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Opinión

16 de Octubre de 2014

Luis García- Huidobro, ex jesuita: “Es común que en la Iglesia existan acusetes”

La supuesta investigación que el Vaticano sigue en contra de los tres sacerdotes “díscolos” de la Iglesia Católica - Puga, Aldunate y Berríos- puso en debate la libertad para opinar que hay dentro de la institución. Aunque el Arzobispado de Santiago ha negado participación en la denuncia, y ha dicho que fue la Nunciatura Apostólica la que solicitó los antecedentes, no son pocos los que ponen en duda la responsabilidad de Ricardo Ezzati. Acá, un exsacerdote jesuita pone al descubierto la maquinaria de inteligencia que opera en la Iglesia.

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“Desde el caso Karadima que no le compro nada a la Iglesia y no me sorprende la acusación que hicieron en contra de los sacerdotes José Aldunate, Mariano Puga, y Felipe Berríos. No tengo claro con exactitud lo que ocurrió para que los antecedentes llegaran al Vaticano, pero hay un viejo dicho en la Iglesia: ‘De Roma viene lo que a Roma va’. Entonces, si de Roma vinieron los informes es porque probablemente un obispo de acá reclamó.

La Conferencia Episcopal nunca actúa a plena luz del día y es común que en la Iglesia existan acusetes. Hace poco supe que en ambas instituciones tienen una comisión de gente que analiza las entrevistas que dan los curas y la gente ligada a la Iglesia, como si fueran una oficina de inteligencia. Esto demuestra que la censura al interior de la Iglesia católica es permanente. A tal punto que tienen todo un aparataje de espionaje destinado a controlar las opiniones que los curas dan en Facebook o Twitter, para hostigarlos, porque nadie puede pensar distinto a los obispos. No sé si esto da para una especie de policía secreta, pero sí estas son prácticas propias de los grupos más conservadores dentro de la Iglesia. El único recurso que tienen los conservadores es el de la autoridad, porque no tienen argumentos. Entonces, sapean, acusan, y van donde el superior diciendo: ‘estoy muy preocupado por la situación de…’. Y así se inician las investigaciones.

Yo, la persecución la he vivido en carne propia, por todas las declaraciones que hice cuando fui cura o cuando era un estudiante jesuita. Una vez, por ejemplo, firmé una carta donde se pedía a Roma que se destituyera a los obispos que habían colaborado con Fernando Karadima y a los días me llegó un tirón de orejas, porque hubo alguien que se dio la lata de revisar todos los nombres para ver si encontraba algún religioso. Y me llegó la censura: me llamaron desde Santiago para darme toda una lata. Recuerdo que la última vez que vi a don Alfonso Baeza, él me advirtió sobre estas cosas: “Tú dale, métete en los temas sociales, de derechos humanos, pero no te metai en temas de la cintura para abajo, porque a la Iglesia les tocai un trauma que tienen los obispos”, me dijo. Ahí entendí que hay curas que aprenden a hablar sin decir las cosas, sin afirmar nada, sino que sólo dejando preguntas sin responder. Por ejemplo, tú no puedes decir: ‘la Iglesia debería casar a los homosexuales’. Pero sí puedes preguntar: ‘¿Sería bueno que la Iglesia pensara en casar a los homosexuales?. Entonces, cuando te llega la censura te puedes defender argumentando que solo estabas preguntando. Esa estrategia –como joven idealista que soy- me parece rasca y penca.
Todo esto es un absurdo. Las declaraciones de José Aldunate, Mariano Puga, y Felipe Berríos son verdades que nadie discute hoy en la sociedad, pero que en la Iglesia causan un tremendo ruido. Sobre todo en el grupito de obispos, que son como un asilo de ancianos que viven en otra realidad. El problema, sin embargo, no es que ellos estén alejados de lo cotidiano, sino más bien que sean ellos las autoridades.

Aunque Ricardo Ezzati es una persona que constantemente ha actuado con dobleces, hoy sus acciones son inaceptables y está quedando en ridículo frente al Vaticano. El Papa es una persona inteligente. No será tan liberal en temas valóricos, pero sí es una persona que más o menos se da cuenta de lo que pasa a su alrededor. Sabe que si la Iglesia no se abre a los temas que estos curas han puesto en el debate, la institución simplemente desaparece y se queda como una pequeña secta. Esa inteligencia no la tiene Ezzati, porque no se da cuenta que los tiempos cambiaron. Por personas como él, que se creen y viven como príncipes, la Iglesia ha pasado a ser una agrupación de fieles totalmente irrelevante. Ya no tienen ningún tipo de simpatía, en cambio estos curas denunciados sí la tienen. No digo que sean héroes, pero viven y piensan como la gente común y corriente. Todo lo contrario a la vida que sostienen los obispos conservadores.

Al final, esta acusación quedará en nada porque siempre han existido cosas como esta. No sé cómo habrá sido el procedimiento ahora, pero a Felipe Berríos le deben tener la tremenda carpeta en el Vaticano, porque constantemente ha desafiado la palabra de los obispos chilenos. Por eso las autoridades siempre lo han tenido en capilla, pero ya es como ridículo que lo sigan molestando, porque tiene todo un apoyo transversal de los creyentes y los laicos. Es como criticar a Bachelet: te ganas enemigos de más. Con José Aldunate y Mariano Puga ocurre una situación distinta. Son curitas más viejitos que tienen una trayectoria indiscutible en la defensa de los derechos humanos, personas que tienen una autoridad moral para enseñar y están mucho más allá de lo que pueda hacer la censura de los obispos.

En los próximos días veremos la defensa de Ezzati, que va a tratar por todos los medios de desvincularse de la acusación. Tendrá que limpiar la ropa sucia dentro de la casa, porque ese es un dicho que se aplica muy bien a la Iglesia católica y sus secretismos. Pero la gente no es tonta, aunque él no haya sido el que denunció directamente a los curas, es imposible que no lo supiera: esto es como una familia, todos viven juntos y todos se enteran de todo.
Con todos estos argumentos, ¿cómo le voy a tener fe a una institución tan corrupta? Fe en Dios y nada más.

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