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Opinión

2 de Febrero de 2015

Pentaboys al borde de un ataque de nervios: Se acaba el lucro y la selección

* La casta de los Pentaboys, más allá de la coyuntura judicial del caso, viene a representar una especie de arquetipo chilensis, forjado a partir de las reformas estructurales de los ochenta. Y entendámoslo así. Un grupo de hombres y mujeres ultraconservadores en lo valórico y ultraliberales en lo económico, que con el alto auspicio […]

Tito Flores
Tito Flores
Por

pentacampeones
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La casta de los Pentaboys, más allá de la coyuntura judicial del caso, viene a representar una especie de arquetipo chilensis, forjado a partir de las reformas estructurales de los ochenta.
Y entendámoslo así. Un grupo de hombres y mujeres ultraconservadores en lo valórico y ultraliberales en lo económico, que con el alto auspicio de la fuerza dictatorial, impulsaron en descampado, un sistema basado en un darwinismo social sin escrúpulos, que ensalzó al mercado, la libre competencia y la libertad de elección hasta el paroxismo eficientista.

Se impuso así la brutal ley del más fuerte, legitimada por un entramado constitucional y jurídico que transformó en sagrados e intocables elementos que eran meras decisiones políticas. Y generó a la par, una guardia pretoriana intelectual y parlamentaria destinada a defender una vez terminado el régimen militar, toda aquella institucionalidad que no hacía más que salvaguardar la desigualdad de manera tan inteligente, que las diferencias abismales entre ricos y pobres terminaron siendo aceptadas culturalmente como una mera consecuencia de la falta de emprendimiento y de iniciativa de estos últimos, para integrarse al mercado y su “natural” ley de la oferta y la demanda. Cualquier explicación ligada a razones estructurales por lo tanto, quedó desterrada por ilegítima y sobreideologizada. Dios nos libre de tanto mal pensado.

Por todo aquello es que la aprobación del proyecto de ley que pone fin a la selección y al lucro en educación resulta tan mala noticia para los Pentaboys. Porque tal iniciativa viene a ser, después de décadas, una de las primeras medidas concretas, que busca desarticular el sistema construido por ellos mismos, al reemplazar al mercado por el Estado, y al privilegiar el interés general, por sobre los intereses particulares.

Y esta medida tiene una especial connotación por dos motivos. Por una parte, porque como tantas veces en la historia de Chile, es el resultado del emplazamiento que masivamente formulara un movimiento social, el de 2011, a través de sendas movilizaciones estudiantiles que demandaban poner fin a treinta años de segregación y apartheid educativo en los diferentes niveles de enseñanza. Por otra parte, es especial debido a que es precisamente la educación la arena de políticas públicas esencial en la que se juega la igualdad social. De allí su alto nivel de conflictividad. Porque en definitiva, es la calidad educativa garantizada por el Estado a todos los niños/as y jóvenes, independientemente de la capacidad de pago de sus familias, la que en buena medida permite asegurar niveles de cohesión e igualdad social. En esta materia no basta la buena voluntad ni menos la ilusoria libertad de elección entre colegio con jumper o con falda plisada, en la que estaban sumidos tantos padres , madres y apoderados/as. Porque la libertad de elección no es tal si las alternativas terminan conduciendo irremediablemente al mismo resultado que en muchos casos en Chile, no era otra cosa que la exclusión, a pesar del “descreme” o de las barreras a la entrada por razones familiares o de rendimiento académico.

Y si estas primeras medidas aprobadas por el Congreso en materia educacional son malas noticias para aquel grupo minoritario compuesto por los Pentaboys, lo más probable es que sean muy buenas nuevas para la inmensa mayoría del país. Porque insisto, se trata del primer paso para un nuevo pacto social y político democrático amplio e incluyente que apunte a la cohesión social, a la igualdad y a asegurar el desarrollo efectivo de tanto talento que hasta hoy terminaba mal aprovechado como consecuencia de un sistema educativo reproductor de un orden social injusto.

(*) Tito Flores Cáceres es Doctor en Gobierno y Administración Pública

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