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Mundo

20 de Julio de 2013

Helen Thomas: la periodista que incomodó la conciencia de los presidentes gringos

Helen Thomas, fallecida hoy a los 92 años, fue una pionera periodista que abrió camino a las mujeres en una Casa Blanca de la que sólo informaban hombres, pero también una punzante voz que durante medio siglo acechó la conciencia de los presidentes de EE.UU. Desde el centro de la primera fila de la sala […]

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Helen Thomas, fallecida hoy a los 92 años, fue una pionera periodista que abrió camino a las mujeres en una Casa Blanca de la que sólo informaban hombres, pero también una punzante voz que durante medio siglo acechó la conciencia de los presidentes de EE.UU. Desde el centro de la primera fila de la sala de prensa de la Casa Blanca, un privilegiado espacio que obtuvo tras décadas de perseverancia, Thomas miraba con la ceja levantada a cada uno de los portavoces de la Casa Blanca, dispuesta a torturarles con inagotables preguntas sobre los entresijos del poder.

Conocida como la decana de los corresponsales de la Casa Blanca por los 50 años que pasó en su sala de prensa, Thomas no creía que existieran las “preguntas groseras”, como dijo en una entrevista con el New York Times en 2006, y no dudó en dejarlo claro en su cobertura a diez presidentes, desde John F. Kennedy a Barack Obama: “Quiero que su conciencia le moleste”, le dijo una vez al antiguo portavoz de la Casa Blanca de Obama, Robert Gibbs, en uno de sus tensos intercambios.

Su extrema franqueza le mereció muchas críticas y acabó por costarle el trabajo en 2010, pero para entonces Thomas ya se había convertido en un todo un icono en la Casa Blanca y para las periodistas de todo el país, que cuando ella comenzó su carrera seguían encasilladas en columnas sobre asuntos domésticos. La primera mujer en ser corresponsal fija en la Casa Blanca de una agencia de noticias fue también la encargada de romper la barrera “que mantenía a las mujeres fuera del Club de Prensa Nacional”, al convertirse en 1971 en su primera miembro, recordó hoy la presidenta actual del club, Angela Greiling Keane.

La vasta curiosidad y el carácter sin tapujos de Thomas fueron claves en su ascenso a ese mundo de hombres, donde pronto se ganó el respeto de sus compañeros e incluso la admiración de presidentes como Ronald Reagan, que en 1984 aseguró que se había convertido “en una parte importante de la presidencia estadounidense”.

Menos simpatía despertó en la administración de George W. Bush (2001-2009), a quien ella describió como “el peor presidente que ha habido” y ante el que nunca dejó de cuestionar la entrada en la guerra de Irak en 2003, una política que, según Thomas, no fue lo suficientemente cuestionada por sus compañeros de la sala de prensa: “Me gustaría que los periodistas tuvieran más responsabilidad, que hablaran más sobre los oprimidos”, dijo a la cadena CNN en 2011.

Aunque se definía como políticamente liberal, Thomas no se contenía al interrogar a demócratas como Bill Clinton (1993-2001) u Obama, de quien llegó a decir en 2009 que “ni siquiera (Richard) Nixon intentaba controlar tanto a la prensa”.

Obama, que comparte cumpleaños con Thomas -el 4 de agosto- y en 2009 le llevó magdalenas para celebrarlo en la sala de prensa, celebró hoy la “convicción” de una periodista que “nunca fracasó a la hora de mantener a los presidentes en alerta, incluido” él. Thomas fue más crítica que nunca durante los diez últimos años de su carrera, entre 2000 y 2010, cuando dejó UPI para escribir columnas de opinión en los periódicos Hearst, y según ella, podía preguntarse libremente cada mañana “a quién toca odiar hoy”.

Repitió esa rutina hasta junio de 2010, cuando la polémica por unas declaraciones en las que afirmó que los judíos debían “irse cuanto antes de Palestina”, condenadas por muchos de sus compañeros y por la propia Casa Blanca, le llevó a dimitir y abandonar la sala de prensa de una forma muy diferente a la que le habría gustado.

Nacida en 1920 en una familia de inmigrantes libaneses en Kentucky y licenciada en Inglés, el primer trabajo en Washington de Thomas fue de camarera, aunque pronto lo abandonó porque “no sonreía lo suficiente”, según solía recordar.

Entró entonces como chica de los recados en el diario Washington Daily News, y en 1943 empezó a trabajar para UPI, agencia en la que permanecería 57 años y para la que cubriría la Casa Blanca desde la llegada al poder de Kennedy, en enero de 1961. Sus jornadas intensivas en la Casa Blanca dejaban poco espacio a su vida personal, pero en 1971 se casó con Douglas Cornell, un excorresponsal en la Casa Blanca de la agencia AP catorce años mayor que ella, que murió en 1982. No tuvo hijos.

Autora de cuatro libros, Thomas fue la primera mujer presidenta del club periodístico Gridiron y de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca, que en 1998 creó el Premio Helen Thomas en su honor, para recompensar a periodistas de carreras notables.

Su muerte, que llega después de una larga convalecencia por problemas de riñón, coincide con una renovada polémica en la prensa ante las revelaciones de espionaje de la inteligencia de EE.UU, que han renovado la imagen de secretismo de la Administración de Obama. Quienes comparten esa crítica echarán de menos las preguntas y el humor ácido de Thomas, que en una ocasión bromeó con que “si les dejaran, los funcionarios del Gobierno clasificarían como ‘alto secreto’ el color de las paredes” de la Casa Blanca.

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