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Cultura

30 de Agosto de 2015

Autores de “La Frontera: Crónica de la Araucanía Rebelde”: “Se ha ridiculizado, en pos de la violencia, un proceso político que es mucho más potente”

Los autores del libro, ex editores de este pasquín, recorrieron el Wallmapu en busca de los actores más invisibles del denominado “conflicto mapuche”. Recorrieron museos y contrastaron sus propios prejuicios. “Los personajes abrieron su puerta para hablar de lo que no se ve desde Santiago”, dicen. Esto fue lo que encontraron.

Claudio Pizarro
Claudio Pizarro
Por

ANA RODRIGUEZ Y PABLO VERGARA
¿Cómo se fueron encontrando con el libro? Porque da la impresión de que las crónicas, más que una búsqueda, fueron una suerte de arribo…
A: El primer viaje fue a mediados de 2012, los hacíamos los fines de semana. Nos fuimos encontrando con la historia mapuche en el museo de Cañete. Ahí fue cuando uno contrasta la versión de lo que te enseñaron versus lo que no te enseñaron, la parte más oculta de la historia. Fue como ir descubriendo todo lo que uno se estaba perdiendo y como se iban cayendo todos los prejuicios que uno tenía.
P: El ejercicio fue cómo conseguir que el libro no fuera un libro del conflicto, sino un libro recorriendo esta zona y mostrando a los actores que después se ven desde Santiago.

¿Qué descubrieron en el camino? ¿Con qué personajes se encontraron?
P: Buena parte del libro es pasar por los museos, que son como las bibliotecas. Ahí está la memoria, qué es lo que nosotros creemos que somos. Al final los personajes abrieron su puerta para hablar de lo que no se ve desde Santiago. Desde allá se ve una masa: el fuego, el conflicto, pero no el contexto, no lo que ocurre, no las reflexiones que salen día a día, que son súper potentes.
A: El gran descubrimiento fueron los colonos, porque son actores que no habían entrado realmente al debate más que en las noticias de la crónica roja. “Llegaron los mapuches y nos quemaron las casas”, pero hay una parte de la historia que nos hemos perdido, que no se ha relatado. Ellos mismos se sienten como el jamón del sandwich dentro de este conflicto, porque quedaron atrapados entre el Estado, que los puso ahí, y el tema mapuche, que es con quienes conviven todos los días.

Ustedes hablan sobre la imagen que se ha construido de los mapuches y, a la vez, aquella que no se ha contado tan bien.
A: Se ha construido una imagen del pueblo mapuche que es lo que te enseñan en los colegios: el héroe épico, un poco pilucho y con el pelo largo, como el de La Araucana. Representan el tema de la pureza de la sangre, el hito fundacional, pero de ahí saltas a que en el siglo XIX no existe el pueblo mapuche, se invisibiliza totalmente y durante los ’90 hay un trabajo intenso de los mapuches, en que formaron asociaciones políticas, partidos, fueron diputados, y todo eso actualmente no existe.
P: Hay también un problema de cohesión y de identidad. Tú sabes que la gente de la cuarta región tiene ciertas características, que los de la tercera son de otra forma. Acá no tienes eso. Aquí tienes dos comunidades enfrentadas. Lo dice Jorge Pinto en el libro: cada vez que se hace un encuentro sobre la memoria regional, termina en pelea.

Al inicio del libro hacen un paralelo entre la vida de Celestino Córdoba y la causa mapuche para dar cuenta de como las generaciones van asimilando este tema desde el territorio. ¿Qué se encontraron en esas nuevas generaciones?
P: Es el cliché del desencuentro. La sociedad chilena se puso de acuerdo en algunos puntos mínimos sobre cosas tan traumáticas y criminales como fue la dictadura: hay un acuerdo de que eso no tiene justificación. En el Sur no hay un acuerdo sobre el pasado. El corte todavía está abierto. Muchos personajes hablan de su abuela o bisabuela, que recordaban la ocupación. La ocupación fue ayer y la contrarreforma agraria fue hace 30 minutos, si lo quieres ver en términos geológicos. El problema hoy día es que el Estado chileno le busca una solución penal a un conflicto que es social, histórico, político, institucional. Vas criando cuervos en todos lados.
A: Es gente que vive en un contexto muy violento. La gente en las comunidades nos decía que los jóvenes crecen al mismo tiempo que los eucaliptos de los fundos que le entregaron a las empresas forestales. Ellos mismos trabajan como obreros de esas empresas que están usurpando sus territorios. Por todos lados se genera un contexto de violencia muy tremendo, acrecentado por la pobreza que hay en la región.

Pero ese mismo contexto de que hablas tú, es lo que hace que los protagonistas de estas crónicas retomen su historia y la inserten en un proyecto de orientación más bien nacionalista.
A: No todos son nacionalistas. Desde los años 90 que organizaciones de intelectuales mapuches vienen pensando en propuestas de cómo enfrentar esto en el futuro, se tiene que acabar esta idea moderna del Estado como una nación. Ellos vienen haciendo propuestas serias de autodeterminación y autogobierno, y propuestas que incluyen a todos los integrantes de la región, no sólo a los mapuches. Se ha ridiculizado en pos de la violencia un proceso político que es mucho más potente que el que hemos vivido como chilenos.
P: Piensa tú que en los 90 a nosotros nos enseñaron en los liceos que no existían los mapuches. Pero tienen bandera, dirigentes, pensadores. La diferencia que nosotros vimos en el libro es que a la mayoría de la gente que entrevistamos, todos jóvenes, la pregunta obligada siempre era “oye, y ¿en qué momento te diste cuenta de que eras mapuche?”. Y todos te narraban: yo me metí a la universidad, estudié y de repente dije “esto es lo mío”. Es como el camino de Matías Catrileo, que de repente dice “soy mapuche”.

¿Una identidad reconquistada?
P: Exactamente, pero lo que yo creo que tú vas a empezar a ver ahora es que los chicos que nacen, ya vienen con eso.
A: De hecho ya empiezan a llamarse como mapuche, antes eso estaba extinto.
P: Hay una cosa de orgullo, de identidad que es súper fuerte.
A: De recuperación de la lengua.

Ustedes dicen en el prólogo que los mapuches son la gran revolución social que se viene, ¿por qué?
P: Es un gran desafío también: esto puede ser una cosa que enriquezca mucho la democracia o puede terminar en una tragedia. Creo que las exigencias que le plantea al Estado chileno son tremendas y la respuesta tendría que ser una cosa realmente revolucionaria. Decir: “vamos a reinventar Chile”.
A: Y también plantea un desafío para que el movimiento mapuche pase de ser un movimiento social a un movimiento político que pueda plantear proyectos, y que las dos partes estén a la altura de construir cosas nuevas.

Una de las preguntas que deslizan es si hay espacio para los rituales políticos. ¿Cuáles son los caminos o mecanismos? ¿El estado plurinacional?
P: Puede ser, una de las cosas interesantes que se plantea es que si se hiciera autonomía en la zona, ellos no serían mayoría. La solución va a ser mucho más compleja, es una cosa laberíntica, en términos del lenguaje y del idioma. Yo creo que falta madurez de la clase política chilena.

¿Los proyectos de diálogo, en qué están?
A: No están, se insiste en reducir. Se sigue hablando de que la gran solución es un ministerio de Pueblos Indígenas, que es una solución por lo bajo ochentera. Se sigue hablando de un Estado que tiene que reconocer a los pueblos indígenas dentro de la Constitución política. Hace muy pocos años se implementó el Convenio 169, está muy lenta la cosa. Bolivia ya es un estado plurinacional. En ese aspecto estamos muy atrasados.

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