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Mundo

23 de Abril de 2014

¿Funcionan de verdad las pociones de Shakespeare?

El padre de Hamlet fue envenenado por una sustancia que fue vertida en su oído mientras dormía. Julieta usó un narcótico para fingir su propia muerte y Titania se enamoró de un hombre con cabeza de asno luego de que se le pusiera en los ojos el jugo de una flor.

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No quedan dudas de que estas intervenciones botánicas le dieron buenos recursos narrativos a William Shakespeare.

Sin embargo, lo que se ha puesto en discusión es a qué sustancias específicas se refería el dramaturgo y si estas causarían o no el efecto deseado.

¿Podrán los más o menos 400 años de ciencia desde que el bardo escribió estas obras brindar algunas pistas o respuestas?

¿Es realmente posible verter veneno en el oído de alguien que duerme sin despertarlo?

¿Puede una droga hacer que te enamores de una persona que no te parece atractiva? ¿Existe una sustancia que pueda hacerte parecer muerto sin dañarte?
Comencemos con el desafortunado padre de Hamlet. Su fantasma nos cuenta lo que sucedió:

“Durmiendo en el jardín, como era mi costumbre por la tarde, tu tío a esa hora insospechada, se acercó sigiloso con un frasco de esencia ponzoñosa y vertió en los portales de mi oído el tósigo ulcerante, cuyo efecto a la sangre del hombre es tan hostil…”

Es difícil creer que el rey no sintiera el veneno gotear en su oído y se despertase de inmediato para hallar a su asesino inclinado sobre él.

Sin embargo, en 1950, un especialista en anatomía del oído analizó esto en detalle en un trabajo titulado “Shakespeare en el oído, nariz y garganta” y concluyó que, debido a que el asesinato tuvo lugar en una “hora tranquila” y que el rey se encontraba “saciado de pan”, podría encontrarse sumido en un profundo sueño.

Entonces, si la sustancia hubiera sido aceitosa y el frasco hubiera estado a temperatura corporal porque Claudio (el asesino) lo tenía en su mano, puede ser que el rey permaneciera dormido mientras el líquido se vertía en su oído.

La droga del amor

Existe un debate aún mayor sobre a cuál sustancia real se refería Shakespeare como “hebenon”. Las plantas candidatas incluyen conium, diospyros, tejo, belladona y beleño negro (también llamada “matagallinas”).

Las hojas, corteza y bayas del árbol de tejo son de hecho venenosas, al igual que obviamente lo son el conium y la belladona.
La planta de diospyros es más débil y contiene resina en lugar del “jugo” mencionado por Shakespeare.

El beleño negro pertenece a la familia de la papa, el tabaco y el tomate y pequeñas cantidades se usan en la medicina moderna para tratar diferentes desórdenes gastrointestinales por su capacidad de frenar los movimientos estomacales.

Si su componente principal, la hyosciamina, se transformara en un potente extracto concentrado, podría resultar fatal tanto para humanos como para gallinas.

Por otro lado, según la descripción de Shakespeare de los síntomas que sufrió el rey, sólo serían candidatas posibles el beleño y el tejo porque actúan con mucha rapidez.

Shakespeare nos cuenta que el rey sufrió “una vil y repugnante corteza, todo mi suave cuerpo”; sin embargo, ninguno de estos venenos afectaría la piel.
Por lo tanto, investigadores como David Macht de la Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos, quien investigó este tema hace más de un siglo, concluyeron que esta corteza repugnante no era más que una licencia poética.

En 1918, Macht estudió la absorción de drogas a través de diferentes partes del cuerpo y estaba tan decidido a descubrir si el padre de Hamlet podría haber sido envenenado por el oído que llevó a cabo sus propios experimentos.

Él ya estaba interesado en la absorción de medicamentos a través de diferentes partes del cuerpo y, en una serie de pruebas, aplicó a perros diferentes sustancias por diferentes orificios y midió el tiempo y velocidad de aparición de los síntomas.

Lo que descubrió fue que, cuando una droga se administraba por la uretra, causaba vómitos en tan sólo unos minutos, mientras que tardaba 30 minutos o más si se lo hacía por la vejiga.

Muchas sustancias, incluyendo la nicotina y la belladona podían absorberse por el oído y Match destaca que antes se usaba una infusión débil de beleño por vía auditiva para curar el dolor de oído.

Aún quedan dudas de que el veneno actuara con tal rapidez, a menos que la membrana del tímpano en el interior del oído hubiera estado dañada de alguna forma.

En un estudio mucho más reciente (2002), el investigador argentino Basilo Aristidis Kotsias se pregunta si Claudio, el hermano de Hamlet, estaba al tanto de que el rey sufría de pérdida de la audición y dedujo que un oído dañado sería la ruta ideal para el veneno.

La licencia poética aparece nuevamente en “Sueño de una noche de verano” cuando Titania, reina de las hadas, es narcotizada por orden del rey de las hadas.

A ella se la engaña para que se enamore de la primera persona que vea al despertar, que resulta ser un campesino que llevaba una cabeza de asno.

Edward Tabord cita en su obra sobre hierbas isabelinas desde semillas de ortiga hasta batatas para inducir la lujuria, pero, en este caso, Shakespeare nombra a la viola tricolor o pensamiento silvestre.

Esta contiene numerosas sustancias activas que incluyen flavonoles, ácidos carbólicos y taninos.

Si bien existe en la medicina popular el uso de la flor -también conocida en inglés como “amor por la pereza”- contra el asma y demás problemas respiratorios y su alto contenido de sustancias llamadas saponinas y mucílagos le dan propiedades diuréticas, no existe nada que sugiera que puede hacer que alguien se enamore.

Quizá soñar

Romeo y Julieta no necesitaron de asistencia química para enamorarse.

Sin embargo Julieta (atención: lo que siguiente revela la trama de la obra) tomó una droga misteriosa en su intento para engañar a su familia para que creyeran que había muerto, un plan que resultó totalmente contraproducente ya que Romeo la halló y se suicidó.

Fray Lorenzo le dio la sustancia y dijo:

“Y en esta simulación de muerte consumida
permanecerás cuarenta y dos horas,
y despertarás luego como de un sueño plácido”.

Esta podría haber sido Atropa belladonna, también conocida como hierba del sueño.

En 1597, John Gerarde escribió en su libro “Historia general de las plantas” que una pequeña cantidad causa locura, una cantidad moderada causa un sopor mortal y demasiada puede matar.

Otros candidatos posibles fueron las semillas de junco agrupado (Scirpus holoschoenus), también llamado “mata leopardos” porque se creía que podía matar panteras y lobos, pero no humanos.

Sin embargo, ninguna de estas induciría un coma con ritmo cardíaco tan bajo que se confundiera con la muerte.

La verdad es que nunca sabremos si los venenos y drogas de las obras estaban basados en sustancias reales, y de estarlo, a cuáles se refería Shakespeare y si funcionarían o no.

Y tal vez sea mejor así. Después de todo, él creó una colección de obras y sonetos que exploran la condición humana y perdurará en el tiempo, no una enciclopedia de plantas y hierbas.

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