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Poder

25 de Junio de 2013

La Nación Domingo: La historia oculta de un hombre poderoso, el antilider

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*Nota de la periodista Marcela Ramos publicada por La Nación Domingo (el reportaje ya no figura en internet)

Nicolás Ibáñez Scott es el menor de los hijos de Manuel Ibáñez, el hombre que introdujo el concepto de supermercados en Chile. Además es sobrino de Pedro Ibáñez, uno de los patriarcas fundadores de Renovación Nacional. Su abuelo, Adolfo Ibáñez, creó la universidad del mismo nombre, donde Nicolás estudió Negocios.

En los años 80, junto a su hermano Felipe, crearon los supermercados Ekono. Pero fue Nicolás quien dio en el clavo, al promover la transformación del negocio familiar en la sociedad D&S: una cadena de 55 supermercados, en diferentes formatos (Ekono, Líder y Almac), que emplea a veinte mil personas y es por lejos la primera compañía del sector, con utilidades que en diciembre del año pasado superaban los US$50 millones.

La historia pública de Nicolás Ibáñez está llena de éxitos y reconocimientos. Se lo conoce como un empresario ordenado, influyente y que instruye a sus trabajadores a seguir los mandamientos de Dios. Pero hay también otro relato sobre la personalidad de este empresario que está contenido en la causa 397-2000.

En agosto de ese año, su esposa, María Carolina Varela, interpuso una demanda en su contra por “hechos de violencia” ante el 30º Juzgado Civil. “La violencia de que me ha hecho víctima el denunciado comenzó hace ya
largo tiempo (…) Me ha agredido física y sicológicamente”, relató la mujer en la causa.

En tres oportunidades, María Carolina Varela dejó constancia ante Carabineros de la 47ª Comisaría de Los Domínicos de las agresiones de que era víctima. En una de ellas, fechada el 14 de julio de 2000, se puede
leer: “En circunstancias que teme a la reacción de su cónyuge, ya que éste la agredía física y sicológicamente desde el inicio de su matrimonio, insultándola con palabras groseras frente a sus tres hijos, cerró el
domicilio y cambió la chapa de la puerta principal”.

Nicolás y María Carolina se casaron por el civil el 28 de noviembre de 1981. Ella había sido una brillante alumna del Colegio Villa María Academy y tras estudiar Pedagogía Básica en la Universidad Católica, por sus buenos resultados académicos, le ofrecieron permanecer como docente. Su marido, luego de recibir su educación primaria en Inglaterra, estudió Negocios y realizó una serie de cursos de post-grado. Por entonces, ya se vislumbraba como el iluminado heredero de los negocios de su padre.

Tras 18 años de matrimonio, Ibáñez y Varela se separaron, en noviembre de 1999. “Mis hermanos le exigieron (a Ibáñez) que me dejara tranquila y se fuera a otra de sus casas después de la última vez que me maltrató, me
insultó y agredió físicamente (…) Esta conducta, tan cristiana y civilizada, de un hombre que le pega a la mujer (…) es el verdadero origen inmediato de nuestra separación”, declaró Varela en otro pleito con su marido referido al régimen de visitas a sus hijos.

Ibáñez le contestó: “El verdadero origen, mediato e inmediato de nuestra separación, está muy lejos de ser el que yo alguna vez le hubiera pegado, sino mi afán incomprendido de que alguna vez se preocupara verdaderamente
de nuestros hijos, que se olvidara un poco del gimnasio, de conservar su figura al límite de la salud física”.

En otra parte del proceso, el empresario enumeró una serie de “hechos reales y personales (…) que ilustran claramente (…) que nunca existió matrimonio: ella nunca me acompañó en mis actividades; nunca nos sentamos
en torno a la mesa como familia; nunca desayunamos juntos; nunca pudo tener una relación normal con el personal de la casa; pocas veces se vestía normalmente, prefiriendo buzos y expresó deseos de suicidarse en varias oportunidades”.

Según Varela, sin embargo, los síntomas de bulimia, anorexia, angustia y depresión que sufrió, fueron consecuencias de un “grave desajuste emocional”. A fojas 42, acusa una “permanente situación de abuso, maltrato
y violencia que me ha hecho vivir el denunciado, exigiéndome (…) una apariencia, peso y medidas que a él le parecen estéticamente adecuadas”.

Ibáñez negó en al menos tres oportunidades haber golpeado a su mujer. En el proceso, sin embargo, consta la descripción de un episodio de violencia narrado por la madre de María Carolina, Cecilia Noguera Echeñique, quien declaró como testigo. El 6 de octubre de 2000, ésta mujer cuenta una escena que le tocó presenciar junto a su marido, “hace quince años atrás”, en una cena familiar de Año Nuevo. Según relata, ella y María Carolina estaban en la cocina. De pronto entra Ibáñez, “y pesca a mi hija, la saca del pelo, arrastrándola por la alfombra del comedor (…) Este hecho fue para nosotros una muerte en vida”, afirmó Cecilia Noguera.

A poco de conocer la causa, el 16 de agosto de 2000, la jueza María Eugenia Campo resolvió concederle protección policial a María Carolina Varela y a su grupo familiar, “velándose por la seguridad física como sicológica de éstos de cualquier eventual acto de agresión proveniente del demandado don Nicolás Cirilo Ibáñez Scott, restringiéndosele a éste el ingreso al hogar de la demandante”. Dos meses después, la magistrado reiteró las citadas “medidas precautorias” en favor de Varela.

A lo largo del proceso, el abogado de María Carolina, Juan Pinto Lavín, entregó una serie de antecedentes que daban cuenta de la sólida situación económica de Nicolás Ibáñez. Entre los datos proporcionados por el profesional, figuran que la fortuna personal de este empresario “supera largamente los 120 millones de dólares”. Que “es dueño o participa personalmente o a través de sociedades que controla en más de 50 compañías,
empresas o sociedades”. Da cuenta además de tres propiedades pertenecientes a Ibáñez o a sociedades en las que participa, cuyo valor comercial supera en todos los casos los 250 millones de pesos; y que por entonces era dueño de cuatro autos, un yate, dos lanchas, dos botes a vela para adultos y dos para niños y un barco de estructura metálica.

El alto nivel de vida que llevaba el matrimonio Ibáñez-Varela queda en evidencia en otra parte del proceso: cuando peritos judiciales acuden a la residencia que habita Varela -y en la que vivieron juntos mientras
estuvieron casados- y realizan una exhaustiva cuenta de la colección pictórica familiar: pinturas de Omar Gatica, Paolo Valdés y Rodolfo Opazo; una escultura de Marta Colvin; una litografía de Picasso; óleos de Nemesio Antúnez y Enrique Zañartu y cinco seriegrafías de Mauricio Rugendas.

Para diciembre del 2000, ambas partes esperaban la sentencia en este caso. Y el abogado Pinto podía estar optimista: las resoluciones de la Justicia en los distintos pleitos que envolvían a la pareja -pensión alimenticia, tuición de los hijos, violencia intrafamiliar, régimen de visitas- habían sido favorables a su defendida. De hecho, a las citadas medidas de protección, se sumaba la obtención de una pensión alimenticia provisoria cuantiosa para Varela.

Pero ocurrió un hecho que hasta hoy tiene sorprendido a Pinto. El 18 de diciembre del 2000, María Carolina Varela le revocó el poder y designó como nuevo abogado a su hermano Juan Francisco Varela. El mismo día, éste
presentó ante el tribunal una declaración donde su hermana se desistía de “todas las demandas” en contra de Nicolás Ibáñez para “arreglarse amistosamente”.

En el escrito de desistimiento, Varela no negó la veracidad de las acusaciones que había hecho. Señaló que los antecedentes vertidos “fueron producto de momentos de angustia y ofuscación”. Consultada por La Nación
Domingo, señaló que prefería no referirse a lo ocurrido, pues no quería causarles más daño a sus hijos. Su ex abogado, Juan Pinto, se limitó a confirmar su extrañeza tras la decisión adoptada por su defendida: “Ella se
desistió cuando estaba ganando”, afirmó.

Los valores de Ibáñez

Todos los trabajadores de D&S, al momento de ingresar a cualquiera de las empresas de este holding, han tenido que leer un pequeño libro que contiene los principios y valores que deben guiar su labor. Allí se establece, entre otras cosas: “Creemos en Dios y en la dignidad de las personas; que debemos actuar siempre con honestidad e integridad en todo lo que hacemos, tanto en nuestra vida personal como en el trabajo; que el trabajo dignifica a las personas y constituye la mejor forma de servir a Dios y a la nación”.

Entre los empleados, se le conoce a esta lista como “las normas de Ibáñez”.

– En la entrevista personal te preguntan qué religión profesas y él cada vez que tiene oportunidad de nombrar a Dios lo hace, cuenta una persona que trabaja junto a Ibáñez hace años.

La Escuela de Servicios de D&S, donde se entrena a los empleados que atienden los supermercados, tiene un capellán de la Congregación de los Legionarios de Cristo. Y hay una capilla, donde se hace misa todas las
semanas y los trabajadores que “lo necesiten” pueden confesarse. Para Navidad, la gerencia convoca al personal a reflexionar “en familia”.

Ibáñez no es miembro activo de los Legionarios, pero el año pasado reconoció a la revista Capital que se identificaba con ellos. “Por la manera rigurosa en que sirven a Dios, su sesgo hacia la formación y educación, su modernidad, su espíritu empresarial y su tolerancia”, dijo.

Desde que en 1994 asumió la gerencia general de D&S, este hombre no sólo estableció los principios que debían regir a sus trabajadores, sino que puso en práctica un estricto reglamento de conducta. Se trata de una serie
de normas donde llama la atención su celo por la presentación personal.

En D&S está prohibido que los hombres usen barba, aros o el pelo largo y que las mujeres vistan pantalones. No se puede fumar ni tomar café en los escritorios y es obligación mantenerlos ordenados.

-Cada tanto él se da una vuelta por las oficinas y si te sorprende con tu escritorio desordenado, te dice: ¿qué significa esto? Todo tiene que estar impecable y brillar. Cuando va a los supermercados lo primero en que se
fija es en el aseo y dice, ¿cómo es posible que tengamos locales tan sucios?, cuenta una funcionaria.

A la hora de almuerzo, los trabajadores que acuden al casino tienen prohibido contestar su celular, “porque las personas tienen que comer tranquilas”, dice la norma. Para que ningún trabajador alegue desconocimiento, estas reglas suelen ser transmitidas a través del correo electrónico interno por María Gloria Palma, secretaria y asistente personal de Ibáñez.

Además, en D&S hay un administrador general que se encarga de velar porque los empleados cumplan con las disposiciones. Si se atrasan, por ejemplo, y en vez de llegar a las 8 a.m. a su trabajo ingresan 15 minutos tarde, éste puede anotarlos. Hasta el año pasado, este cargo lo ocupaba Andrés Zolezzi, ex cadete de la Escuela Militar. Hoy Zolezzi administra el supermercado Líder de Valdivia y lo reemplazó Francisco González, profesor de educación física y ex director de deportes de la compañía.

Una vez al año, por disposición de Ibáñez, los empleados y ejecutivos de D&S tienen que “hacer cumbre”. Esto es, subir un cerro y convivir durante tres días, participando en dinámicas de grupo y reflexiones sobre lo humano y lo divino.

-Son grupos de 20 personas, que salen todas las semanas, entre abril y noviembre. La idea es fomentar el trabajo en equipo, cuenta un empleado de D&S.

Uno de los panoramas predilectos de Ibáñez es el escalamiento, que suele practicar en absoluta soledad. A veces también lo acompaña alguno de sus hombres de confianza, pues le gusta sostener reuniones en la montaña: “un
terreno imparcial, de Dios y la naturaleza”, como la definió en una oportunidad.

La madre de Nicolás Ibáñez, Sheila Scott, es inglesa y quienes la conocen aseguran que su influencia fue decisiva en la rigurosa formación de este empresario. Cada vez que puede, Ibáñez se escapa a Londres, para asistir a campeonatos de rugby, cursos de retail (que es el concepto inglés de “venta al detalle”) o simplemente pasear. Está tan empapado de la cultura inglesa, cuenta uno de sus cercanos, que cuando habla suele hacerlo utilizando palabras en inglés: “necesito que vengas right now”. Cuando sus hijos lo llaman, le gusta que le digan daddy.

Una suerte de “sentido británico” de la disciplina es una de las explicaciones para el afán de Ibáñez por la apariencia y comportamiento de sus trabajadores. Otra es su devoción por los uniformados. El, al igual que
su primo y brazo derecho en D&S, Cristóbal Lira Ibáñez, son oficiales en reserva de la Armada. Y cada tanto, invitan a marinos a dictar cursos o participar en ceremonias de la empresa, a las que Ibáñez y Lira acuden vestidos con sus respectivos uniformes. Ibáñez además es miembro de la Fundación Mar de Chile, cuyo objetivo es “fomentar la conciencia nacional en cuanto a la importancia de los territorios marítimos”. Allí comparte su
afición por el mar con reputados hombres de empresas, como Ricardo Claro y Ernesto Ayala.

Nicolás Ibáñez es un admirador del gobierno de las Fuerzas Armadas. “A Pinochet le tengo una enorme gratitud”, dijo a Capital en mayo del año pasado.

En la oficina de su hermano Felipe Ibáñez, presidente del directorio de empresas D&S, hay un enorme retrato de Pinochet y en el hall de entrada de la sede central del holding, destaca una escultura con el rostro del
general en retiro. En 1998, antes de que Pinochet fuera detenido en Londres, Nicolás Ibáñez lo invitó a inaugurar esa figura y a poner la primera palada de tierra sobre una araucaria.

El poder de D&S

Nicolás Ibáñez es un personaje que inspira un temor reverencial en la mayoría de sus trabajadores.

-Dentro de la empresa hay mucha gente que ha subido gracias a él, pero también todos sabemos que te puede hacer caer en cualquier momento, afirma una persona que ha trabajado por años cerca de él.

José Galaz, dirigente del departamento de Organización y Conflicto de la CUT, cuenta que por años han tratado de crear sindicatos en los supermercados que dependen de la cadena D&S, pero no han podido.

-Apenas los trabajadores llegan a la empresa, les advierten que no se puede, afirma.

Una trabajadora de D&S lo avala. Señala que los sindicatos están prohibidos y que “cuando intentan armarse, se despide a la gente o se los cambia de local”. La misma funcionaria explica que hay una suerte de convenio
colectivo que rige las relaciones entre las partes y que existen una serie de beneficios a los que los trabajadores pueden acceder. Según se puede leer en la página web de D&S, la compañía tiene un programa de asistencia social “que cubre los ámbitos de salud, vivienda y educación”. Además, hay un programa anual de becas escolares para hijos del personal y para trabajadores que aún no han completado su enseñanza media.

En el hall de la sede central de D&S se puede leer un proverbio, que reza más o menos así: “nosotros estamos para atender a nuestros proveedores”.

Sin embargo, donde más se ha dejado sentir el poder de esta compañía, al menos públicamente, es en la relación con sus proveedores. Grandes y pequeños.

La Asociación Gremial de Industrias Proveedoras (AGIP) -que representa a gigantes de la talla de Nestlé, Unilever, CMPC, CCU y Embotelladora Andina, entre otras- ha dicho públicamente que D&S los perjudica.

A comienzos de este año, la AGIP denunció “abusos de poder y prácticas desleales por parte de D&S”. Según Vasco Costa, abogado y presidente de la entidad, la compañía que dirige Ibáñez obliga a los industriales a vender
bajo su costo y así subsidiar las promociones a público.

“A los que no aceptan las condiciones de la cadena se les impide vender sus mercaderías en los locales de D&S o se los elimina de las góndolas”, acusó Costa. Fue el caso de Carozzi y Nestlé, que rechazaron participar en una
promoción de 30% de descuento lanzada por D&S.

Entonces, los proveedores no descartaron iniciar acciones legales en contra de la compañía, como querellas criminales o juicios civiles. Consultado sobre el estado actual de las relaciones entre la AGIP y D&S, Costa se
limitó a afirmar que “no hay novedad”.

Estilo empresarial

Nicolás Ibáñez despierta curiosidad entre los empresarios y las personas ligadas al mundo financiero. Cuando la revista Capital publicó su foto en portada, bajo el título “La última tentación de Ibáñez”, el ejemplar se
agotó en quioscos. En la Enade, el encuentro anual de los hombres de empresa, sus pares lo observan minuciosamente. Uno de ellos comenta: “Nunca suelta el celular”.

A fines de los 90, se comenzó a hablar del “estilo Ibáñez”. Eran los años más duros de la crisis asiática y mientras todas las empresas reformulaban sus planes de desarrollo, Ibáñez multiplicaba sus inversiones. En 1998, D&S inauguró 17 locales e invirtió 400 millones de dólares. Al año siguiente, pese a las pérdidas anotadas por el sector de los supermercados, continuó su expansión: remodeló siete locales e inauguró un nuevo hipermercado en La Reina. Así, D&S se transformó en la empresa líder del sector, resistiendo los temidos embates de poderosas cadenas extranjeras, como Carrefour. Ello, pese a una deuda financiera de varios centenares de millones de dólares que concentraba la atención de los analistas de mercado.

Fue por estos años que las relaciones entre D&S y sus proveedores pasaron por los peores momentos, justamente por el fuerte endeudamiento en que incurrió la compañía, explica una fuente que participó de las negociaciones.

Fue por estos años también que el pequeño empresario Adolfo Kirshbom se enfrentó cara a cara con la crudeza del mercado, y la fuerza implacable de D&S.

Hasta 1998, Kirshbom era dueño de Comercial Tamar, una pequeña empresa que producía zapatillas de levantarse y daba empleo a una veintena de trabajadores. En 1996, Tamar comenzó a vender sus productos a D&S, la que
al poco tiempo se transformó en su principal cliente. Mensualmente, le facturaba alrededor de 15 millones de pesos.

-Las condiciones de pago eran a 60 días, por lo que yo comencé a trabajar paralelamente con un factoring. Así, yo le vendía el activo factura al factoring, éste me entregaba liquidez y ellos esperaban los 60 días. A
partir de ahí todo maravilloso, pues yo podía seguir invirtiendo y produciendo, cuenta Adolfo.

Hasta que comenzaron los problemas con las facturas.

-Me empezaron a llegar facturas por concepto de publicidad que yo jamás contraté. Me las descontaban, por lo que se me enojaba el factoring, pues recibía menos plata. Eso me significaba ir a hacer una cola de reclamos que D&S atendía dos veces a la semana. Cuando yo llegaba, había una fila gigantesca de proveedores con quejas. Entonces, mientras trataba de arreglar una factura, me llegaban dos y tres más.

Los descuentos llegaron a tal punto que la situación se volvió inmanejable para Adolfo. Además, D&S comenzó a devolverle mercadería, que él se negó a recibir.

Tras dos años de relación comercial, Tamar se declaró en quiebra y Kirshbom demandó a D&S por “incumplimiento de contrato”. Exigía una indemnización de 40 millones de pesos.

-Yo perdí todo, la empresa, mi trabajo y mi familia. Hasta hoy me encuentro cesante y estoy lleno de deudas, explica.

En medio del juicio, los abogados de D&S le ofrecieron a su abogado David Dueñas un arreglo: 5 millones de pesos. Pero Adolfo no aceptó.

Finalmente, Kirshbom perdió el juicio y su abogado apeló ante la Corte. “Pero hay dos años de retraso, así es que esperamos tener alguna noticia a mediados del 2003”, señala el profesional.

Dueñas, sin embargo, tiene poca fe en el éxito de este proceso.

-Pelear con D&S, la empresa de Nicolás Ibáñez, es un imposible, afirma.

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