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Mundo

6 de Diciembre de 2013

Culebrón internacional: Los tropiezos de Nigella Lawson, la “diosa del porno culinario”

El principio del final lo marcó una foto: en lo que tarda en dispararse un flash, ahí quedó registrado el momento en que el millonario Charles Saatchi agarraba por el cuello a su mujer, Nigella Lawson. No es que el matrimonio no estuviera acostumbrado a la persecución de los paparazzi: ella, chef de alto perfil […]

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El principio del final lo marcó una foto: en lo que tarda en dispararse un flash, ahí quedó registrado el momento en que el millonario Charles Saatchi agarraba por el cuello a su mujer, Nigella Lawson.

No es que el matrimonio no estuviera acostumbrado a la persecución de los paparazzi: ella, chef de alto perfil en la televisión británica, autora de best sellers de recetas y dueña de una línea de productos para la cocina; él, un expublicista y coleccionista de arte que alimentó, en parte, el boom de artistas jóvenes británicos a comienzos de los 90. Ambos, asiduos concurrentes a fiestas y restaurantes de lujo, con una fortuna conjunta estimada en al menos US$180 millones.

Pero la foto -tomada en junio de este año en un restaurante de Londres y reproducida en las portadas de los tabloides- dejó a la vista de todos la crisis interna del matrimonio, a la vez que disparó el debate sobre la violencia doméstica entre los ricos y famosos.

Tras un divorcio exprés, el escándalo sigue ahora en los tribunales y gira en torno al consumo de drogas: la cocinera confesó ante un juez haber usado cocaína en dos momentos críticos de su vida, uno de ellos relacionado con el final tumultuoso de su relación con Saatchi.

El coleccionista, en cambio, dice que es una “criminal habitual” que usa sustancias ilícitas con fines recreativos. Ella contrataca: su exmarido, asegura, orquesta una campaña para destruirla.

Todo, en el marco de un juicio que tiene lugar esta semana contra dos ex asistentes personales de la pareja, acusadas de presunto fraude: dos hermanas italianas que se gastaron más de un millón de dólares de las tarjetas de crédito de Saatchi mientras servían de empleadas (y confidentes) de Nigella.

Todos los ingredientes están servidos: drogas, fama, dinero y escándalo, una pizca de morbo y abundante cobertura de tabloides y noticiarios. No es casual que por estos días la historia tenga en vilo a los medios de Reino Unido, donde la chef Nigella es un nombre de entrecasa que no necesita apellido.

Diosa del porno culinario

Pero, vamos por pasos: ¿cómo se cocinó la fama de la mujer que hoy está reconociendo sus miserias ante los tribunales?

Fue antes de que, en 2003, se uniera a Saatchi en matrimonio – el segundo para ella, el tercero para él- y ocurrió a punta de recetas de comfort food, como se llama a los platos reconfortantes y de preparación hogareña.

Nigella entró a la cocina por la puerta de atrás: graduada en lenguas modernas y estudios medievales en la Universidad de Oxford y sin formación culinaria alguna, empezó a escribir sobre gastronomía antes que a cocinar ante cámara. Ocurrió a mediados de los años 80, primero en periódicos y luego con sus propios libros.

Fue precisamente su segundo manual, “Cómo ser una diosa doméstica”, el que consiguió un lugar en la lista de los más vendidos y le dio reconocimiento a su nombre y su rostro: “Cocina. Escribe. Parece una estrella de cine”, dijo de ella la revista Gourmet en 2001.

De eso hizo Nigella su marca: de predicar cómo la mundanal tarea de preparar la cena puede volverse territorio lúdico y experiencia sensorial. De hacer recetas desordenadas, chuparse los dedos con restos de comida como si fuera una doña en la cocina de casa, de coquetear con la cámara y guiñar el ojo a sus cómplices de ollas y sartenes. Enfundada, eso sí, en vestidos sugerentes, escotados, de corte impecable, siempre a la moda.

Así se ganó los apodos: “diosa doméstica” y “reina de la porno-cocina”.

Al tribunal

Pero, a juzgar por los últimos seis meses, su éxito empresarial no se repite en su vida privada: primero fue la foto, luego el divorcio (concedido por el juez tras una audiencia de 70 segundos), ahora la revelación pública del uso de drogas.

Ante el tribunal, este jueves, Lawson reconoció “no estar orgullosa” de haber tomado cocaína, pero dijo que había sido consecuencia del “terrorismo íntimo” del que había sido víctima, orquestado por su exesposo.

“Un amigo me ofreció un poco de cocaína, la tomé”, dijo la mujer, de 53 años, que reveló haber pasado “un largo verano de acoso y abuso” por cuenta de Saatchi, 17 años mayor que ella.

También reconoció haber fumado marihuana durante el último año de su matrimonio, aunque aseguró que ni siquiera sabe armarse su propio cigarro.

“Descubrí que (la droga) volvía tolerable una situación intolerable… Desde que me liberé de ese hombre brillante pero brutal estoy libre de cannabis, de cocaína, de cualquier droga”, declaró Nigella ante el magistrado.

No es la primera vez que la celebridad gastronómica prueba droga clase A: según dijo, consumió cocaína seis veces junto a su primer marido, John Diamond, durante la fase terminal del cáncer que, en 2001, le causó la muerte.

Pero asegura que consultó con su médico en el pasado y considera “ridículo” que Saatchi la califique de adicta.

Las asistentes y su gasto millonario

Según algunas versiones, es precisamente el supuesto uso recurrente de cocaína por parte de Lawson lo que está debajo de la acusación de fraude que tiene hoy a la chef y al coleccionista en una corte londinense.

Las que están en el banquillo son las hermanas Francesca y Elisabetta Grillo, exempleadas personales de los Saatchi, que entre 2008 y 2012 gastaron más de US$1,1 millón de las tarjetas de la compañía en ropa de marca y viajes costosos y ahora enfrentan cargos por fraude.

La defensa de ambas los niega y señala que los gastos fueron autorizados por Nigella a espaldas de su marido, a cambio de mantener en secreto su consumo de drogas.

La chef reconoce que Elisabetta, a quien consideró su “apoyo incondicional” para sobrellevar la muerte de su primer marido, sabía que había tomado cocaína en el pasado. Pero niega la versión de que ella debía andar recogiendo sobres con el polvo blanco por toda la casa.

Charles Saatchi, en tanto, acusa a su exmujer de haber estado tan “perdida” en su adicción que pasó por alto las deudas astronómicas que, por cuenta de las Grillo, acumulaban las tarjetas de crédito hasta que un asesor financiero del millonario detectó la irregularidad.

Discreto, pero elocuente

Ante el tribunal, esta semana, se leyó un correo electrónico enviado por Saatchi a su ex, en el que hablaba del consumo: estás “tan fuera de control por las drogas que permitiste que las hermanas gastaran lo que les diera la gana”, escribió.

“Me mandaron estas (fotos) de un periódico y no puedo sino reírme de tu triste depravación”, expresó el hombre en el mensaje, en alusión a unas imágenes de paparazzi de Nigella con expresión perturbada.

Fue también él quien acuñó el apodo “Highella”: un juego de palabras de su nombre y el estado de “high” asociado a los narcóticos, del que de inmediato se hicieron eco los tabloides británicos.

El hombre, fundador de una agencia de publicidad en los 80 y ahora dueño de una galería de arte, lamentó que el correo tomara estado público: después de todo, lleva años cultivando un cierto perfil bajo, alejado incluso de inauguraciones y fiestas de su propio museo.

Como ha sido su estilo desde que se desató el escándalo familiar, no tardó en bajarle el tono a sus declaraciones: al juez le dijo que, pese al contenido del email, no tenía “ninguna evidencia de que Nigella tome droga alguna”.

“Me parte el corazón haber perdido a Nigella”, agregó el coleccionista.

Antes, cuando se difundió la foto en que se lo veía tomando del cuello a su entonces esposa, Saatchi desestimó que se tratara de un episodio de abuso doméstico y lo calificó de “riña juguetona”, pero más tarde aceptó una advertencia policial de asalto y se manifestó “en contra de toda violencia contra las mujeres”.

“Campaña de desprestigio”

Lawson, en tanto, asegura que su exmarido le “contó a todo el mundo” que consumía cocaína como parte de una campaña de desprestigio: una “caza de brujas”, la llamó, para “arruinarme de la manera que sea”.

Según dijo, quien fuera su marido tiene una mentalidad de “ir con todo” contra sus adversarios y de presionar para que “todos hagan lo que él quiere”.

Lo cierto es que el escándalo podría tener serias repercusiones para la “diosa doméstica” y su imperio multimillonario, que incluye programas de TV en la BBC y más de 3 millones de libros vendidos.

Hace apenas un año, Lawson tuvo su gran salto en Estados Unidos. No era una desconocida absoluta de aquel lado del Atlántico: ya había posado para la cámara de la renombrada Annie Leibovitz en una sesión para la revista Vogue, colaboraba regularmente en The New York Times, sus libros navideños eran de los más vendedores y la ex primera dama Bárbara Bush se declaraba aficionada a sus recetas de sopa.

Pero en enero de 2013, después de varios intentos frustrados, la británica debutó en las “grandes ligas” de la TV comercial estadounidense, como jurado del reality de cocina The Taste, del que además es productora ejecutiva.

El programa tendrá una segunda temporada en 2014 con Nigella en su tribuna de expertos, pero muchos observan con temor la reacción que pueda tener su público estadounidense, en promedio más conservador que el de otros países, ante el escándalo de drogas que la rodea por estos días.

Y el impacto negativo que podría tener en la carrera de la chef británica como un todo: todavía está por verse si la “reina de la comida de entrecasa” logra una receta para mantener su vida profesional a salvo del escándalo.

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