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Opinión

10 de Junio de 2013

La moda PC

La paila marina es el plato predilecto del comité central del Partido Comunista de Chile. Lo sé de buena fuente. Le sigue el caldillo de congrio por razones obvias, hay una famosa receta lírica nerudiana que lo corrobora. El regional del litoral de los poetas tiene la información precisa al respecto. A propósito de gastronomía […]

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
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La paila marina es el plato predilecto del comité central del Partido Comunista de Chile. Lo sé de buena fuente. Le sigue el caldillo de congrio por razones obvias, hay una famosa receta lírica nerudiana que lo corrobora. El regional del litoral de los poetas tiene la información precisa al respecto. A propósito de gastronomía vernácula, hoy está más que claro que los comunistas no se comen guaguas, pero hacen algo peor: producen unas guagüitas bien ricas, como diría mi contador con cierta dosis de picardía. En lo personal creo que esta inflación noticiosa del PC corresponde no sólo a la oportunidad político electoral, sino a la preeminencia de la moda vintage que inunda no sólo el diseño de objetos, sino también el diseño político.
Tengo la intención de escribir una novela sobre una célula del Partido Comunista en una ciudad que podría ser Toñito Santo y que dé cuenta de al menos tres períodos históricos, quizás a partir de un mismo apellido distribuido en tres generaciones. Uno de la época de Recabarren o del período de la ley maldita, otro del período de los ‘70 y otro contemporáneo; cada uno con las preocupaciones de época, desde la construcción de la cultura PC, con toda la influencia en la acade-mia, en la cultura popular, y en el arte chileno; la catástrofe del 73 y la opción militar, y terminando con este período en que por primera vez surgen síntomas de co-rrupción en su interior con los falsos exonerados.

Me imagino que podría tratarse de un nieto que recuerda a su padre y a su abuelo desde una mirada actual. Sería como una especie de homenaje a esos militantes anónimos que han sido tan importantes no sólo en la cultura política partidaria, sino en la cultura social chilena. Obviamente, la clave del proyecto narrativo estaría en la voluntad de hueveo, manteniendo el respeto histórico al partido. Creo que hay un libro de la historia del PC que está por salir o ya salió. Lo necesito para el proyecto.

Yo amo al PC porque corresponde a esa paternidad política no muy responsable, pero representativa de un deseo de otro orden social, no regido por la razón oligárquica chilensis, aunque igual jerarquizada, que siempre ha ejercido sobre la izquierda una influencia decisiva. El PC es algo así como un súper yo o autoridad conservadora que nos pesa. Representa el conflicto con el padre que tiene la adolescencia izquierdista, es el lugar en donde la izquierda chilena hace su crisis edí-pica.

Es bueno que todos estemos hablando del Partido Comunista. Probablemente lo mejor de este país tuvo esa militancia, desde la Violeta, pasando por Víctor, hasta el mismo Neruda y tanto chileno anónimo que se sacó la cresta trabajando para el partido y que no siempre fue reconocido. Recordemos que hay una gran cantidad de ex comunistas repartidos en toda la cultura de izquierda (y en la Concertación también, hay que asumirlo).

Imaginemos por un momento que ellos serán la garantía en el próximo gobierno, estamos en la ficción, de aquellos puntos o reivindicaciones por las que estamos luchando. No es necesario nombrarlas, la tarea está. Mucha de su actual militancia no está ni ahí con la Concertación, y es hasta probable que no voten en primera instancia por la Michelle, guardando ese voto para la eventual segunda vuelta. Lo que nos queda claro es que al PC siempre le gustó la movida electoral, siempre se sintió cómodo en la república democrática parlamentaria. De hecho, si seguimos la tesis de Garretón, el sociólogo, el PC fue el único que defendió la democracia chilena cuando todos los otros partidos la habían desahuciado. Por otro lado, también incursionó en la estrategia militar, que no deja de ser una historia novelesca que cuenta con varios episodios fascinantes.

Lo increíble es que en la pos guerra fría el PC chileno siguió siendo más o menos lo mismo, a pesar de la situación política caracterizada por el reflujo del sentido común de izquierda. Aunque hoy volvamos a ocupar la escena política con mucho mejor nivel de diseño y de credibilidad; confiemos en el papel que debiera cumplir en este nuevo escenario. Yo creo que no es malo que tranquen la pelota de ciertos deseos más radicales, porque siempre es necesario ese momento conservador en cualquier proceso revolucionario. Un amigo ex mirista que trabaja en la candidatura de Claude, me comentaba que era un gran alivio no estar trabajando con el PC, por el desprecio que su dirección exhibe hacia el resto de la izquierda.

Los que hemos formado parte de ese radio poco delimitado llamado cultura comunista y que hemos sido sus tontos útiles, y más aún, hemos sido maltratados por sus jerarquías locales, tenemos derecho a emitir juicios sobre sus decisiones políticas. Ojo, compañeros, una cosa es una buena política de alianzas, pero otra cosa muy distinta es ser cómplice de la criminalidad política que alienta y determina a la Concertación, que es muy notorio a nivel local. Sus militantes, esperamos, sabrán estar la altura de las circunstancias, fiscalizando a los socialistas, a los pepedé, a los decé y a los radicales, que se frotan las manos para continuar cometiendo delitos contra la ciudadanía y el Estado. Ojalá no sea demasiado tarde.

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