Vía El País Un libro excepcional recorre en secreto las mesas de los periodistas del siglo XXI; es el homenaje que se le debe al mejor periodista en español del siglo XX, Gabriel García Márquez. Se titula Gabo periodista y un día cada uno de los ejemplares que ahora son gratuitos valdrá mucho dinero. Lo […]
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Un libro excepcional recorre en secreto las mesas de los periodistas del siglo XXI; es el homenaje que se le debe al mejor periodista en español del siglo XX, Gabriel García Márquez.
Se titula Gabo periodista y un día cada uno de los ejemplares que ahora son gratuitos valdrá mucho dinero. Lo ha publicado el Fondo de Cultura Económica con el auspicio editorial de la Fundación para el Nuevo Periodismo y el patrocinio, entre otros, de la Fundación Ardila Lülle.
El libro no se puede vender, por eso ahora los periodistas que lo tienen lo guardan bajo llave en sus redacciones, porque después de Cien años de soledad, que ha vendido cientos de millones en todo el mundo desde que salió en 1967, no ha habido para el oficio libro tan apetitoso.
El atractivo no reside solo en la memorabilia gráfica que contiene (Gabo en todas las situaciones, las grandes y las pequeñas, con Mercedes, su mujer, con mandatarios del mundo, con periodistas jóvenes y viejos, de joven de bigote negro y de viejo con bigote ralo) sino la idea editorial que lo sustenta.
Grandes periodistas de todo el mundo de nuestro idioma (y lenguas adyacentes: está Jon Lee Anderson, el destacadísimo periodista anglonorteamericano) han seleccionado para este libro espectacular aquellos textos periodísticos que a lo largo de su historia firmó (a veces con seudónimo) el autor de El coronel no tiene quien le escriba. Ahí están, sacando ese jugo de guayaba con el que el maestro condimentó su inmensa producción, paisanos suyos como Jaime Abello (el director de la Fundación para el Nuevo Periodismo, creación de García Márquez), Héctor Abad, José Salgar, Enrique Santos Calderón, María Teresa Ronderos, María Jimena Duzán, María Elvira Samper… Son todos los que están: los mexicanos Alma Guillermoprieto (que es de todas partes) y Juan Villoro, el argentino Martín Caparrós, los españoles Muñoz Molina, Joaquín Estefanía y Álex Grijelmo, el venezolano Teodoro Petkoff, el nicaragüense Sergio Ramírez, el francés Jean-François Fogel… Héctor Feliciano presenta el volumen y lo concluye con una curiosa conversación (de monosílabos, casi) con Mercedes Barcha. La semblanza de Gabo es del hombre que quizá más sabe del escritor de Aracataca, Gerald Martín, el autor de la monumental biografía que publicó Debate en 2009.
Tesoro inencontrable
Lo que hace al libro un tesoro pronto inencontrable, a no ser que la fundación y la editorial lo conviertan en un volumen de venta al público, es el criterio de selección que han aplicado esos escritores o periodistas a la obra de Gabo, a lo que constituye el corpus más diverso posible de un cronista ante su tiempo, desde que era un joven de canillas transparentes en Barranquilla o Bogotá, hasta que, ya laureado por el Nobel, siguió haciendo periodismo e incluyo creyendo que había espacio para crear nuevos periódicos en un mundo que le estaba diciendo adiós a la letra impresa.
Aquí están algunos de los textos memorables del periodista al que todos llaman Gabo. Desde la explicación de su desdén por las entrevistas, a la naturaleza de Noticia de un secuestro, la crónica del encuentro con Shakira o la ahora aún más reveladora entrevista con Hugo Chávez, volando juntos desde La Habana a Caracas. Esa conversación en el aire que termina así: “Mientras se alojaba entre sus escoltas de militares condecorados y amigos de la primera hora, me estremeció la inspiración de que había viajado y conversado a gusto con dos hombres opuestos. Uno a quien la suerte empedernida le ofrecía la oportunidad de salvar a su país. Y el otro, un ilusionista que podía pasar a la historia como un déspota más”. Lo publicó en Cambio, Bogotá, el 1 de febrero de 1999.
Hay crónicas magistrales, apuntes pequeños (Eisenhower comprando juguetes para sus nietos en medio de una conferencia decisiva en el centro de la guerra fría) o grandes reportajes, como la crónica minuciosa del levantamiento de los sandinistas. Sus crónicas, muchas de las cuales aparecieron en EL PAÍS, suponen hoy un símbolo del periodismo de cualquier tiempo para enseñanza de los que ahora abordan el oficio creyendo que quizá pueden escribir sin ver. El magisterio de García Márquez se ha basado en su capacidad para mirar. Y aquí está, en 597 páginas, el más apretado reflejo de su contribución al mejor oficio del mundo.