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Planeta

11 de Febrero de 2013

Los indígenas que corren más de 100 kms para llevar marihuana a EE.UU.

Vía Kienyke.com Pueden correr más de cien kilómetros calzando unas primitivas sandalias de suela de llanta y atravesar desiertos bajo un sol abrasador con el mínimo de agua. Son los Rarámuris, unos superhumanos pertenecientes a una de las pocas tribus que sobreviven en el albor del siglo XXI y que procuran conservar sus ritos intactos […]

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Vía Kienyke.com

Pueden correr más de cien kilómetros calzando unas primitivas sandalias de suela de llanta y atravesar desiertos bajo un sol abrasador con el mínimo de agua. Son los Rarámuris, unos superhumanos pertenecientes a una de las pocas tribus que sobreviven en el albor del siglo XXI y que procuran conservar sus ritos intactos como siglos atrás. Desde la colonización se les conoce también como Tarahumaras, vocablo que significa “los pies ligeros”, “los pies que corren” o “los pies alados”.

Dominan la Sierra Madre Occidental, un conjunto montañoso en el oeste del estado de Chihuahua, en el norte de México, justo en la frontera con Estados Unidos. El terreno altiplano es para esta comunidad un campo diario de entrenamiento en el cual preservan la destreza que los ha hecho famosos: correr. Su estatura no supera el metro con ochenta y el ejercicio permanente los mantiene delgados y con piernas tan duras como el acero. Su piel es rojiza, tostada. No tienen una vestimenta común porque su extensión territorial es vasta: los de las montañas visten ropa de clima frío, como blusas coloridas y mantas; los que habitan las cálidas montañas suelen llevar sus torsos desnudos y solo usan la ‘sapeta’, una suerte de taparrabo que tiene un sobrante de tela en la parte de atrás. Tanto los de las montañas como los de climas cálidos prefieren andar descalzos o usar ‘huaraches’, un tipo de sandalias de los aztecas legendarios.

En su sangre corre velocidad, resistencia y adrenalina. Esto los hace la carnada perfecta para la delincuencia organizada, que emplea su mítico legado físico y cultural para perversos propósitos: los usan para transportar droga ‘a lomo de indio’.

Esto ocurre desde hace varios años, al menos diez. Especialmente los domingos varios jóvenes tarahumaras visitan las zonas pobladas y llevan vestuario nativo que los identifica. Entonces, son vistos como objetivos de los narcos, que los abordan en una camioneta en cuyo interior hay dos o tres hombres. “Los sujetos no van armados, no usan la coerción cuando reclutan”, advierte Ken del Valle, abogado de El Paso (Texas, EE.UU.), quien ha venido denunciado que a su despacho llegan casos de jóvenes indígenas explotados como ‘mulas’ aprovechando su excepcional talento de atletas.

Según describió del Valle a KienyKe, cuando los traficantes andan por los caminos de zonas pobladas e identifican al grupo de indígenas, se les acercan y les dicen “¿quisieran entrarle a la burreada?”. En la camioneta de los delincuentes suele haber un hombre que conoce el dialecto Rarámuri por si los sujetos no hablan español. ‘Burreada’ se refiere al tráfico de estupefacientes en mochilas, las cuales son cargadas por personas como si fueran burros.

“Si los chicos dicen que no, no los molestan más, porque saben que adelante encontrará alguien que les dirá que sí”, agrega el abogado.

Los delincuentes, cuando tienen un grupo de al menos cinco hombres, los reúnen y les explican el negocio. A cada indígena se le asignará una mochila con 20 kilos de marihuana. El éxito de la operación les significará un pago de 1.500 dólares a cada uno, según les prometen. El objetivo llevar el cargamento a territorio estadounidense, atravesando a pie el desierto y sin dejarse capturar por las autoridades fronterizas.

Cualquier punto en la línea limítrofe puede ser el lugar de salida, y ellos no conocerán antes del operativo las coordenadas del destino. Datos así se mantienen en reserva. Pueden ser llevados a cualquier parte de la frontera mexicana, la que dé al estado de Nuevo México, o la que dé al estado de Texas.

Los cinco tarahumaras son deslumbrados por los traficantes, quienes les entregan una muda de ropa o los llevan de compras. “Les dan ropa moderna, con zapatos, jeans, camisas, accesorios, y les dicen que tranquilos, que cuando regresen les descuentan de su pago las prendas que adquirieron; desde ahí se dejan deslumbrar”.

El grupo de ‘burreros’ es transportado en camioneta al punto de salida. La marihuana les es entregada en costales y desde ese momento los cinco quedan a cargo de un guía, el único que conoce el lugar donde los esperarán del otro lado de la frontera.

A cada hombre le dan dos raciones de agua y una de alimento. No obstante, saben que el viaje es largo, así que por su propia cuenta llevan comida extra. Burritos y sardinas enlatadas son el menú sugerido para aguantar un viaje de al menos cien kilómetros.

Las indicaciones no son muchas, pues es mejor que no tengan demasiada información antes de partir. La travesía inicia en el ocaso de un día cualquiera.

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