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Mundo

22 de Febrero de 2013

La amenaza de Popeye, el sicario de Pablo Escobar

Columna de Diego Martínez para El País de Colombia “Usted sabe que el paisa es rezando y matando”; “Si Pablo Escobar volviera a nacer, me iría con él sin pensarlo”; “No me arrepiento de nada”; “Eso de que uno no duerme pensando en el tipo que mató, no aplica conmigo”; “Cuando quemamos los cadáveres de […]

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Columna de Diego Martínez para El País de Colombia

“Usted sabe que el paisa es rezando y matando”; “Si Pablo Escobar volviera a nacer, me iría con él sin pensarlo”; “No me arrepiento de nada”; “Eso de que uno no duerme pensando en el tipo que mató, no aplica conmigo”; “Cuando quemamos los cadáveres de los Galeano, el olor de la carne asada se camufló con el de los cadáveres rostizados ”.

Estas espeluznantes confesiones están contenidas en la entrevista que John Jairo Velázquez, alias Popeye, le concedió a la revista Bocas.

Popeye, quien está preso hace 22 años en la cárcel de Cómbita, fue uno de los más sanguinarios gatilleros de Pablo Escobar. Y ha admitido sin pudor y con evidente orgullo, que con su propia mano asesinó a 250 personas y que participó en los atentados del Cartel de Medellín que le costaron la vida a más de 3.000 colombianos.

La coyuntura para hacerle esta entrevista al temible asesino es que a mediados de este año, si algo extraordinario no ocurre, Popeye quedará libre. Lo que, desde todo punto de vista, es un despropósito.

Que semejante monstruo, que públicamente admite no arrepentirse de ninguna de las atrocidades que cometió, pueda recuperar la libertad es una ofensa para este país.

Tipos de esa calaña deberían pasar el resto de sus vidas detrás de las rejas, así el Fiscal General de la Nación afirme que para tener una justicia eficaz lo importante no es el monto de la pena sino que ésta se cumpla.

Ello puede ser verdad en el caso de delincuentes normales. Pero para genocidas como ‘Popeye’ debería existir, como mínimo, la cadena perpetua.

Primero, porque para la sociedad representa un palpable peligro que quede en libertad un individuo con semejante propensión a matar. Segundo, porque el carácter disuasorio de la justicia queda en nada, cuando quien está pensando en cometer un crimen se percata de que alguien que mató a 250 personas vuelve a la libertad en unos pocos años. Y tercero– y por sobretodo– constituye una afrenta contra la memoria y contra los familiares de las víctimas de los crímenes de ‘Popeye’, que este tenga la posibilidad de gozar una plácida vejez, sin deberle nada a la justicia.

¿Qué sentirán, por ejemplo, los familiares de los muertos del avión de Avianca que ‘Popeye’ hizo volar en mil pedazos, al saber que el victimario de sus seres queridos vuelve a la calle?

La presencia de este sicario en las barriadas de Medellín es una verdadera bomba. Y no sólo por la posibilidad de que quiera aumentar su récord delictivo. Sin duda, ‘Popeye’ se convertirá en el centro de atracción de la comunidad donde se radique. Y en donde se instale, los niños que escuchen sus hazañas querrán emularlas y hasta superarlas. Mejor dicho, el gatillero de confianza del ‘Patrón’ se convertirá en el aventajado promotor de los sicarios del futuro.

Hay que escarbar en la vida de este criminal para encontrar nuevos delitos por los cuales encausarlo. De seguro no será muy compleja esa misión. Y cuando cumpla la pena por esos crímenes, se debe repetir la estrategia.

Lo importante es mantener aislada a la sociedad del influjo de individuos como este, que pueden causarle un daño inimaginable, así no vuelvan a disparar un tiro en su vida.

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