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Opinión

10 de Enero de 2014

UDI no te mueras… o muérete de un trancazo

Hoy día, cuando la UDI vive un difícil momento, uno tiene que preguntarse ¿cómo ocurrió que se fue perdiendo la mística, que se fue perdiendo la batalla de las ideas, que se fueron entregando instituciones importantes como el voto voluntario, y todo el entramado electoral que Jaime Guzmán con muchos otros construyó para que Chile tuviera un sistema institucional estable y serio que le permitiera al pueblo apoyar ese sistema por los beneficios que le daba y por sobre todo por la erradicación de la demagogia. La UDI se fue aburguesando, abandonó las universidades, las organizaciones sociales, las poblaciones.

Cristián Letelier
Cristián Letelier
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Un senador y ex presidente de la UDI, suele parafrasear una canción de Arjona que dice algo sobre la mezcla perfecta entre experiencia y juventud.

Lamentablemente, la actual situación de ese partido, considerando entre otras cosas, su derrota electoral en las elecciones de noviembre pasado, le viene más bien otra canción de Arjona que habla de la falta de pasión, del término de la magia y locura en una relación afectiva, cosas que a nuestro parecer no pueden faltar tampoco en un proyecto político, porque al final del día una organización de tal naturaleza, compuesta de hombres y mujeres de carne y hueso, existe por las ideas que contiene, pero también por la pasión y la magia que sus dirigentes transmiten.

Así Jaime Guzmán formó la UDI, logrando que lo siguieran cientos de jóvenes y gente del pueblo. Jaime solía repetir que más que los votos hay que ganar las conciencias de las personas. Con la fuerza de sus convicciones concretó un partido político que paso a paso fue abriéndose camino en la política nacional, siempre actuando en la adversidad y remando contra la marea. Esa misma pasión la puso Pablo Longueira para continuar el proyecto político de Jaime, después de que este fuera asesinado, llegando el año 2001 a convertirse en el partido más votado de Chile. Desde ese año y hasta el año 2009, la UDI solo conoció de triunfos electorales y porque no decirlo de éxitos políticos, los cuales llegaron antes. Recordemos cuando en el año 1990 Guzmán instala a don Gabriel Valdés en la presidencia del Senado y acuerda con la Concertación las distintas presidencias de las comisiones, tanto de esa Corporación como de la Cámara de Diputados, con apenas dos senadores y catorce diputados, ciertamente fue todo un acierto y un triunfo político.

Es que tanto Guzmán tuvo y Longueira lo tiene, ese liderazgo arrollador que se basa en la consecuencia de sus palabras con la acción, en su pragmatismo político sin renunciar jamás a sus principios y valores y que hizo que la UDI siempre sorprendiera al país con decisiones cuyo fundamento era el bien de Chile por sobre todas las cosas. Lo demuestra Guzmán defendiendo al país del terrorismo, lo cual le costó la vida; lo acredita Longueira cuando salva al Presidente Lagos de una coyuntura difícil como lo fue el MOP-GATE, y también al salvar a la Democracia Cristiana de no tener candidatos a parlamentarios en una elección pasada. Son los grandes hombres que llevan a la UDI al sitial más alto, porque junto con lo anterior despiertan en sus compañeros de ruta una adhesión total que involucra sentimientos y el convencimiento más intimo y genuino que se está en una obra grande por Dios y por la Patria.

Hoy día, cuando la UDI vive un difícil momento, uno tiene que preguntarse ¿cómo ocurrió que se fue perdiendo la mística, que se fue perdiendo la batalla de las ideas, que se fueron entregando instituciones importantes como el voto voluntario, y todo el entramado electoral que Jaime Guzmán con muchos otros construyó para que Chile tuviera un sistema institucional estable y serio que le permitiera al pueblo apoyar ese sistema por los beneficios que le daba y por sobre todo por la erradicación de la demagogia. La UDI se fue aburguesando, abandonó las universidades, las organizaciones sociales, las poblaciones. Sus dirigentes y parlamentarios, salvo honrosas excepciones, sólo volvían a ellos en tiempos electorales; las aspiraciones personales prevalecieron sobre los fines colectivos. Beneficiar a un familiar en desmedro de un militante leal y eficiente se hizo común. ¿Dónde quedó la UDI de Jaime Guzmán?

Muchos serán los análisis y discusiones que seguramente se harán en el Consejo Directivo Ampliado en Valparaíso este fin de semana, todos tendrán algo de razón, y claramente, porque así lo he conversado con muchos, querrán volver a convertir a ese partido en lo que fue en las décadas pasadas: unido, sólido, consecuente, de lealtad más absoluta entre sus miembros, en fin el proyecto político que Guzmán soñó, ejecutó y dejó bastante avanzado al momento de su muerte. ¿Cómo hacerlo? Desde luego, falta un líder que tenga fuerza, que tenga la autoridad moral de Guzmán y la mística de Longueira. ¿Existirá aquel líder actualmente? Me temo que no. Por mientras, volvamos a las universidades a convencer a los jóvenes, y a las poblaciones para decir que el ideario de una sociedad libre hace más feliz a los hombres y mujeres, que el socialismo estatista asfixia los sueños libertarios, porque la sociedad basada en la libertad del hombre los hace dueños de su propio destino. Si no se hace así mejor que la UDI se muera de un trancazo. Pero a pesar de todo, tenemos la esperanza que sus dirigentes y militantes, con su labor y amor por Chile decidirán con entusiasmo que la UDI no se muera.

*Diputado y fundador de la UDI.

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