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Opinión

22 de Diciembre de 2014

Columna: La derecha, juego de suma cero

Mirando las cosas con cariño, se puede decir que, para la derecha, este escenario es mucho mejor que el inicial. Bajar del pedestal casi sagrado con que partió la presidenta y su gobierno es un logro, aunque ello suceda más por autogoles que por iniciativas propias de la oposición. Mirando las cosas con perspectiva, es evidente que esto no es suficiente. Si todos caen, la derecha, que es más pequeña, nunca logrará acortar la diferencia con la Nueva Mayoría. Esto es, no se configurará como una alternativa real de poder.

Andrés Benítez
Andrés Benítez
Por

ERNESTO SILVA

*

Después de la gran derrota sufrida en la elección pasada, la derecha quedó no solo diezmada en su influencia parlamentaria, sino que también muy dividida, sin liderazgo y, lo peor, sin un ideario atractivo que ofrecer. Daba la impresión que el triunfo de Bachelet no solo significaba perder el poder político, sino también la batalla de las ideas. Se trataba de un escenario nuevo, porque si bien el sector solo anota un triunfo presidencial desde el regreso a la democracia, la noción de que la vieja Concertación gobernaba con las ideas de la derecha, fue siempre un premio de consuelo. Todo eso cambió con la Nueva Mayoría. Hoy, la derecha se siente amenazada y cuenta con menos armas que nunca para defender sus propuestas.

Frente a este negro panorama, el sector comenzó su trabajo de oposición apelando a la buena disposición del gobierno de llegar a acuerdos. Se trataba de una postura voluntarista, toda vez que el oficialismo no necesitaba de sus votos para nada. De ahí la famosa retroexcavadora. Pero, al poco tiempo, se abrió una nueva ventana. Una que no estaba en los planes de nadie. El oficialismo comenzó a cometer errores y las fisuras en la Nueva Mayoría aparecieron con mucha fuerza. Las reformas presentadas perdieron fuerza y apoyo entre la gente, al tiempo que la situación económica se deterioró con una velocidad impensada. El resultado fue una evidente caída en el apoyo a la presidenta y la aparición de una “nueva calle”, que da la impresión de no estar dispuesta a aceptar cambios que impliquen romper con la historia reciente de nuestro país.

Viendo todo esto, la derecha reaccionó con rapidez, pasando de una actitud defensiva a jugar al ataque. Con los contrincantes enredados en su propia cancha, se convirtieron en críticos de cuanta iniciativa se plantea. Y con la presidenta muy debilitaba en las encuestas, se lanzaron contra ella, a veces de manera brutal, como lo hizo Evelyn Matthei, cuando la sindicó como la responsable de todos los males que aquejan al país. Se puede discutir la forma, pero lo que dejó claro la ex candidata del sector, es que Bachelet ya no es intocable.

Esta estrategia de destrucción, de guerrilla, ha sido efectista, pero no efectiva. Es cierto, marcar los errores del gobierno ha tenido efecto en su desgaste, pero hasta ahora la derecha no ha podido capitalizar el descontento de la gente. En las encuestas, el sector está captando menos adhesión que la que tenía al comenzar esta administración, lo que refleja un claro castigo a su forma de ser oposición. Y su deterioro es mayor que el que tiene la propia presidenta. En suma, la rebelión de la derecha es hasta ahora un juego de suma cero. Nadie gana, todos pierden.

Mirando las cosas con cariño, se puede decir que, para la derecha, este escenario es mucho mejor que el inicial. Bajar del pedestal casi sagrado con que partió la presidenta y su gobierno es un logro, aunque ello suceda más por autogoles que por iniciativas propias de la oposición. Mirando las cosas con perspectiva, es evidente que esto no es suficiente. Si todos caen, la derecha, que es más pequeña, nunca logrará acortar la diferencia con la Nueva Mayoría. Esto es, no se configurará como una alternativa real de poder.

Cambiar lo anterior pasa al menos por tres cosas. Primero por conformar un relato, un set de ideas alternativas, que haga sentido a la gran mayoría que hoy se manifiesta descontenta. Esto debe partir de la base que la gente quiere cambios. Puede que no los que se están proponiendo, pero tampoco le interesa mantener el statu quo. Por ello, defender el modelo tal como ha operado no es una opción válida. No basta, entonces, con oponerse a las reformas del gobierno. Se requiere presentar contrarreformas que hagan sentido y que logren captar la atención de los electores.

Segundo, para que esto suceda, es fundamental presentarse como un bloque unido. Con diferencias, pero con un objetivo común. Hoy la derecha no tiene nada de Alianza y más bien parece una conjunción de partidos que tiene poco que ofrecer. Tercero, más temprano que tarde, deben confluir hacia un liderazgo común. Y ahora no hay una figura única –como lo fue Bachelet para la Nueva Mayoría-, entonces tienen que ir posicionando desde ya aquellas personas que pueden llegar a una primaria del sector.

Esto es lo contrario de lo que sucede ahora, donde el deporte favorito es matar a los potenciales candidatos, lo que es otro juego de suma cero. Es destruir, pero no construir nada.

Mientras estas tres cosas no sucedan –tener un proyecto propio, un sector unido, y una o más figuras que los represente-, la derecha seguirá siendo un espectador de lo que está sucediendo. Apostar sólo al deterioro del gobierno no ha significado que ganen algo. Por el contrario, las cifras hablan de que están desaprovechando la oportunidad impensada. Salir a conquistar a la gente es lo que corresponde ahora.

*Rector Universidad Adolfo Ibáñez

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