Opinión
16 de Septiembre de 2015Columna: Fin de ciclo
* El llamado “súper ciclo” de altos precios del cobre ha llegado a su fin. En las últimas semanas su valor ha caído a 2,3 dólares por libra, exactamente la mitad de su máximo histórico alcanzado a principios del año 2011. Lamentablemente, si la economía mundial repite el curso de su evolución en el pasado, […]
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El llamado “súper ciclo” de altos precios del cobre ha llegado a su fin. En las últimas semanas su valor ha caído a 2,3 dólares por libra, exactamente la mitad de su máximo histórico alcanzado a principios del año 2011. Lamentablemente, si la economía mundial repite el curso de su evolución en el pasado, que de seguro no será igual pero probablemente tampoco será muy diferente esta vez, cabe esperar que el “súper ciclo” del precio del cobre siga oscilando hacia abajo, hasta caer sostenidamente por debajo de su promedio de largo plazo de dos dólares por libra en algún momento del próximo quinquenio. Luego debería continuar bajando hasta rozar sus mínimos históricos de un dólar por libra en el quinquenio siguiente, antes de recobrar su curso alcista de largo plazo.
El cobre no se mueve solo, puesto que los catorce principales recursos naturales encabezados por el petróleo y el gas, siguen casi la misma trayectoria de largo plazo. ¡Nadando todos contra de la corriente, moviéndose exactamente al revés de las economías desarrolladas! Los precios de aquellos se dispararon cuando estas atravesaron períodos de turbulencias y crisis secular en las décadas de 1970 y 2000. En cambio, los precios caen a piso cuando las economías desarrolladas se recuperan y alcanzan un auge en las décadas de 1980 y 1990, y ahora nuevamente, cuando inician por fin, aunque a tropezones, su recuperación secular tras la crisis iniciada el 2000.
Para entender este comportamiento contradictorio de sus precios, es necesario recordar el ABC de la economía de recursos naturales: su oferta está sujeta a restricciones y no puede ajustarse elásticamente a las constantes variaciones de la demanda, como sí ocurre con los productos y servicios industriales normales, por lo cual el precio de estos es determinado exclusivamente por la oferta, siendo igual al costo promedio de producción. El precio de las materias primas, en cambio, es determinado exclusivamente por la demanda y cambia todos los días, a cada minuto, a cada segundo y milésima de segundo. Su demanda tiene dos componentes: producción y especulación.
La evidencia antes señalada demuestra que lo que determina el precio de largo plazo de las materias primas es precisamente la componente especulativa, que más que compensa la baja en la demanda productiva durante los períodos de crisis secular y anula el crecimiento de esta durante las recuperaciones económicas seculares de los países desarrollados. Los capitales especulativos abundan por cierto durante los períodos de crisis, puesto que en tiempos como estos se reducen las oportunidades de inversión productiva en las economías desarrolladas.
¡Hic rodus, hic salta! Misterio develado, pero mala cosa para la economía chilena, que depende absolutamente del precio del metal y cuyo ritmo de crecimiento ha caído a la tercera parte desde el 2011, aunque todavía logra mantener una tasa nada despreciable de 2,4 por ciento por año. Lo único bueno de todo este asunto es que hará caer en cuenta a los chilenos que la economía no puede depender de las veleidades especulativas del cobre y su renta, sino que tiene que basarse en el valor agregado por el trabajo de los chilenos y chilenas aplicado a la producción competitiva de bienes y servicios que se vendan en el mercado.
Para eso es necesario dar un giro en la estrategia de desarrollo que solo puede encabezar el Estado, empujado desde abajo por la activa participación política de la ciudadanía, como ha venido sucediendo en Chile desde hace un siglo. La clave de la nueva estrategia es renacionalizar el cobre para terminar con la actual hegemonía rentista en la actual élite empresarial. Ésta sigue dominada por los “hijos de Pinochet”, quienes actualmente viven su ocaso político, económico y social tras su canto de cisne del último medio siglo, durante el cual recuperaron por mano ajena digitada desde el extranjero, pero esta vez sin la legitimidad de que gozaron sus antepasados, sino apoyados puramente en la fuerza, ejercida de modo brutal y luego en las secuelas de una transición interminable que está llegando a su fin.
Serán reemplazados por la nueva elite que ya existe, conformada por las decenas de miles de jóvenes empresarios medianos y pequeños, que a diario dan nacimiento y otras tantas ven fracasar emprendimientos de todo tipo y naturaleza, y que a ojos vista están transformando el país de abajo arriba y que florecerán en el nuevo ciclo que se inicia, liberados de la costra rentista y con el apoyo pleno de un nuevo desarrollismo Estatal.
*Economista del Centro de Estudios
Nacionales de Desarrollo
Alternativo, Cenda.