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Opinión

9 de Abril de 2015

Editorial: ¿Y el nuevo gabinete, cuándo?

¿Tendrá la presidenta un comité político dedicado exclusivamente a administrar el lío de Caval, Penta y SQM? Pregunto, porque a sabiendas de que esta exhibición de contubernio entre dinero y política tiene para rato, y no sería extraño que se expandiera a nuevas empresas y boletas y candidatos beneficiados, se justificaría que así fuera, para que el resto pueda seguir adelante. ¿O el país entero girará en torno a esta farándula de recriminaciones hasta vengar la última factura? Ya no es posible, como antes, esconder la mugre bajo la alfombra.

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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EDITORIAL-589

Ya está instalado que el gobierno está turulato. Que la presidenta quedó nocaut después del derechazo que le pegó su hijo, el guatón Dávalos, uno de los tipos menos queridos de la patria. A un cierto punto, lo comencé a compadecer. Los derechistas le consideran un fresco de raja y los cercanos a su mamá, una desgracia viviente. Cualquier peatón se permite con él los epítetos más humillantes. El senador Navarro lo trata de “tontín” por la prensa. Yerko Puchento le llamó “Epidemia con aros”, y el nombre pegó tanto que ahora muchos le dicen así. Lo cierto es que su efecto fue contagioso. La presidenta quedó pálida, con el rostro entristecido, el habla temerosa y la risa enterrada. Mientras habla, pareciera que una culpa le trabara la boca. Intuyo que además está sola. No se ven grandes columnas en las que pudiera apoyarse. Sus cercanos en La Moneda funcionan más como hijos que como parejas, y para peor, están peleados todos con todos. En los precisos momentos en que cunde el desorden, y los políticos corren cada uno por su lado para salvar el pellejo, en el palacio de gobierno se da una secreta disputa por ver quién manda. Para la etapa que viene, es obvio que necesitará un ejército fuerte, con generales que llamen la atención sin necesidad de tener a “la jefa” cerca. Bachelet está apagada, y necesita luces que brillen solas para seguir adelante con su programa de reformas, el único camino que se me ocurre para no quedarse en el pantano de Soquimich y sus alrededores. De momento, el poder ejecutivo chapotea. La palabra “acuerdo” produce urticarias, máxima demostración de que las energías están desbocadas y falta un imán que las convoque. Ante la ausencia de una voz tranquilizadora, cunde la alharaca y el “sálvese quien pueda”. Solo se entiende estar en contra de un acuerdo cuando no se confía en los negociadores. De lo contrario sería absurdo que se le rechazara, porque un buen acuerdo es lo que busca cualquier democracia civilizada: uno en que los ricos no pesen más que los pobres y la ley sea la misma para todos. ¿Tendrá la presidenta un comité político dedicado exclusivamente a administrar el lío de Caval, Penta y SQM? Pregunto, porque a sabiendas de que esta exhibición de contubernio entre dinero y política tiene para rato, y no sería extraño que se expandiera a nuevas empresas y boletas y candidatos beneficiados, se justificaría que así fuera, para que el resto pueda seguir adelante. ¿O el país entero girará en torno a esta farándula de recriminaciones hasta vengar la última factura? Ya no es posible, como antes, esconder la mugre bajo la alfombra. Son demasiados los ojos vigilantes con capacidad de denunciar. A nosotros mismos, no hay ningún sentido de la responsabilidad que pudiera llevarnos a callar una noticia. Si estuviéramos en tiempos de guerra, quizás lo habría, pero aquí no estamos ni cerca de eso, aunque algunos quieran expandir el pánico como estrategia de control. Nada de qué escandalizarse: sabemos hace rato que la concentración del poder y la riqueza son la lacra de nuestra sociedad, de modo que no es raro que unas pocas empresas financien tanto a moros como a cristianos. El desfile recién comienza, y habrá que convivir con él hasta que la justicia y el gobierno pongan las cosas en su sitio. Lo que ahora es una montonera, debiera dar paso al discernimiento. Separar los coimeados de los estafadores, y los vendidos de los evasores. De momento, no es Bachelet el rostro para eso. Tampoco es el tiempo de los hijos –como demuestra Caval– sino de las buenas parejas. Lleva apenas un año de gobierno. Más allá de la escandalera, a mí me llena de curiosidad saber con quiénes se casará.

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