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Planeta

22 de Mayo de 2013

Aruba, la isla feliz

Aruba es el lugar ideal para escaparse de las preocupaciones y olvidar que todos los días hay que ir a trabajar.

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Vía Revista Don Juan

Aruba es el lugar ideal para escaparse de las preocupaciones y olvidar que todos los días hay que ir a trabajar. Con un clima perfecto, playas con fama mundial y gente amable, esta isla se ha convertido en el destino turístico preferido por más de 800.000 personas.

Salgo del aeropuerto internacional Reina Beatriz. Ubicado a cuatro kilómetros de Oranjestad. Me recibe un sol brillante y poderoso. Estamos a 28 grados centígrados. Me acomodo mis gafas de sol Ray-Ban. Varias gotas de sudor corren por mi frente.

Afortunadamente vine preparado para enfrentarme a las condiciones climáticas de una isla como Aruba. Llevo una camisa amarilla con palmeras rojas, un short café y unas flip-flop Quicksilver. Quizás esté rayando en el cliché.

Frente a mí hay una gran valla con el logo de la isla y su frase insignia desde hace varios años: “One happy island”. Me saluda una mujer morena, robusta, pelo negro y una sonrisa de oreja a oreja. En un español con verbos mal conjugados, me dice su nombre –Jazmín Maduro–, y agrega que ella será mi guía durante mi estadía en la isla, “la encargada de mostrarme el paraíso”. Le sonrío, le entrego una de mis maletas y nos montamos en una van blanca. En la radio suena una canción de reggae. Luego otra de reggaetón. Mientras Jazmín conduce, me habla sobre “la isla feliz”.
Aruba es una isla en medio del sur del Caribe, a 30 kilómetros de la costa de Suramérica. Hizo parte de las Antillas Holandesas, pero desde 1986 se convirtió en un gobierno autónomo dentro del Reino de los Países Bajos.

Holanda se encarga de la defensa y de las relaciones exteriores del país. El gobernador es designado por la reina de los Países Bajos y este actúa como representante en la isla. Consta de un área de 112,65 kilómetros cuadrados, donde la topografía y la vegetación es inusual para una isla caribeña.
En las costas sur y oeste hay playas blancas que hacen parte de las más hermosas del mundo, con mares azules tranquilos y una visibilidad en algunas áreas de hasta 30 metros de profundidad. La costa noreste es desigual y salvaje. De la playa hacia el interior es desértico, con una gran variedad de especies de cactus y formaciones rocosas.

A través de la ventana de la van observo el mar chocar contra la playa. Vamos por una carretera principal, casi no hay tráfico y el ambiente se siente tranquilo. Algunas personas caminan por la calle, otras descansan frente al mar. Jazmín me señala un árbol frondoso recostado hacia un lado. Me dice que es un watapana (divi-divi), símbolo representativo de la isla.

La principal actividad económica de los arubianos es el turismo. Cerca de 800.000 personas visitan este país al año. Una de las tasas más altas del Caribe, gracias a un clima perfecto, playas con fama mundial y gente amable. Jazmín agrega que al pueblo de Aruba lo forman desde niño para que sepa tratar a los extranjeros.

Aruba tiene alrededor de 108.000 habitantes que representan más de 96 nacionalidades diferentes. Sus idiomas oficiales son el holandés y la lengua nativa, el papiamento, pero la mayoría de los arubianos también hablan inglés y español de manera fluida.
El papiamento es un idioma rítmico y melódico que evolucionó durante siglos. Es una mezcla de español, holandés y portugués, con una pizca de inglés y francés. Asiento con cada dato que me lanza Jazmín.

Sigo mirando a través de la ventana. Llegamos a Palm Beach, al noroeste de Oranjestad, la capital, “La ciudad naranja”. Glamorosos hoteles comienzan a aparecer antes mis ojos. Almacenes de reconocidas marcas de ropa se divisan en la zona. En esta área, de más de tres kilómetros de largo, se encuentran varios concesionarios de deportes acuáticos, muelles, bares en la playa y un buen número de restaurantes y almacenes.

Tengo sed. Le digo a Jazmín que compremos algo de tomar. Nos detenemos en un pequeño supermercado y pido una cerveza Balashi. La bebida nacional. Su sabor es algo amargo pero refrescante y suave. Pido otra. Empiezo a entender por qué miles de viajeros escogen a Aruba como destino turístico.
En el hotel Divi Phoenix Resort me dan la bienvenida con un pequeño coctel. Me muestran las dos piscinas de agua dulce y el bar que está entre las dos. El mar se encuentra a escasos metros de esta área. Me imagino rodeado de palmeras viendo el atardecer.

Subo a mi suite y en una de las mesas encuentro una bandeja de pasabocas y varias cervezas Balashi. Este es el mundo ideal. Agarro una cerveza, tomo varios pedazos de queso y dos bombones de pollo. Me siento en el balcón.

Esa noche voy al restaurante Papiamento, ubicado en una antigua mansión y construido a principios del siglo XIX. Antigüedades holandesas como cafeteras de cobre y martillos; muebles de hace dos siglos y una colección de grabados franceses ocupan la sala principal. Me siento en una de las mesas que se encuentran en el patio frente a la piscina. Pido un Aruba Night Martini y un salmón ahumado. La vida a veces puede llegar a ser chévere.
Son las nueve de la mañana. El sol se mantiene fuerte en el horizonte. Voy en uno de los tres jeeps cuatro por cuatro que hace parte de la caravana turística. El terreno es rocoso y con caminos polvorientos. Estamos en la zona desértica de la isla. El mar choca contra varios acantilados. Llegamos al Parque Nacional Arikok, una reserva natural que cubre casi una quinta parte de Aruba.

En las grandes rocas de granito, los primeros habitantes de la isla –los indígenas caquetio– dejaron sus dibujos hace cerca de mil años.
Avanzamos por 34 kilómetros de caminos rústicos, entre grandes especies de cactus raros y exóticos, plantas de sábila y coloridas flores tropicales. Los árboles divi-divi rodean el camino. En el cielo, algunas aves migratorias. A lo lejos veo una serpiente cascabel escabullirse entre las rocas y a un kododo blauw o lagarto de cola de látigo alimentarse de varios insectos. Jazmín me pasa una Coca- Cola en lata bien helada. Las cabras corren a nuestro alrededor.

Durante el “safari” conozco la capilla de Alto Vista. Pintada de un amarillo brillante, está ubicada en un llano alto del litoral. Fue la primera iglesia católico-romana en la isla, construida en 1750 y… reconstruida en 1953.

Visitamos las ruinas de la fundidora de oro Bushiribana, pertenecientes a la compañía minera Aruba Island Gold de Londres. Fue edificada en 1872. La construcción aparece imponente sobre la costa.

Terminamos en Boca Grandi, una caleta semicircular protegida por arrecifes con vientos de orilla, ideal para practicar windsurf. Riscos rugosos de piedra caliza bordean el lugar. Jazmín me pasa un esnórquel y una careta para que me zambulla en la piscina natural. Un espacio cercado por las rocas donde se pueden apreciar una gran variedad de peces. La profundidad es de uno a cinco metros. Le hago caso a mi guía y durante media hora “careteo” junto a jóvenes, niños y otros adultos.

Almorzamos en el restaurante La Tratorria Faro blanco, ubicado junto al Faro de California, uno de los lugares históricos para conocer en Aruba. Con más de 27 metros de alto, esta edificación fue construida en 1914 con piedras del lugar, y nombrada en honor de un barco de vapor inglés que se hundió cerca de la costa. Pido una copa de vino y un cordero con papas. Simplemente delicioso.

En la noche me pongo un jean, una camisa a rayas y unos zapatos de cuero. Me invitan al Heineken Green Village Festival. Un evento en San Nicolás, la segunda ciudad más grande de Aruba, donde se reúnen artistas locales e internacionales de música urbana, local y electrónica.

Camino junto a Jazmín y otros periodistas por calles empedradas, entre una multitud de gente eufórica sedienta de licor y de fiesta. Personas de diferentes países y razas entran y salen de los bares del pueblo costero.

A lo largo y ancho del lugar se escuchan animadores que invitan a la gente a que se acerque a la tarima que se encuentra al final de la calle. Algunos Dj, sobre los balcones de casas antiguas, tocan soca y calypso.

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