Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Cultura

16 de Diciembre de 2014

Columna: Muerte de un seductor

* Conocí al profesor Humberto Giannini Iñiguez hace treinta años, cuando regresé a Chile. Pero, según me contó entonces, él me había conocido tres décadas antes, gateando en la mesa de comedor de mis padres. Fue durante su brevísimo primer matrimonio con una prima de mi madre que, por su lado Hiriart, es prima de […]

M. E. Orellana Benado
M. E. Orellana Benado
Por

Humberto-Giannini
*

Conocí al profesor Humberto Giannini Iñiguez hace treinta años, cuando regresé a Chile. Pero, según me contó entonces, él me había conocido tres décadas antes, gateando en la mesa de comedor de mis padres. Fue durante su brevísimo primer matrimonio con una prima de mi madre que, por su lado Hiriart, es prima de la viuda de usted ya sabe quién. Cosas de la convivencia vallecentralina, el objeto de las reflexiones de mi “ex-tío”: el cruce de las conversaciones, las identidades y las historias. Aunque agnóstico en su juventud, en torno a la treintena comenzó su acercamiento al catolicismo romano, la fe en la que murió. Fue un ser humano cordial, de ojos chispeantes, hablar pausado y sonrisa fácil.

Me apoyó cuando, armado solo con una tesis doctoral sobre filosofía del humor, comencé a buscar una plaza universitaria en el país en el que no se movía una hoja sin que el dictador lo supiera. Renunciando de forma intempestiva en marzo de 1986, Humberto forzó mi contratación en una universidad estatal en la que él dictaba unos cursos de posgrado. En aquel tiempo, no se concursaba para ingresar a las universidades. El dedo de Pinochet designaba al rector, y el dedo del rector a los profesores. Era la “democracia protegida” que se perfeccionó con el plebiscito de 1989, luego del triunfo del “NO” en 1988.

Desde la Universidad de Chile, Giannini fue el principal “concesionario local” del existencialismo (él prefería decir “filosofía de la existencia”), tradición fundada por el danés Soren Kierkegaard (apellido que, traducido al castellano, quiere decir “cementerio”) y cuya figura más controvertida en el siglo pasado fue el filósofo alemán Martin Heildegger. Giannini integró el comité académico de la Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía y forjó también una alianza temprana con el Collège International de Philosophie.

Termino con una anécdota que, creo, lo retrata. Hace unos años, un colega evaluó de forma desfavorable un proyecto de investigación suyo. Le remitió una copia del informe. Y una carta, rogándole no interpretar el informe como una evaluación global de su obra filosófica, ni muchísimo menos de su persona. Giannini respondió: “Hace tiempo que estoy por escribirte. He sentido la necesidad de hacerlo, para excusarme muy SINCERAMENTE de la torpeza de BAJA CALIDAD con que respondía a tu carta… Me creí con el derecho a defenderme de tu juicio negativo. No lo tenía, en verdad. El tuyo fue un acto de nobleza. Y se encontró con la ceguera, la tonta vanidad mía. Te perjudiqué y hoy no sé qué hacer para reparar lo que en el fondo fue una traición a tu amistad. Te estimo y me duele perder una vieja amistad. Trata de perdonarme.” Con casi ochenta años y todas las distinciones que Chile otorga encima, reconocía un error y expresaba su voluntad de seguir conversando. Con casi todos.

*Autor de “Enriquecerse tampoco es gratis.
Educación, modernidad y mercado” (Usach 2013)
.

Notas relacionadas