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Opinión

28 de Octubre de 2013

El tío

La Fundación Jaime Guzmán se siente con el deber moral de poner el grito en el cielo -con un inserto pagado claro está- ante una película según ellos, injuriosa, infamante y concebida para denostar el nombre de su idolatrado santón. La película es El Tío y el santón Jaime Guzmán… Lo que más llama la […]

Ignacio Santa Cruz
Ignacio Santa Cruz
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La Fundación Jaime Guzmán se siente con el deber moral de poner el grito en el cielo -con un inserto pagado claro está- ante una película según ellos, injuriosa, infamante y concebida para denostar el nombre de su idolatrado santón. La película es El Tío y el santón Jaime Guzmán… Lo que más llama la atención es que el afiebrado inserto está firmado por la elite de la derecha y por el mismísimo ministro del Interior, señor Chadwick, en un claro intento de censura, de amedrentamiento y de contrapropaganda a nuestra humilde creación fílmica. Creemos en absoluto desmedro de su cargo que un ministro del Interior pueda hacerse parte de una acción tan hostil frente a una creación artística en tanto está llamado a hacer cumplir las leyes que protegen la libertad de expresión, asunto básico y de magnífica importancia para el gobierno democrático que dice representar.

No bastándoles con esto sumaron como aliados a los dos diarios más importantes del país -El Mercurio y La Tercera- que con sendas críticas, nunca vistas antes en la historia del cine nacional, no solo atacan la película calificándola de injuriosa y matonesca, si no que hacen una férrea defensa de Jaime Guzmán como si ellos mismos fueran los sobrinos, pretendiendo alejar al público de las salas donde se proyecta la cinta.

En este punto hay un bocado exquisito para el refinado paladar de los que adoran las contradicciones de la libertad. Los críticos tuvieron que escribir lo que por mandato exigió la Fundación Guzmán, el ministro del Interior, los directores de los respectivos diarios y aún así no pudieron soslayar el valor de una película, que con su corrosiva inocencia plantea una palabra nueva en la cinematografía nacional y entre la vorágine de insultos y descalificaciones aún se puede vislumbrar cierta fascinación por la fragmentación del relato, por el desparpajo de la estructura, el atrevimiento del montaje y por la rareza del filme. Un crítico agónico que envía sus últimas señales de vida desde el otro lado de la censura. Están defendiendo la pega y los entendemos. Dennos con todo, no hay cuidado. Tenemos la contumacia del cineasta chileno que ante tamaña colisión queda indemne, insomne y con ganas de ir por otra película para otra vez revolverle el gallinero a la elite emplumada y alharaca del poder. Les salió el tiro por la culata otra vez. La primera semana de proyección tenemos cerca de 4 mil infamantes viendo la película y nos han hecho un favor propagandístico tremendo al rasgar vestiduras sin siquiera haberla visto. Decimos que no la vieron porque a la premier no fueron invitados y en las dos funciones de Sanfic no se les vio.

¿El ministro del Interior habrá pirateado la película? ¿Se la contaron? ¿Envió al suche de la UDI con cámara escondida a la premier y luego se juntaron en su oficina de La Moneda para verla saboreando el merecido whisky de la tarde? La verdad es que no sabemos cómo diablos la vieron pero imaginamos que a cada estertor producido por nuestra herética película se les derramaba el licor y se les inflamaba el odio antiguo y doloroso de los que aborrecen la libertad.

*Productor Ejecutivo y primer actor del filme

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