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Opinión

22 de Octubre de 2014

Columna: Nanas empoderadas

Llegado al siglo XXI, se dio vuelta “la tortilla”, y ahora las que tienen el poder son las mismas nanas. De hecho, no se puede decir nana, porque por alguna razón desconocida es ofensivo. Por lo tanto, hay que hablar de trabajadoras de casa particular. Se han hecho progresivamente más leyes para igualar sus derechos a los del resto de los trabajadores, culminando con las nuevas “indicaciones” que, dado como están las cosas con relación a las nanas, parecieran ser excesivas y tal vez innecesarias.

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empleadas de casa particular

Por Josefina Reutter *

Históricamente las “nanas”, “empleadas domésticas” o “maids”, como decían algunas más pitucas, eran un “gremio” bastante informal. Casi ninguna (por no decir ninguna) tenía contrato, las salidas eran reducidas y arbitrarias, las imposiciones la mayoría de las veces inexistentes, y la carga laboral no tenía ninguna regulación.

Con el tiempo esto fue paulatinamente cambiando. Se aumentaron las exigencias legales en relación a este tipo de trabajo, y junto con eso, cada vez más “nanas” fueron cambiando de “rubro” –con la progresiva inclusión de la mujer al trabajo remunerado fuera del hogar (sácate un eufemismo)– por lo tanto se hicieron más escasas y se fue reconfigurando todo el “mercado” de las nanas.

Y llegado al siglo XXI, se dio vuelta “la tortilla”, y ahora las que tienen el poder son las mismas nanas. De hecho, no se puede decir nana, porque por alguna razón desconocida es ofensivo. Por lo tanto, hay que hablar de trabajadoras de casa particular. Se han hecho progresivamente más leyes para igualar sus derechos a los del resto de los trabajadores, culminando con las nuevas “indicaciones” que, dado como están las cosas con relación a las nanas, parecieran ser excesivas y tal vez innecesarias.

No sé quién todavía cree que las nanas están desprotegidas, son discriminadas o alguien las trata mal. Probablemente es gente que no tiene nana, porque todos los que tienen nana, sobre todo los que tienen hijos, tienen clarísimo que las nanas son las que tienen el sartén por el mango, hace mucho rato, desde que empezaron a escasear, desde que en todos lados aparece “cada vez hay menos trabajadoras de casa particular”. La nana es la que manda. Ella decide su sueldo, decide su horario, decide su jornada laboral, decide cuánto trabaja y cuánto no. Muchas mujeres trabajadoras con niños chicos, dicen –en broma, o quizás no tanto– que la nana es su “jefa”. Una de las peores angustias para una familia con niños chicos donde los dos trabajan, es quedarse sin nana. Es la peor de las pesadillas. Muchas dicen “prefiero que se me vaya el marido que la nana”. Las mujeres modernas necesitan una nana. No porque sean tan cómodas ni tan cuicas. Las nanas son necesarias para poder ir a trabajar. Los que tienen nana, es porque no tienen con quién más cuidar a sus niños. Y punto.

Y las nanas lo saben. Y exigen. Y por eso la “jefa” le tiene terror a la nana, porque se muere de miedo que “se le vaya”. Y le sube el sueldo cada vez que se lo pide (que es bastante seguido y además bastante lejos del sueldo mínimo). Y la deja salir a “trámites” todas las veces que se lo pide, aunque le signifique a ella (o al marido) pedir un día administrativo en el trabajo o que se lo descuenten, porque no tiene con quién dejar al hijo de dos años que está con sincicial. Y si la nana no llega el lunes, ni avisa, se le perdona, porque no hay cómo encontrar a otra persona de confianza para cuidar a los hijos. Y si falta al siguiente lunes, lo mismo. Y si llega tarde, más que una “llamada de atención”, no pasa nada.

Y si llega a quedarse embarazada –la jefa, no la nana– el terror de contarle a la nana es equivalente al de una adolescente que tiene que ir a contarles a sus papás que se embarazó. Cuando logra darle la “noticia”, la nana seguramente va a comentar que no le va a alcanzar el tiempo, etc. Y la jefa rápidamente le aclara que le va a subir el sueldo y que verá la posibilidad de tener una persona extra una vez a la semana. La jefa siempre está dándole explicaciones a la nana. Si un día se demora en llegar del trabajo (la jefa), va a llamar con vergüenza a la nana para decirle que tuvo un problema, que se va a demorar un poco, que perdón y una serie de explicaciones. El domingo normalmente la jefa se estresa y deja la cocina impecable, para que la nana no tenga tanto trabajo el lunes en la mañana. Porque a las nanas hay que cuidarlas, y se cuidan con la vida. Si la nana no quiere usar delantal, no usa. Si la nana no quiere ir de vacaciones con la familia, no va. Nadie ni siquiera osaría exigirle cosas “inhumanas” a la nana, uno porque hoy en día ya casi no existe gente tan déspota, eso está totalmente pasado de moda, y dos porque ninguna nana aguantaría ni un solo día ese nivel de “exigencia”. Y no es porque sean patúas o frescas (aunque hay algunas que sí lo son, convengamos), es porque así están las cosas hoy en día. Es simplemente un mercado que se “regula solo”, por algo tan simple como ley de oferta y demanda. Nada de explotadores ni patúas, es un trabajo remunerado como cualquier otro, donde si hay jefes o condiciones malas, uno se cambia de trabajo. Y donde si una persona se hace imprescindible en su trabajo, se le premia con mayor sueldo o mejores condiciones. Tan simple como eso.

De hecho, la gente que alega “discriminación” contra las nanas, es mucho más discriminadora que la gente que contrata nanas, porque en el fondo están diciendo que son “inferiores” y por eso hay que protegerlas. Y creo que ellas son perfectamente capaces de cuidarse solas (y además con la ayuda del “gran papá Estado”). Ojo con eso.

*Autora del blog Cuiquerías.

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