una niña. Alcanzaron a estar ahí seis meses. Ese diciembre Luis quería pasar la Navidad con su mamá y su hermana, por eso viajaron a Santiago, pero al final acordaron que su madre viajaría al sur y los acompañaría.

Cuando Luis venía a Santiago se quedaba en la casa de su padre en Pudahuel, pero esta vez decidieron alojarse en la casa de unos amigos de su pareja en la población Las Torres. Luis le dijo a su mujer que iba a comprar bebidas y se fue a la casa abandonada. Ahí estaban empaquetando droga cuando llegó el Tripa. Según el Gasco, Fabián venía drogado y ahí siguió fumando. En algún momento, la otra mujer que estaba en la casa le habría pasado un arma porque ella estaba teniendo problemas con gente de la población. Sin embargo, en su relato señala que el Gasco siempre tuvo el arma y que llegó a la casa “como diciendo aquí vengo yo”, cuenta. Y dice que cuando él llegó, empezaron los problemas.

Más allá de eso, Ávila señala que le dijo al Tripa que jugaran a la Ruleta Rusa. Sacó las seis balas que tenía el arma, las botó a la basura e introdujo sólo una. El Gasco, parado frente a la puerta de entrada, giró la nuez, apuntó a Araya que estaba sentado sobre un parlante y apretó el gatillo. Nada. El Tripa hizo lo mismo. Nada. Ávila repitió y salió la bala. Le llegó a Araya en la cabeza y se desplomó sobre un panel. La mujer salió de su pieza al escuchar el ruido y vio al Gasco con el arma en la mano. Les gritó que no podían dejar el cuerpo ahí. Lo envolvieron en el cubrecama de quien ahora es testigo de la parte querellante y lo dejaron en el patio hasta la madrugada. Con otro cubrecama, la mujer envolvió a los hijos de Jocelyn que estaban en la casa y los sacó al patio. Ávila se fue a buscar el auto de Jocelyn y se llevaron el cuerpo para luego quemarlo.
Cuando la testigo confieza el crimen y lleva a la policía hacia donde estaba el cuerpo, toman detenidos al Gasco y a la Coti. Luego recogen a Luis Alfredo, el hermano de Jocelyn. Los hermanos quedan en libertad mientras el Gasco está desde entonces en prisión preventiva. Mientras está en Santiago 1, nace su hija. La conoce ahí mismo en la cárcel y desde entonces la ha visto pocas veces. Los días de la audiencia, tres mujeres se turnan para cuidarla en el pasillo mientras se escuchan sus quejidos entre los relatos de los testigos.

Los hermanos González
Jocelyn González tiene dos hijos con Patricio Droguett, pero cuando él cayó preso, ella se encargó del negocio de la droga. Eso dicen los vecinos del pasaje 9. Y el Tripa se encargó de ellos. Como Fabián era muy amigo del Pato, éste le pidió que cuidara a su mujer y sus hijos. Fabián se lo tomó en serio. Manejaba el auto de la Coti y la llevaba a todas partes. Les llevaba comida porque, según dicen los familiares del Tripa, “ella no hacía nada, ni les cocinaba”. También dicen que los niños no iban al colegio si es que no los llevaba el “Pipa”, como le decían, porque no podían pronunciar “Tripa”.

Años antes, Fabián había invitado al Pato, la Coti y sus hijos a pasar vacaciones en la casa de su tío en el sur. La familia del Tripa cree, como lo intentó demostrar la abogada querellante, que Fabián habría descubierto una relación amorosa entre la Coti y el Gasco, y que sus intenciones eran contarle a Droguett, por eso lo habrían matado.

Cuando la otra joven que se encontraba en la casa escucha el disparo, se dirije al living. Ahí ve al Gasco abrazando al Tripa gritando: “lo maté, lo maté”. Luis Alfredo, el hermano de la Coti llora. El Gasco también. Durante los días siguientes, los tres se habrían dedicado a amenazar a esta testigo para que no hablara. Su madre ha dicho que en una de estas ocasiones ella se subió al auto de la Coti, donde la tenían: “Ya. ¿Qué pasó?”, pregunta la mujer. “Yo lo maté, tía, yo me voy a echar toda la culpa”, habría respondido el Gasco. Él y Luis Alfredo lloraban. “Ella (Jocelyn) se mantenía intachable, como si nada hubiese pasado”, relata la madre. El Gasco le habría dicho que se quería entregar, pero que por favor le diera un día.

Esta última versión no es creída por los cercanos a Ávila, quienes señalan que “es ridículo” pensar que el Gasco y la Coti estuvieran involucrados sentimentalmente y que él estaba enfocado en su familia y en salir de la droga. Saben que cometió un error, pero creen que los tres deberían pagar por igual. No entienden por qué Ávila lleva más de un año preso y los hermanos González están en libertad. Esto tampoco tiene sentido para la familia del Tripa, que ha sido amenazada por otros de los 12 hermanos González. Se los encuentran en la calle como si nada.

Durante la audiencia, se mostraron fotografías de la autopsia y Jesica prefirió salir. Matilde aún no llegaba porque su declaración sería más tarde. Otros dos de los hermanos González estaban entre el público, y mientras Ávila miraba al suelo, ellos reían.

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