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Nacional

18 de Octubre de 2015

El manifiesto del Ministro Ottone: “No creo en Dios”

La máxima autoridad cultural del país, habla sobre su difícil retorno luego del exilio, de sus fracasos matrimoniales a cuestas y la ausencia de su padre durante la infancia.

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El nuevo Ministro de Cultura, Ernesto Ottone, se confesó en la sección Manifiesto de La Tercera. Su mujer se encarga de que se vista bien, de lo contrario, reconoce, sería un desastre. De hecho, cuenta, nunca había usado corbata y vestía ropa usada hasta antes de integrarse al gabinete de la Presidenta Bachelet. Habla del exilio, sus separaciones y visitas al psiquiatra. Es,además,un hombre liberal que defiende el derecho a formar familias homoparentales.

De perfil austero, el Ministro cuenta que ni casa propia tiene:”Hay cosas en las que no gasto y con las que no tengo vanidad. Un ejemplo de eso es que soy uno de los dos ministros que no tienen ninguna propiedad. No tengo casa, porque en la que vivo es de mi señora, y la que tuve con mi ex señora, se la dejé a ella. Lo único que tengo es un auto que sigo pagando. De hecho, el de mi señora tuvimos que venderlo para poder comprarme ropa para el cargo. Para mí, las cosas materiales no son importantes.

Carga con un carácter impulsivo que explica por sus raíces italianas y asegura que no tiene mucho pelo en la lengua. “Cuando algo me choca yo lo hago saber. Cuando joven recuerdo haber tenido arranques fuertes de tono y de forma. Lo que hacía era decir cosas que no me daba ni cuenta que decía, porque estaba en el calor de la discusión. Después yo no las recordaba, pero para la otra persona tenían importancia mis palabras y la hería. Por lo mismo, aprendí que hay que cuidar mucho la forma y lo que se dice, porque uno va dejando pequeñas huellas en otros con cosas que uno se pudo haber guardado perfectamente”.

El Ministro es hijo del sociólogo y asesor de Lagos, Ernesto Ottone, habla de su ausencia cuando era pequeño y revela que su madre era el soporte emocional: “Mi mamá siempre ha sido un soporte emocional. Con ella, pese a que nunca tuve rollos con mi papá, tuve una vida familiar muy rica. La ausencia de mi padre, en cambio, la entendí dentro de un contexto histórico. El se iba tres meses o había tiempos en que estaba desaparecido, pero cuando llegaba era fiesta. Nunca me resultó alguien ajeno, porque cuando uno es niño no se hace una lectura de la ausencia, porque en mi medio todos los papás de niños estaban haciendo política, entonces era normal que no estuviera. La cosa cambió: ahora que soy adulto, con mi papá somos uña y mugre”.

“Mi papá tuvo relación con el poder, no yo. El me inculcó dos cosas fundamentales: la república y la democracia. Dentro de eso, hay estructuras y uno las tiene que respetar. Para mí, los ex presidentes se respetan, sean del color que sean. Lo mismo con los senadores y diputados. Pero si me preguntan si es que yo me siento poderoso, diría que no. ¿Qué poder puede tener un ministro de Cultura en un país como Chile?”

“La separación de mis padres la tomé con madurez y extrañeza. Con mi hermana teníamos 17 y 18 años. Recuerdo que le dije a ella que se quedara con uno y yo con el otro. Fue difícil, porque mis papás, a diferencia de la gran mayoría de los exiliados, soportaron juntos todo lo vivido, y una vez que llegaron decidieron separarse. De grande comprendí que el amor se había acabado y no había más que hacer. Mi mamá optó por otro tipo de vida y mi papá la pudo rehacer. Más viejo, y porque me he separado dos veces, logré empatizar con esa decisión”, comentó sobre el quiebre de sus padres.

Ottone sostiene que Chile está muy atrasada en aceptar la diversidad sexual y comparte cómo está criando a su hijo en esta materia: “Tengo varios amigos franceses que son homosexuales, están emparejados y han adoptado niños. Para los niños no hay nada de extraño en eso. Por lo mismo, cuando hablo con mis niños soy cuidadoso de no imponerles un modelo de lo que uno espera. A mi hijo lo leseo con eso y le pregunto siempre con quién está y le digo que es sólo para saber, pero no parto de la base de preguntarle si es que es una niña o un niño. Esa es una opción de vida y, finalmente, hay una libertad absoluta respecto de las decisiones que él toma. Lo que sí puedo hacer como papá es acompañarlo, pero no forzarlo, porque sé que los resultados serían nefastos. En eso, lamentablemente, Chile está muy atrasado.

Exilio y separaciones

“Me costó volver a Chile después del exilio. Me fui cuando era muy niño y volví a los 18 sin hablar demasiado español. Usaba palabras antiguas que ya no se entendían acá, como “pulover” o “soquete”. Muchos se reían de mí por eso. Fue difícil llegar a vivir en una ciudad gris, donde la gente todavía andaba con miedo por las calles. Me costó acostumbrarme a los militares, al uniforme en el colegio, que me obligaran a cortarme el pelo y que no me dejaran usar aros. Fue tan chocante, que tuve mi proyecto de volver a Francia, pero se dio que me fue bien en la PAA, me puse a pololear y mis circunstancias familiares cambiaron. Sin imaginarlo, empecé a sentir que mis raíces estaban totalmente en Chile!.

“Después de mi última separación pensé que todo estaba perdido. En mi cabeza me había prometido no repetir la estridencia de la separación de mis padres, pero descubrí que en la vida uno no puede tener ese nivel de seguridad respecto de cosas que tienen que ver con los sentimientos de las personas. A raíz de esa experiencia fui por primera vez -y por cuatro meses- a un psiquiatra. Eso me ayudó a entender muchas cosas que no había visto sobre el proceso que vivía. Por suerte, hoy soy muy feliz con mi actual señora y nunca me he arrepentido ni un segundo de la decisión que tomé”.

“No creo en Dios. Tengo a mis hijas en un colegio católico, mi señora es muy católica, al igual que mi mamá, pero yo no creo. Nunca creí y nunca fue un tema. Quisiera creer que hay algo más, pero no puedo mentir: me es imposible. Pese a todo, respeto mucho todas las religiones. Cuando inscribí a las niñas en el Saint George’s lo dije abiertamente. Pero ellas rezan y soy muy respetuoso con eso. A veces las acompaño a asuntos de la iglesia, pero no me involucro más allá. Mis hijas, además, son bautizadas. El cura Fernando Montes, que es amigo de la familia, las bautizó. Tengo una relación con lo eclesiástico, pero por la sabiduría que tienen, no hay algo más allá de eso”.

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