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Poder

29 de Julio de 2013

Los “aperrados” años de Longueira en las poblaciones

Conoce a Longueira desde hace 30 años, cuando lo invitó a poner una sede en el campamento Raúl Silva Henríquez, donde ella era dirigenta. Desde allí lo acompañó en sus primeros pasos políticos y se convirtió en la “abre puertas” de la UDI popular. Morales cuenta cómo ha vivido las crisis de la Alianza y recuerda la vez que se comió un perro asado con el ahora deprimido ex candidato. “Él no sabía”, dice.

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Fotos: alejandro olivares

María Morales es fanática de Pablo Longueira. Tiene 66 años y ha trabajado en todas las campañas que el líder de la UDI ha disputado. En los muebles del living de su casa están repartidos los souvenir que ha acumulado en más de 30 años de filiación política. Hay tres fotos del ex candidato firmadas con dedicatorias de cariño, un calendario de bolsillo que recuerda la campaña a diputado que en 1990 lo llevó al Congreso, una chapita de la última elección, un tazón con la cara del dictador Augusto Pinochet, y un galvano del año 2002 en el que la UDI le reconoce su voluntariado: “Un reconocimiento por haberle disputado palmo a palmo, con coraje y decisión, los sectores populares a la izquierda chilena y por constituir un ejemplo a las generaciones venideras”, dice la placa de metal.

Quienes la conocen, aseguran que María fue una pieza clave para que los jóvenes líderes gremialistas entraran en los campamentos y poblaciones a comienzos de la década de 1980. No por nada -dice un dirigente- Morales se ha ganado la chapa de ser quien le abrió las puertas a Longueira para que instalara una sede en el erradicado campamento Raúl Silva Henríquez, donde ella era dirigenta.

¿Cómo conoció a Longueira?
En el campamento Raúl Silva Henríquez, durante los primeros tres meses de la toma, todos los liderazgos fueron netamente poblacionales, pero después de eso todos los partidos y movimientos tenían sedes adentro. Un día, unos vecinos me dijeron que unos jóvenes querían sacarnos del campamento y así conocí a Pablo, a Andrés Chadwick y a otros dirigentes más. En ese tiempo Longueira era un muchacho y tuve muchos debates con él, porque yo era militante socialista. Un día le dije: “si usted quiere sacarnos del campamento va a entrar, pero si quiere meternos en política, así como va a entrar, va a salir”. Él me dijo que no venía por política, sino porque quería ayudarnos, y así fue.

¿Usted era socialista?
Sí, militante, y trabajé en la campaña de Allende y voté por él.

¿Y por qué le creyó a Longueira?
Por las ganas de salir del campamento, porque tenía una hija de un año y otros tres que también eran chicos. Nos vimos metidos en la sarna, en los piojos, en la delincuencia, si hasta nos cobraban peaje para entrar a nuestras propias casas. Esto era una cuestión espantosa, pero los dirigentes, que se suponía que eran socialistas, no se preocupaban de nosotros. Llegaban frazadas, bolsas de ropa y mediaguas y las vendían, y nosotros seguíamos viviendo en carpitas, sin ayuda. Ahí aparecieron estos dirigentes de la UDI, y nos dimos cuenta que a ellos realmente les preocupaba nuestra situación. Una vez, incluso, Andrés Chadwick hizo todo lo que pudo para que volvieran más de 200 pobladores del campamento que habían sido detenidos y mandados a Pisagua, y todos llegaron bien.


¿Nunca más votó por la izquierda después de que conoció a Longueira?
No, y mis hijas todas son de derecha. Somos todas militantes de la UDI y lo hemos acompañado en todas las campañas. Una vez le organizamos una reunión en San Bernardo, con pura gente bonita, y comió poquito. Después pasamos a Nos y se quedó con unas viejas comiendo queque al lado de un río, sentado en un tarro, y tomando té en un jarro plástico. Parecía que fuese de allí. Eso era lo que te hacía sentir, que era de ahí. Yo siempre le decía que estaba equivocado, que si hubiera sido socialista hace rato que hubiese sido presidente.

¿Usted se volvió pinochetista también?
Qué quiere que le diga. Yo cambié políticamente. Mi cabras también pelearon por Pinochet, e hicimos campaña por el Sí, entregamos chapitas en el Paseo Ahumada.

Entonces a usted la convirtieron completamente a la derecha.
Cuando conocí a Pablo me di cuenta de lo equivocada que estaba. Es que yo vi el abuso.

¿Y en la derecha no había abuso?
No, ellos se preocupaban realmente de nosotros. Con Pablo partíamos a las ocho de la mañana al ministerio de la Vivienda y ahí estábamos todo el día esperando a que nos recibieran, con hambre… él siempre fue una persona preocupada, era de los que juntaba monedas con nosotros y comíamos pan afuera del ministerio. Con Pablo pasamos por muchas cosas, una vez los radicales lo pescaron a balazos arriba de una camioneta y aún así él volvió al campamento. Pablo Longueira no le tiene miedo a nada.

¿Conoció a Jaime Guzmán?
Sí, él también nos ayudaba. Quedó plop cuando fue al campamento, porque ahí él conoció lo que realmente era la pobreza. Lo mismo le pasó a Pablo. Él es inteligente, pero adentro del campamento se hizo fuerte, porque vio otra cosa. Era tan inocente que en cualquier cosa lo hacían caer.

Medio ingenuo, dice usted.
Sí, una vez unos dirigentes de la DC le pidieron que fuera de aval para sacar como 20 mediaguas, y él iba a poner la firma. Yo lo pesqué y le dije que no, que cómo se le ocurría, que no iban a pagar y lo iban a dejar ahí.

¿A Longueira, a Chadwick y a Guzmán les daba miedo entrar al campamento?
Por su puesto, si incluso una vez les pusieron una bomba.

¿Una bomba?
Sí, estábamos en una reunión. Fue terrible, todos quedamos con esquirlas. Esa fue la gente de izquierda, que no quería que nos fuéramos del campamento, porque éramos la fuente de plata para ellos, porque la ayuda nunca llegaba a la gente. Nadie del campamento puede decir que no se comió un perro por tener hambre, porque acá la cosa era terrible.

¿Usted se comió un perro por hambre?
Sí, son ricos. Nos comimos a Yulio, un perro café de una vecina, grande. La cosa era así. Y los dirigentes, que se suponía que iban a luchar por nosotros, nunca lo hicieron.

¿Y comieron perro con Pablo Longueira?
Una vez, es que fue un asado y él no sabía. Era cabro. Fue en un bautizo al que lo habíamos invitado junto con Miguel Ángel Poduje, el que era ministro de Vivienda. Pero los organizadores del asado se gastaron la plata en trago y quedaron mirando al “cordero americano”.

¿Cordero americano?
Sí, a los perros les decíamos “cordero americano”, pero todos, incluso los escoltas del ministro, encontraron que el asado estaba rico. Yo creo que Pablo se dio cuenta de que la carne no era de cordero, porque se reía.

DEPRESIÓN

¿Cómo se enteró que Longueira iba a ser candidato?
Estaba trabajando. Me puse feliz. Durante toda la campaña de las primarias, antes de irme a trabajar, recorría la población entera haciendo casa a casa, buscando adhesiones y votos para Pablo. En la noche y los fin de semana también hacía lo mismo.

¿Cómo conseguía las adhesiones?
Como conozco a Pablo, les decía a los vecinos que él era una persona sincera, y que jamás iba a prometer algo que no pudiera cumplir.

¿Cuántas adhesiones juntaron?
Más de cien, y de acá de mi casa fueron seis votos. Cuando fueron las primarias, todos fuimos apoderados de mesa, y luego nos fuimos a esperar los resultados a la sede.

¿Allá se juntaron con Pablo y la Chichi?
Nos vimos cuando ganó y nos abrazamos los tres. Mírame, yo no tengo educación porque no fui al colegio, no tengo dientes, soy una vieja de población sin roce social, pero nos abrazamos con cariño, y no les importó que hubiesen miles de personas lindas alrededor. Eso vale más que mil palabras. Una vez yo estuve muy necesitada de plata y fui donde Pablo y le dije que estaba mal, porque mi mamá se estaba muriendo, y me ayudó. Me pasó $400.000, pero él ha ayudado a mucha gente y jamás te ha preguntado de qué color político eres.

Entonces, lo suyo también es agradecimiento.
Sí, y cuando hablan de él diciendo que le quedó grande el poncho yo sé que no es así. Yo sé cómo son Pablo y la Cecilia.

¿Usted sabía que estaba con depresión?
La última vez que lo vi fue cuando ganó y se notaba cansado. Su depresión no es por cansancio político, es otra cosa.

¿Qué cosa?
Yo sé que el hijo de él está mal y entiendo que él abandone todo, porque cuando me dijeron que mi mamá tenía cáncer yo dejé mi casa y me fui a cuidarla. Entonces, Pablo quiere estar al lado de su hijo, por eso que tiene esa depresión. La política no es lo que lo tiene así, si yo lo veía trabajar noche y día cuando estaba en campaña. El otro día, en CNN, salió un analista criticándolo. Yo me pregunto ¿qué sabe él de Pablo? Si a Longueira no le quedó grande el poncho, lo que pasa es que es terrible que te digan que un familiar está enfermo.

¿Qué le decían sus vecinas cuando se bajó?
Me paraban en la calle y me decían que lo sentían, y me preguntaban qué había pasado. Yo les decía que él tenía un gran problema.

¿Usted lloró cuando él se bajó?
Mis hijas han llorado a mares y todavía lo siguen llorando. Yo quedé con la tremenda pena y también lloré. Ese día estábamos en la Villa Grecia, trabajando en la campaña presidencial, y me llamó mi hija para contarme que se había bajado. Yo supe al tiro que algo malo le estaba pasando, porque pasar tanto tiempo luchando para ser candidato y luego bajarse no es una cosa que se tome a la loca.

Usted comparte entonces la decisión.
Sí, entre el hijo y la política, yo me quedo a cuidar a mi hijo. Los que lo conocemos lo entendemos.

MATTHEI

María Morales aprieta los puños y celebra como quien ha metido un gol. Acaba de escuchar que Andrés Allamand no será el candidato que competirá con Evelyn Matthei, para definir por segunda vez al candidato de la Alianza. La noticia le alegra el día.

¿No le gusta Allamand?
No me gusta nada, porque es de oficina. Él no llega a la gente, no sabe lo que es vivir en un campamento, pasar frío, cargar una mediagua.

¿Evelyn Matthei sí?
No, pero es muy poblacional, tiene esa chispa. Ella es frontal, no le vienen con cosas, ha compartido de lo bueno y de lo malo.

¿Es achorá?
Yo la conocí cuando era niña, en la UDI. ¿Qué culpa tiene ella de lo que pasó en el golpe de Estado? Ninguna, si era muy chica.

¿Qué ha hecho la derecha por el país?
Antes, con $15.000 yo tenía para comer. Cuando asumió Aylwin empezaron las vacas flacas, con Lagos pasó lo mismo… este país es lo que es gracias al general Pinochet. Él sacó el país adelante y lo dejó estabilizado.

¿Cómo lo ha hecho Piñera?
Ha sido el mejor presidente que ha existido. El gobierno ha dado trabajo, con eso uno sale adelante, y eso es gracias a la derecha. Los que viven quejándose son los resentidos sociales.

¿Por qué?
Mi familia es lo que es por mi fracaso como madre. ¿Le puedo echar la culpa al presidente o a los ricos por eso? No, yo soy la culpable.

¿La izquierda es resentida?
Gran parte de la izquierda es resentida social. Culpan a los ricos y a los patrones por sus fracasos. La gente tiene un resentimiento social extremadamente fuerte, pero es responsabilidad de cada uno surgir.

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