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LA CARNE

13 de Noviembre de 2014

El Diario de Natalia Maldini, capítulo 2: El Príncipe Chulo

“El Diario de Natalia Maldini” es un escrito ficticio que existe al interior del mundo de la novela “Las Crónicas Adolescentes”, que está próxima a ser publicada. Este Diario se entregará por capítulos en el diario The Clinic Online. Su autor es el periodista Daniel Belmar. Los personajes y situaciones relatadas no guardan relación alguna con la realidad.

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Natalia Maldini final v5

Querido diario, escribo estas pobres líneas mientras gruesas lágrimas fluyen a través de mis voluminosas mejillas. El día de ayer mi joven cuerpo vivió una tragedia digna de las mejores canciones de Arjona. La caída de mi espíritu comenzó al descubrir un rosado sobre por debajo de la puerta. Sumamente excitada leí “Querida Natalia. Soy tu secreto admirador. Ese hombre de verdad que siempre has buscado. Encuéntrame en el Club XXL hoy a la media noche”. Supuse que era un pervertido. Así que, sin dudarlo, acepté la invitación.

Al ingresar al Club XXL me di cuenta que el ambiente era chabacano, la decoración defectuosa y que las chicas que asistían no eran precisamente abc1. Pero nada de eso me importó. Tras pedir un aguado mojito las luces se oscurecieron. Las damas, lolas, señoras y no tan damas que repletaban el lugar, comenzaron a chiflar con todos sus pulmones en señal de protesta. Tras algunos segundos un foco de tonalidad rosada puso fin a los reclamos y les devolvió la esperanza a las féminas. Entonces distinguieron un sombrero vaquero, que acompañaron con un carnaval de apasionados aullidos.

El cowboy de la noche ascendió al escenario con chillonas botas rojas, pantalones maliciosamente ajustados y una sensual camisa celeste. Contoneó suavemente sus caderas y comenzó a desabrochar su camisa. Se detuvo, sonrió para las chicas y destrozó su camisa a través de un brutal arranque de violencia. La pobre camisa fue movida circularmente como una bandera antes de ser lanzada por los cielos. Las pobres mujeres saltaron como hienas para recoger la sudada y destrozada prenda.

No puedo negar que la estaba pasando bien. Pero no veía señales de mi príncipe. Hasta que Fabián se sentó en mi mesa… ¡Ay! ¿Cómo describirlo? Tenía la estatura de un jugador de la NBA, la musculatura de Gonzalo Egas y la elegancia de James Bond (Obvio que me estoy refiriendo a Connery). A diferencia de los típicos mamones chilenos que hablan, hablan y… solo hablan; Fabián ingresó de inmediato a la acción extendiendo hasta el límite sus carnosos labios. Entonces alargamos nuestras lenguas, entrecruzándolas e intercambiando placenteros fluidos. Este apasionado beso con lengua consiguió prolongarse por más de seiscientas sesenta y seis centésimas de segundo, absorbiendo la totalidad de mi aliento y un pedazo de mi alma.

Varias copas después le propuse prolongar nuestros placeres en la privacidad de mi hogar. Entonces todas las puertas se abrieron, todos los vinos corrieron y creí conocer, por una primera y última vez, al amor verdadero. Mientras nos revolcábamos en el catre mi nido femenino experimentó gruesos y prolongados placeres que solo podrían haber sido brindados por un auténtico un príncipe azul. Nuestros órganos divinos se entrecruzaron orquestando una verdadera sinfonía espiritual, llegando a alcanzar las emociones más profundas capaces de ser percibidas por el alma humana.

En los precisos instantes en que nada podía ser mejor, el teléfono chilló con su habitual imprudencia. Le dije a Fabián que se olvidara, pero él insistió en que tenía que ir al baño. Fue entonces cuando el bichito de la duda me picó. ¿Qué es eso tan secreto que tenía que ir a hablar a escondidas? Mmm… Si hubiese sido su señora pidiéndole explicaciones, la verdad es que me habría dado lo mismo. Pero NO. La verdad era peor, mucho peor.

El weon, quiero decir Fabián, nunca estuvo enamorado de mí. Ni siquiera me tuvo un poquito de ganas. Solo había accedido a intimar conmigo porque un tal “escritor” le había pagado por tener una relación conmigo. ¿Cómo accedió a eso? Porque era un ¡Gigoló!

Cuando abrió la puerta para salir del baño se dio cuenta de que lo había escuchado e intentó deshacerse en explicaciones. Pero yo no estaba dispuesta a seguir escuchando mentiras. Mi dignidad ya estaba bastante por debajo de la mierda. Expulse a mi príncipe chulo a patadas y después comencé a correr como loca por las escaleras, hasta llegar a conserjería.

Tenía que demostrarme a mí misma que sí era atractiva y que sí valía la pena como mujer. Así que contemple lujuriosamente al conserje. El nochero me preguntó por qué tenía ese aspecto. Yo le dije no tenía por qué importarle mi aspecto y que era demasiado sensual para él. Le hice saber que estaba a su plena disposición. Pero como el mamón no reaccionaba, no me quedó otra que lanzarme sobre su masculina anatomía. Cuando lo tenía entre mis brazos, acerque mi boca hacia la suya, lista para darle el mejor beso de su vida…

Pero el weón me empujó con violencia. No entendí lo que pasaba. Le pregunté si acaso no le atraía y el muy infeliz me respondió “Usted no me gusta. De hecho, me cargan las cuicas de su estilo, que piensan que solo porque uno es el conserje está dispuesto a recibirlas con las patas abiertas”. Pensé que no era nada especial contra mí, pero agregó “Bueno, una vez acepté con una inquilina del edificio que atendía. Pero solo porque era muy bonita”. Al entender que me rechazó solo por no encontrarme bonita, comprendí que todos los hombres son la misma mierda.

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