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Opinión

8 de Febrero de 2014

Un misil de la ONU al Vaticano

Un verdadero misil le ha lanzado la ONU al Vaticano, golpeándolo prácticamente en la línea de flotación. Así de grave es el informe en donde acusa al Vaticano de poner a los menores en “alto riesgo” de abuso sexual. En la agonía de su papado Benedicto XVI, de manera tímida y tardía tuvo un propósito […]

Pablo Dittborn
Pablo Dittborn
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Un verdadero misil le ha lanzado la ONU al Vaticano, golpeándolo prácticamente en la línea de flotación. Así de grave es el informe en donde acusa al Vaticano de poner a los menores en “alto riesgo” de abuso sexual.

En la agonía de su papado Benedicto XVI, de manera tímida y tardía tuvo un propósito de enmienda, pero no fue suficiente y ahora es nada más y nada menos que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la que por intermedio de un durísimo informe de la Comisión sobre los Derechos del Niño, acusa al Vaticano de haber dejado solos a los niños en manos de los sacerdotes pederastas. La acusación es tan fuerte como acusar directamente a la Santa sede de no haber reconocido jamás la magnitud de los crímenes sexuales cometidos por parte de sus religiosos y de no “haber tomado las medidas necesarias para proteger a los menores”.

A juicio de la Comisión el resultado es espeluznante: los abusos “se siguen cometiendo de forma sistemática, mientras la inmensa mayoría de los culpables disfruta de total impunidad”. Algunos párrafos del informe, que curiosamente omite la prensa nacional, señalan directamente a la jerarquía católica como responsable de las “decenas de miles de casos” que se han producido y se siguen produciendo. Según asegura la ONU, ellos han venido denunciando hasta la saciedad, y ante la sordera de la Iglesia, las víctimas de pederastia y el Vaticano ha reaccionado desde hace años la táctica de transferir “de una parroquia a otra, o a otros países, a abusadores de niños bien conocidos, en un intento por encubrir sus crímenes. Esta movilidad ha permitido a muchos sacerdotes mantenerse en contacto con menores y continuar abusando de ellos”.

Pepe Rodríguez en el libro El sexo en el Clero, publicado por Ediciones B señala que muchos de los sacerdotes españoles, acusados de abusos a menores, son trasladados a América Latina para protegerlos de las acusaciones.

La presidenta del Comité, la noruega Kirsten Sandberg, realizó declaraciones tan duras como el informe. “El Vaticano infringe la convención sobre los Derechos del Niño, porque no hizo todo lo que tendría que haber hecho para proteger a los menores. Y no estamos hablando de simples recomendaciones de buenas prácticas, sino de que el Vaticano viola la Convención, a pesar de haberla ratificado en 1990, porque no protege a los niños, teniendo la posibilidad de hacerlo. Frente a este escándalo, las autoridades impusieron un código de silencio, prefiriendo resguardar la reputación de la Iglesia y proteger a los responsables por encima del interés supremo de los niños”.

Frente a este tema las reacciones han sido muy variadas. Un matutino de Chile desplegó con grandes caracteres el pedido de perdón de Los Legionarios de Cristo (no dice nada del arrepentimiento, condición necesaria para obtener el perdón) y de su labor educacional con colegios en distintas comunas de Chile. También se destaca la existencia de una Universidad controlada por ellos. Otra sorpresa la da Cardenal español Cañizares quién dijo “No es comparable lo que haya podido pasar en unos cuantos colegios con los millones de vidas destruidas por el aborto”.

Cañizares en la actualidad es ministro del Papa Francisco. En esta misma línea el arzobispo Silvano Tomasi dice que pederastas los hay en las instituciones más prestigiosas. Puede ser. Pero ninguna de esas instituciones ha tenido, ni tiene, según Naciones Unidas, un sistema tan eficaz para esconder a los culpables ni una demarcación tan grande, en el mundo entero, no solo para ocultar a los criminales, sino para permitirles que sigan poniendo sus sucias manos sobre niños indefensos.

Los nombramientos que el Papa Francisco ha hecho en Chile han dejado sumamente descontentos a aquellos que fueron víctimas del perverso Karadima. Se esperaba otra cosa.

El pozo negro de la Iglesia Católica no es el Banco del Vaticano los problemas de la fe, el celibato, las peleas de poder entre los Cardenales. El pecado mortal del Vaticano es el de los abusos a menores.

El Papa Francisco puede convertirse realmente en el hombre del siglo si es capaz de ponerle freno a esta infamia.

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