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Opinión

16 de Septiembre de 2013

El Macha: “Lo mejor es vomitar en una olla bien ancha”

Para comenzar las celebraciones como corresponde en esta semana dieciochera, echamos mano a nuestro archivo histórico con un especial beodo con las mejores historias de curados, licores, resacas y repeticiones de empanadas. El Macha, el hígado del Negro Piñera, las mil botellas de Allende según la derecha, Bukowski, historias de bomberos con curados, un memorial de curados odiosos, futbolistas caídos al litro y la categorías de bebedores según Joaquín Edwards Bello, entre otras cosas. Pase y vea.

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Foto: Alejandro Olivares

El Macha reparte su voz entre dos bandas: La Floripondio, original de Villa Alemana, y Chico Trujillo. Ahí mete a la juguera ska, cumbia y música pachanguera en general. Canciones como “Szuperalcohólico” o “Bailando como mono” son recuerdos de tomateras de varios días. En los 15 años que lleva arriba de los escenarios son miles las juergas en Chile y en Europa. En esta entrevista, que nos dio en una salsoteca mientras tomaba un vaso de ron y otro de cerveza, hizo un esfuerzo sobrehumano por acordarse de sus borracheras de antología: un viaje a Conce en la misma micro con los Machuca, las juergas en Valparaíso (las mejores, dice), sus diversos amaneceres con la “tele apagada” y sus peores vomitadas . Si tiene estómago, léalas aquí.

¿Cuál es tu trago favorito?
-No tengo uno favorito. Creo que la mezcla de ron con cerveza es lo que más me gusta. Tengo dos vasos, uno de ron y otro de cerveza y voy tomando un poco de cada uno. Creo que esa mezcla me deja rico, como delicado. A propósito, voy a llenar mi vaso de ron.

¿Has tenido épocas en que has estado más curado que en otras?
-Puta, claro. Hay tiempos en que ni te querís despertar para no saber qué cagá te mandaste el día anterior. Mis curaderas más encima han tenido diferentes etapas: de odioso, cariñoso y pela cables. Todo depende del monstruo que te ande rondando y el copete que estís tomando.

¿Cómo eran las tomateras juveniles en Villa Alemana?
-Los carretes en Villa Alemana eran como un club de Tobi. Hacíamos monedas y comprábamos copete. Lo pasábamos bien. Era tomar harto Ron Silver, un copete que le acercabas un encendedor y se prendía. En provincia no había variedad de fiestas como ahora y tampoco muchas minas. Eso de alguna manera te ayuda a controlarte un poco, porque si hay minas en un carrete, la idea es que te comportes un poco más lord. Aunque algunas veces ni una mujer te salva de quedar como zanja.

¿Cómo nace La Floripondio y cuánto copete costó formarla?
-Empezamos a tocar con el Tuto (bajista) y el baterista. Era inicio de los 90. Me acuerdo que nos juntamos un verano entero a tocar. Mañana y tarde. Básicamente era chupar, fumar y tocar durante todo el día. En ese tiempo estábamos aprendiendo. Yo tenía una guitarra plástica y la batería parecía la de los Picapiedras. Cáchate que el palo que sujetaba el platillo era una escoba y los tambores, puros tarros. Y te digo que no éramos chicos, yo tenía 24 años y había pasado harto carrete por mi cuerpo.

¿Alguna canción creada bajo la influencia del alcohol?
-La canción “Mantagua” fue hecha así. Estábamos en Arica como torta de novios y nos fuimos en una volá de que Mantagua era el camino del agua. Imagínate. Y “Szuperalcohólico” también fue otra canción con clara influencia del copete. Nuestra música está influenciada por el copete, pero también tiene que ver con miles de experiencias culiás de cualquier tipo. El carrete es fundamental para nuestra música.

¿Algún carrete memorable de ese período?
-Me acuerdo cuando fuimos a tocar a Concepción. En esa época yo tenía en mi casa cinco huéspedes: el Zombi, el Vampiro, el Rey León, el Hueso y el Bam Bam. Cinco pasteles elegidos con pinzas. ¡Unas joyas! Fueron con nosotros a Conce en una micro pa’ la cagá. Ni había empezado el viaje y la güeá se empezó a incendiar. Ya veníamos medios copeteados y una de estas joyitas tomó el extintor y dejó toda la micro blanca. Nos bajamos y quedamos esperando como tres horas para que la arreglaran y nosotros nos curamos raja. Más encima en Santiago subieron los Machucas (otra banda de rock) y el chofer estaba emputecido, indignado. Imagínate que el güeón que le daba las indicaciones para llegar a Concepción, era un loco que se había quedado raja y le habían dibujado un pico en la cara y no se había dado cuenta. Te digo que era un zoológico el que venía arriba. Cuando llegamos, algunos güeones bajaron con los medios tajos en la espalda porque se habían quebrado los asientos. Y el chofer ni los esperó, se devolvió al tiro.

Cuando La Floripondio se instala en Santiago, ¿cómo fue el carrete?
-Era bien callejero y fuimos descubriendo de a poco los lugares. Nos movíamos por Santiago Centro y carreteábamos con Supersordo y Paniko. También nos movíamos por Irarrázaval. El “Bar de René” era nuestra casa. Algunas veces nos daban las cinco de la mañana tomando. La media cagá que dejábamos. Alguna vez me vi bailando Rafaela Carrá arriba de las mesas.

La Floripondio y Chico Trujillo son número obligado en las fiestas universitarios. ¿Cómo es tocar para tanta gente borracha?
-Bueno, a uno le impresiona la fábrica de curados que se forma. Uno los ve con cara de trastornados. No sé ¿Hay cachado a las vacas cuando uno las mira de frente y tienen un ojo pa’ allá y otro pa’ acá? Bueno, así mismo andan los güeones. Pero nosotros íbamos al mismo ritmo que ellos. Creo que las tocatas en el Pedagógico son las más memorables, quedaban las medias cagás.

¿Y el mejor lugar para tocar?
-Valparaíso ha sido para mí uno de los mejores lugares pa’ carretear y tocar. Tocamos en el Sindicato de Estibadores y en montón de lugares culiados que no me acuerdo el nombre. Esas tocatas eran la cagá, se sentía como una explosión. El deseo de mandar todo a la chucha.

¿El copete arriba del escenario funciona o no?
-Generalmente es así. Recuerdo los carnavales culturales de Valparaíso y estar güeviando todo el día con otras bandas para después salir a tocar. Eso es lo hermoso de los carnavales en Valpo, la gente se va cantando y las botillerías se llenan. Todos vacilando en la calle.

¿Y cómo es el vacilón en el sur? ¿Tienes alguna curadera recordable de esa zona?
-Caleta. Estábamos en un hotel en Temuco. Todos raja y el Pescao (guitarrista de La Floripondio) se acuesta arriba de la mesa donde nos servían. Nosotros le pusimos un cerro de sillas, cosa que cuando se levantara dejara la media cagá. Después, en una mano le pusimos un vaso de plástico lleno de papeles y le prendimos fuego. ¡Era como la estatua de la libertad pero curá! Qué manera de cagarnos de risa ese día. Ah, y antes que llegáramos al hotel, nos fuimos tocando por el centro de Temuco unos tambores. Pasamos por afuera del consulado de Brasil y nos pusimos a dar el jugo. Es que pa’ tomar y güeviar siempre va a ver una excusa. Si estai en el sur, es pal frío, si vai pal norte es pa’ pasar el calor.

Ustedes hace años que van a Europa de gira. ¿Cómo es el carrete por allá?
-Te sentís como una rata. Andai todo el día aplicando la teoría del camello: aunque no tengai hambre o sed tenís que chupar y comer igual no más porque no sabís cuando se pueden venir períodos en que no tengai nada. También es sorprendente el trato que te dan como músico. Recuerdo que el primer concierto que hicimos fue en el norte de Alemania. Estábamos con el Pescao y nos dieron las gracias por estar ahí. Subimos a un segundo piso y había una mesa llena de chelas. Era una cerveza la raja y me acuerdo que el Pescao pregunta si acaso estaban seguros que esas chelas eran pa’ nosotros. Los tipos que nos atendían nos dijeron que sí y que si necesitábamos más, que pidiéramos. El Pescao volvió a preguntar: ¿Están seguros de lo que están diciendo? La otra volá de copete buena que recuerdo en Europa fue cuando unas 6 horas antes de tocar empezamos a chupar. Todavía no llegábamos a la tocata y ya nos habíamos puesto 46 cervezas. Algunas veces no alcanzábamos a llegar a las casas okupas donde alojábamos, nos quedábamos durmiendo en las escaleras. Así como esas historias tengo miles. También en Europa estábamos en un bar y nos estábamos marchando cuando vemos que un güeón se saca la chucha a la salida. Nos cagamos de risa del loco y después nos acercamos para ver si le había pasado algo. Ahí cachamos que era uno de nosotros.

EL DíA DESPUÉS CON CAÑA

¿Cómo es tu día después del carrete? ¿Cómo pasas la caña?
-Es horrible, soy de los que no pueden hacer nada al otro día. Ni hablar de los vómitos, porque están los que uno expulsa como grifo pero también hay vomitadas en que uno parece regadera. Lo mejor pa’ eso es vomitar en una olla bien ancha, porque así te impide desparramar pa todos lados. A mí lo único que me recupera la caña, es tomar cerveza y fumarme algo. Pero creo que la caña con culpa es lo peor que hay, porque uno despierta enfermo y más encima con la incertidumbre de saber qué cagá se mandó la noche anterior.

¿Entonces se te apaga la tele?
-Como a todos. Recuerdo que una vez tocamos en Valparaíso y nos fuimos a una fiesta. De ahí se me borró la película. Desperté con un plato de tallarines en la cara, en una casa que no conocía y en Quillota más encima. Lo único que atiné cuando desperté fue revisarme el culo pa’ ver si tenía yogurt.

Tengo una imagen. Fue en la USACH: te trataban de ubicar por micrófono para que empezara la tocata, apareciste entre medio del público con una botella de pisco la mano.
-Puta, no me acuerdo. Esa es la inconciencia culiá, po. Pero ¿estuvo bueno?

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