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Cultura

8 de Diciembre de 2014

El gran tabú de la sexualidad de los discapacitados

Cuando Norberto Butler era un adolescente solía citarse clandestinamente con su novia en uno de los cuartos de la escuela de Argentina donde estudiaba. Se veían allí para hacer lo mismo que muchos otros jóvenes de su edad. “Forzábamos la puerta y entrábamos, porque no había un solo lugar donde disfrutar de la intimidad”, dice. […]

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Cuando Norberto Butler era un adolescente solía citarse clandestinamente con su novia en uno de los cuartos de la escuela de Argentina donde estudiaba. Se veían allí para hacer lo mismo que muchos otros jóvenes de su edad. “Forzábamos la puerta y entrábamos, porque no había un solo lugar donde disfrutar de la intimidad”, dice.

Pero ahora, a sus 57 años, no está dispuesto a seguir viviendo su sexualidad a escondidas. Butler, un bonaerense amante de la literatura, ha pasado la mayor parte de su vida en un hospital, incluso aquellos años de descubrimiento de su sexualidad a escondidas: desde que la epidemia del virus de la poliomielitis de finales de los 50 lo dejó en cama.

Después de años de lucha personal y social logró que la casa-hospital donde vive le diera una habitación individual: un primer paso, explica, para que las personas con discapacidad puedan explorar el placer. “Conozco cientos de personas con discapacidad que no resuelven este tema (del sexo), que no tienen relaciones de ningún tipo”, le cuenta a BBC Mundo.

“Yo conozco la mortificación que sufren muchos, y este tema es una prioridad absoluta, porque se siente en el cuerpo el escozor por no poder canalizar esto, tener sexo con una chica”, dice.

Acompañante sexual
En Argentina, la sexualidad de las personas con discapacidad empieza -muy lentamente- a dejar de ser tabú y se convierte en objeto de debate en medios de comunicación y conferencias. Recientemente, durante un encuentro en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, especialistas, trabajadoras sexuales y activistas plantearon la regulación de la figura de la “acompañante sexual”, que de concretarse convertiría a Argentina en el primer país de América Latina en reconocer este trabajo.

“Se trata de una persona que, después de atravesar un proceso de capacitación, pueda acompañar a varones o mujeres con discapacidad, sexual, afectiva y eróticamente”, le explica a BBC Mundo Silvina Peirano, profesora en discapacidad mental y social y creadora de Sex Assistent, un servicio de formación de asistentes sexuales, asesoramiento y acompañamiento que nació hace años en Barcelona.

No se trata sólo de tener sexo con la persona que contrata el servicio. Las acompañantes también pueden asistir a parejas de discapacitados que quieren tener relaciones, por ejemplo acomodando sus cuerpos y facilitando el encuentro físico entre ellos o ayudándolos a colocarse un preservativo, por ejemplo. “Nosotros no decimos que todas las personas con discapacidad deban tener una asistencia sexual, pero sí que puede ser una opción enriquecedora y válida para algunas”, cuenta.

Se trata de un servicio pago con profesionales, aunque hay países donde la figura de la asistente sexual está regulada por el Estado y donde se considera como una terapia más, como ocurre en Suiza.

Reticentes
Quizás porque apenas se empieza a hablar en público sobre el tema en Argentina, todavía no ha habido críticas en voz alta al reconocimiento del acompañamiento sexual para discapacitados. Pero en otros países la idea fue recibida con reticencia por quienes están en contra del trabajo sexual, en general, o por los grupos religiosos que promueven la abstinencia.

Incluso ha recibido algunas críticas por parte de los propios discapacitados. Como Mik Scarlet, un reconocido autor británico que lleva años militando para romper el tabú de la sexualidad de los discapacitados en Reino Unido.

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