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Opinión

18 de Junio de 2013

“Punti”, la enfermera de las marchas

La Punti (19) lleva tres años curando heridos en las protestas. Le gusta estar donde las papas queman y sólo por amor a la adrenalina. Acaba de salir del liceo y quiere ser enfermera. Aunque no tiene problemas en salir en una foto para ilustrar esta nota, prefiere identificarse como “Punti” y no con su […]

Francisco Arias
Francisco Arias
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La Punti (19) lleva tres años curando heridos en las protestas. Le gusta estar donde las papas queman y sólo por amor a la adrenalina. Acaba de salir del liceo y quiere ser enfermera. Aunque no tiene problemas en salir en una foto para ilustrar esta nota, prefiere identificarse como “Punti” y no con su nombre real. Esta es su historia:

“Me financio sola y con cooperaciones de la gente. Mi mamá es enfermera, entonces desde chica he ido aprendiendo y siempre me gustó. Desde los 12 años he hecho cursos de primeros auxilios, en la municipalidad, en la Cruz Roja y en hospitales públicos como el San Borja. También los colegas de mi mamá me han enseñado poco a poco algunas cosas que ellos saben.

No uso uniforme, ando siempre con ropa normal, con mi máscara antigas, una credencial y mi botiquín que tiene una cruz roja. Después de tres años, hasta los carabineros me han ido conociendo y ya saben en lo que ando, así que ahora me dejan trabajar y entrar a lugares que normalmente no podría, como en el último desalojo del Instituto Nacional. Me respetan porque soy un ente creíble y no pertenezco a ninguna agrupación, ni de Derechos Humanos, ni nada, soy cien por ciento independiente y nunca me han llevado detenida. Una vez lo intentaron dentro de la Usach, pero apareció el capitán Cárdenas de la 3° comisaria y ordenó que me soltaran.

Las típicas heridas que me toca curar son piedrazos, lumazos, caídas fuertes, atropellos y cortes por lacrimógenas, porque no hay ningún respeto con su uso. Las tiran hacia arriba y al caer provocan cortes o quemaduras.

La Fech tiene ahora un proyecto de primeros auxilios, pero se ponen en el escenario o en la cola de la marcha, igual yo valoro caleta que los cabros estén pendientes, pero no sirve que estén lejos de donde está la cagá. Yo estoy ahí mismo y me han llegado hasta piedrazos.

En las marchas, el contexto es lo que hace que las cosas funcionen mal. Por ejemplo, en la marcha del 1° de mayo hubo un herido en Estación Central. El caballero entró en shock porque le llegó un piedrazo en la cabeza. Fue un show, porque los carabineros, al ver acumulación de gente, aplicaron guanaco y empezaron a mojar a todos mientras yo estaba con el caballero tirado en el suelo. En ese momento uno tiene que ser neutra y tener una tranquilidad impresionante. Las ambulancias nunca llegan, no llegan en una emergencia normal y van a llegar cuando está la embarrá.

He ido a casi todas las marchas durante los últimos tres años, porque el horario del colegio me permitía ir. Me siento mal cuando no he podido ir a una, porque siempre que no voy hay un herido importante. Ahora recién se está implementando que haya más gente ayudando, durante todo el 2012 y a principios del 2013 no había nadie.

En la marcha por Matías Catrileo, que fue el año pasado, me intentaron tajear. Cuando pasaba la marcha por Cal y Canto, un comerciante empezó a repartir tajos con un cuchillo y me rajó el polerón.

El hombre estaba desorbitado, fuera de sí. La otra marcha buena fue la del 7 de marzo, por la educación, la primera que no se autorizó. Ahí hubo muchos heridos por paint ball, las bolas de pintura que disparan los carabineros. El paintball no sirve, porque se supone que se usa para marcar a alguien, pero es pintura con cera, se le echa un poco de alcohol y se sale, incluso si se seca, se puede sacar con la uña.

De botiquín uso un bolso de fotógrafo que me regalaron y me funciona perfecto. Al principio mi equipamiento era súper pobre, andaba apenas con gaza y suero. Ahora tengo máscaras de reanimación, todo tipo de tijeras, parches de diferentes estilos, amoníaco, puntos falsos, gazas, cintas, todo para tratar un trauma. La idea es tener diferentes tipos de cosas, para diferentes tipos de emergencias. El otro día los cabros del Liceo Borgoño me hicieron una campaña para reunir útiles, pero hay días como para “El joven combatiente” en que se me van muchos más materiales.

He visto mucha solidaridad en la calle y nunca he tenido problemas con los encapuchados, que me han defendido varias veces. Hay encapuchados con un discurso súper claro y una convicción social potente. Pero también hay encapuchados que andan puro gueveando y que no tienen idea por qué hacen las cosas. Yo que estoy siempre donde las papas queman, a veces los veo arrancar y me pregunto; ¿estos gueones se encapuchan para correr? También he visto a los periodistas de algunos canales informar en directo cosas que no son, sólo por darle color a sus despachos, por eso después se los cascan, porque no siempre muestran lo que en verdad pasa. En la calle hay mucho fotógrafo independiente y mucho sapo también.

Bachelet dice ahora que está a favor de la gratuidad, siendo que en el 2006 nos metió el dedo en la boca a todo el mundo. Para las últimas elecciones estuve participando en la campaña “Yo no presto el voto”, fui con una polera que decía “Yo no creo en tu sistema electoral” y por eso los milicos no me querían dejar entrar a votar, así que me saqué la polera y fui a votar en puros sostenes. El milico quedó loco. Ahora estoy trabajando en un taller de serigrafía que queda en Las Rejas, juntando mi plata para entrar a estudiar enfermería. El año pasado di la PSU, ponderé 710 puntos. Me daba el puntaje, pero no la plata.”

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