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Opinión

16 de Diciembre de 2015

Fernando Trueba, cineasta español: “Ya es hora de que la izquierda se quite la mierda de encima”

En Valparaíso, donde participó del Festival Puerto de Ideas, conversamos con Fernando Trueba (60) sobre cineastas llorones y sobre el cine que te hace volar. Ganador de varios Goya y del Oscar a la mejor película extranjera con “Belle Époque” (1993), acá cuenta de qué se va a tratar la segunda parte de “La niña de tus ojos”, la película que consagró a Penélope Cruz. Y habla de política con ganas. Cree que Podemos es lo mejor que pudo pasarle a España y que la fotogenia del Che Guevara es de lo peor que pudo pasarle a Latinoamérica: “Si hubiera tenido una cara espantosa no habría hecho ni la mitad de ese daño”, asegura.

Daniel Hopenhayn
Daniel Hopenhayn
Por

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Semanas antes de venir a Chile, Fernando Trueba desató la ira de sus compatriotas al recibir el Premio Nacional de Cinematografía. “Nunca me he sentido español, ni cinco minutos de mi vida”, declaró en su discurso, y fue más lejos: “A mí, la palabra que más me gusta del diccionario es ‘nada’ y luego ‘desertor’. Siempre he pensado que en caso de guerra, iría con el enemigo. Qué pena que España ganara la Guerra de Independencia. Me hubiera gustado que ganara Francia”. El ministro de Cultura, que debía hablar a continuación, se guardó el discurso en el bolsillo para salir en defensa del orgullo de ser español. A Trueba le cayó medio país encima, desde columnas de historiadores a linchamientos virtuales. Treinta mil firmas juntó una campaña que buscaba impedir la entrega de otro premio anunciado para él en Valladolid.

Ahora en Valparaíso, mientras busca sin éxito las páginas internacionales del diario regional, reflexiona:

–Tengo la sensación de ser percibido como una persona seria, cosa que para mí es inexplicable.

¿Por qué?
–Porque no he hablado en serio nunca en mi vida. Ni siquiera en los momentos en que no hay más remedio que hablar en serio. Quizás por una especie de descreimiento, o porque somos tan insignificantes que el humor es la única manera de comprendernos un poco. Mi maestro que era Rafael Azcona, el guionista español, siempre decía: “No me fío de este tío: es serio”. Le preguntabas: “¿Has visto tal película?”, y decía “no, esa es seria”. Y él podía ser serio, le interesaban cosas serias, era un tío que nunca contaba un chiste. Pero de alguna forma encarnaba la ironía en todo. Te cuento esto porque he notado que el único momento en que soy serio es en las entrevistas, porque viene una persona y empieza a hacer unas preguntas… Pero la gente que me conoce no me ha visto serio nunca.

Decías en una entrevista…
–[Interrumpe] Esto es lo peor. Andy García me dijo una vez una cosa muy graciosa: “¿Has visto que ya nadie hace entrevistas? Ahora vienen a preguntar si lo que dijiste en las otras entrevistas era verdad”. Y yo pensé “joder, qué razón tiene este cabrón”. Llega alguien y te dice: “Usted dijo en alguna ocasión, en El Mundo, que España es un planeta de colores”. Y tú dices “bueno, no sé, estaba yo borracho aquella noche”. Siguiente pregunta: “Usted dijo que el matrimonio gay debería ser obligatorio para los heterosexuales”. “Bueno, sí, estábamos de broma ese día y tal…”. Sólo vienen con el dossier que hay de ti en Internet y te preguntan si es verdad que dijiste todo eso.

Es cierto, Internet te tienta a partir por lo ya dicho…
–Pero debería haber un debate periodístico sobre esto, pues lo que ya ha sido preguntado no debería volvérsele a preguntar a nadie nunca. Salvo si es por derecho de respuesta, para decir “oiga, lo que salió el otro día de que yo considero a Pinochet un sex symbol es mentira, yo no lo dije”, ¿sabes?

Bueno, te iba a comentar que en Youtube hay una conversación tuya con Josep Guardiola…
–¿Sabes que eso es un anuncio?

Sí, está hecho por un banco.
–Lo que pasa es que el creativo de publicidad de ese banco tuvo una idea bastante genial, que era reunir parejas en un set y ponerles a hablar en libertad, de lo que quieran. Estábamos hablando tranquilamente, muy bien.

Le decías a Guardiola que para ti es fundamental, como filosofía de trabajo, hacer la película que tienes que hacer y no la que soñabas hacer. ¿En qué momento distingues “soñé esto pero tengo que hacer esto otro”?
–Lo que yo creo es que no hay que obsesionarse con una especie de sueño que tienes en tu cabeza y que en realidad no existe, ahí todavía no hay nada. A veces la gente pierde demasiado tiempo pensando en esa idea, y luego siente, en el proceso de hacer la película, que se está apartando de aquel sueño y eso les produce una frustración enorme. Al final te hablan de su película como quien quería tener un hijo y tuvo una hija, o quería que fuera rubio y salió moreno. No: si vamos a tener un hijo, pues vamos a follar unas cuantas veces y el que salga, ese es nuestro hijo. La idea que tú tienes que tener de la película es de partida, no de llegada: desde dónde voy, con qué dirección, con qué elementos. E ir incorporando todo lo que puedas de la realidad, de tus colaboradores, de tus actores… No puedes trabajar en función de algo que no tienes, ni andar dando explicaciones a nadie: “Mira, te voy a poner las dos películas: primero ves la que he hecho y ahora ves la que quería hacer”. Eso es absurdo, sólo tienes una para poner. Entonces no seas un llorica, ni un soñador que se escuda en “ay, es que no tenía suficiente dinero, no tenía las semanas que yo quería, la quería hacer con Cary Grant pero al final la hice con Pepe Martínez”. Los sueños son muy bonitos, pero para acordarte de ellos en el desayuno. Para hacer novelas o películas tienes que trabajar la página, la frase, la historia, la estructura, los personajes y al final llegas a algo. Trabaja para eso.

¿Y no te cuesta sacrificar sueños en el camino?
–Es que no sacrificas, al contrario, disfrutas muchísimo más. Porque te concentras en lo que es real, en el material que sí tienes y eso es un auténtico disfrute. Lo otro es una especie de frustración estúpida, católica, adolescente, del niño al que le dijeron “tienes que ser bueno” y siente que no puede. “Ay, joder, si te explicara lo que yo quería hacer, si te lo pudiera proyectar una pantalla…”.

¿En qué etapa de la creación de una película es más fácil cagarla?
–Yo creo que la putada del cine es que la puedes cagar cada día. Pero si la cagas en el guión, puedes reescribir. Cuando la cagas en esa locura que es el rodaje es casi irremediable, porque es muy caro. Todo lo que hayas reflexionado en el guión, en la preparación de la película, en hacer el casting, ahí te lo juegas todo. Conviene que lo hayas pensado mucho antes.

¿Te sigue gustando todo ese trámite del rodaje?
–Me gusta mucho. Al principio no me gustaba. Cuando empecé, era penoso. Me angustiaba, sufría, me daba un miedo horrible rodar.

¿Miedo a qué?
–Sentía que todo iba a salir mal, que yo no iba a saberlo llevar… sufría, sufría mucho. De hecho la primera película me creó una úlcera y en cada película se me abría, durante años. El médico me enseñó todas las cicatrices. Era como estos asesinos que van con la pistola marcada con la gente que han matado. Yo tenía marcadas las películas en el esófago. Me costó 5 o 6 películas empezar a disfrutar.

CUANDO HITCHCOCK TE LLEVA
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Me decías antes que la inteligencia puede llegar a ser un estorbo.
–En el arte, creo que sí. Eso yo lo descubrí de niño, en mi propia carne. Porque yo quería ser pintor, estuve pintando incluso hasta los 17, 18 años. Pero descubrí una cosa: que mi cabeza iba muy por delante de mi mano.

¿En qué sentido?
–En el sentido de que mi formación teórica, histórica del arte… Como he tenido siempre una especie de vocación enciclopédica, me acuerdo de haber escrito a los 13 años la historia universal de la pintura. Me pasaba los días escribiendo la historia de la pintura, mis hermanas mayores se reían de mí. Era un niño y ya me había leído todos los manifiestos y me sabía todos los “ismos” de memoria… Pero el alma del pintor está en la mano: ni siquiera en el ojo, en la mano. Y cuando descubres que tu cabeza es mejor que tu mano, te das cuenta de que nunca serás un gran pintor. Es mejor que lo dejes. El pintor grande tiene el don pero a la vez tiene la artesanía, la técnica propia. No la que ha estudiado sino la que él, a partir de lo que estudió, ha desarrollado y lo hace ser él.

Herzog lleva años despotricando contra la academia y su manera intelectual de ver películas, que convierte cada plano en una pregunta filosófica sobre el cine como lenguaje. ¿Te identifica esa crítica?
–Yo soy una persona muy racional, me encanta leer ensayo, teoría, etc. Paso más tiempo leyendo filosofía, a lo mejor, que ficción. Pero si lo que quieres es reflexionar sobre una serie de temas, creo que es mejor que te dediques al ensayo, al pensamiento y no a las películas. Para mí las películas transmiten sensaciones, emociones, sentimientos. Y eso es algo que tiene un componente intuitivo muy grande y si lo haces de una manera excesivamente técnica, fabricada, se nota. Pongamos un ejemplo: Hitchcock. Es uno de los grandes genios del cine, ¿no? Uno de los innovadores visuales más grandes que ha habido, un inventor de lenguaje. ¿Por qué llega más lejos que otros directores, que a lo mejor eran intelectualmente más complejos? Porque elige este género llamado suspense, cuya finalidad número uno es generar sensaciones al espectador. Y las sensaciones no se provocan con teorías, ni con el guión: las provocas con el punto de vista, con el ángulo de la cámara, con crear una atmósfera en cada plano e irla perfeccionando. Eso hizo que Hitchcock, a través de ese género que en su día era considerado menor, llevara el arte del cine más lejos que la mayoría de los otros. Él era un hombre muy miedoso, muy tímido, muy frustrado con las mujeres, con su físico, con su acento cockney, estaba lleno de represiones y frustraciones. Y en el cine las sublimaba. Trufautt dijo que Hitchcock filmaba las escenas de crimen como si fueran de sexo y las de sexo como si fueran crímenes. Pero bueno, lo que quería decirte es que las peores películas de Hitchcock son cuando es demasiado mecánico, cuando lo ves demasiado en control y al ver la película estás viendo el mejor rodaje posible del storyboard, pero estás viendo el storyboard. Al mejor Hitchcock no le ves la mecánica: la historia te lleva. Pues eso lo podemos extrapolar al cine en general. Creo que el cine es grande cuando te hace volar. Para decirte que el racismo es malo ya hay libros, periódicos y documentales. Ya sabemos todos que el racismo es malo, ¿ahora tienes algo nuevo que contar, o una historia sobre eso que nos mueva a todos el corazón, las tripas y el cerebro de su sitio? Pues cuéntala ahí, si no déjalo. El cine cuenta historias, por eso me gusta.

A no pocos directores les daría vergüenza decir “yo hago cine para emocionar a la gente”. No te acompleja…
–¡No, es mi máxima aspiración!

Aunque eso, en principio, ponga a tu espectador al mismo nivel que el que se emociona con un melodrama tonto…

–Exacto, hay gente que se emociona con un dibujo pésimo de la virgen que hay en un calendario de una empresa de ópticas y otros se emocionan con “Las Meninas” de Velázquez. Pero no quiere decir que sean lo mismo. Ahí ya cada uno con su… con su educación, eso es un problema de educación.

¿Y qué te provoca, por ejemplo, un cine que está hecho para generar preguntas más que emociones, como podría ser el de Raúl Ruiz? ¿Te llega o te parece muy intelectual?
–Mira, me parece inteligente, pero de llegarme, llegarme, no me llega. Le respeto, creo que es un hombre de gran personalidad, original, con un sentido del humor muy especial, pero si tú crees que yo voy a llegar a mi casa corriendo a ponerme una película de Raúl Ruiz, pues no, sinceramente. No es mi tipo de cine. Pero le tengo mucho respeto a la gente que tiene una personalidad y un estilo propio.

Antes de hacer tu primera película, hacías crítica de cine en El País, hace más de 30 años. ¿Cómo crees que ha evolucionado la crítica hasta hoy?
–Creo que ya hace mucho, la crítica de cine fue fundamental y no sólo para el cine, sino que en los años 50 estuvo en vanguardia incluso de la crítica de arte. Y tuvo una influencia directa en el cambio de un cine antiguo, digamos, a uno moderno, lo que fueron las “nuevas olas” y todo eso. Ese fue el momento de oro de la crítica. A partir de ahí, lo que ha ido es hacia abajo.

¿Por qué?
–Porque los medios ya sólo hacen crítica porque ven que los demás medios también la hacen. No se atreven a quedar sin opinión sobre el último libro o película, pero no le dan ni tiempo ni espacio al tipo que tiene que escribir. Y el tipo acaba convertido en una especie de gacetillero que, además, debe escribir a toda velocidad para salir al otro día, ¿no? Por ejemplo, la revista que yo leo con pasión, la que devoro y no puedo vivir sin ella, es el New York Review of Books. ¿Por qué? Porque tiene artículos largos. Cuando escriben de una película –que no es lo habitual, escriben más de libros– se toman el tiempo de hablar de ella. Y además me gusta que no hablan de ella con criterios únicamente cinematográficos. Te puedes encontrar a un novelista hablándote de una película desde un punto de vista narrativo, histórico, lo que la película requiera. Eso me gusta. Para leer “la película es un fracaso y era mejor la anterior”, es que no tengo ningún interés.

GRINGOS EN ESPAÑA
Vas a hacer la segunda parte de “La niña de tus ojos”.
–Sí, estoy preparándola.

Los mismos personajes que en 1938 se fueron a hacer películas folclóricas españolas a la Alemania nazi, se encuentran 18 años después.
–Es como hizo Alejandro Dumas con “Los tres mosqueteros”, ¿no? La segunda parte se llama “Veinte años después”. Yo nunca pensé hacer una segunda parte de nada, pero con “La niña de tus ojos” me ocurrió algo muy especial: la gente no paraba de preguntarme qué le había pasado al personaje del director. “¿Pero le matan a Fontiveros, sí o no?”. “Sí, sí, uno de los nazis se lo carga”, decía para librarme. Pero un día, de la nada, pensé que Fontiveros no es más que un director de cine que se metió en un lío, así que matarle, no: le han metido a la cárcel. Y la putada, pienso, es que empieza la Segunda Guerra y le pilla a este pobre español en las cárceles alemanas. Y lo han mandado a los campos con los judíos, con los gitanos y ha muerto en los campos, probablemente… Qué inútil pensar lo que le ha pasado a un personaje de ficción, ¿no?

Y que más encima se muere…

–Exacto. Pero de repente dije no, no: ha sobrevivido. Y sin darme cuenta, empezó a nacer una historia dentro de mi cabeza: la vuelta de este hombre a España. Luego fui imaginando qué había ocurrido con los demás personajes de esta troupe de cine, y se me fueron juntando en la España de 1956, donde ahora van a rodar una película épica. Coincide que son 18 años después tanto en la ficción como en la realidad: para ellos que hacen su película y para nosotros que la hacemos sobre ellos.

¿Por qué hacen ahora una película épica?
–Porque es el momento en que empiezan a llegar americanos a rodar películas en España. Ocurre que Franco pacta con los americanos: les da bases militares y ellos a cambio acaban el bloqueo que le tenían a España y la ayudan a entrar en la ONU, con más de media ONU en contra. Y uno o dos años después, llegan Robert Rossen a rodar “Alejandro Magno”, Stanley Kramer a hacer “Orgullo y pasión”, son todas películas épicas. Luego llegará Samuel Bronston, que hace las películas con Nicholas Ray, Anthony Mann, todos esos, lo que en los 60 será la Era Bronston. Entre otras razones porque las multinacionales, como Franco no las dejaba sacar sus utilidades de España, empezaron a invertir en películas para sacar ese dinero a través del cine. Ese es el fondo histórico de la película.

Tus películas siempre tienen fondos históricos relevantes, pero para contar historias al margen, muy particulares.
–Sí, lo que quiero contar es la historia de estos personajes anónimos, o de ficción. Ahora bien, para los personajes siempre es interesante un buen contexto que los someta a situaciones, esto desde siempre. Si piensas en el “Rojo y negro” de Stendhal, en “La educación sentimental” de Flaubert, en casi todo Shakespeare, las grandes novelas siempre te contaban historias particulares sobre un trasfondo histórico que les viene muy bien para lo que quieran contar. Porque incluso si cuentas la historia de uno que va de veraneo y se enamora de una chica en la playa, esa seducción, el tipo de relación entre ese chico y esa chica, va a ser distinto si ocurre a principios del siglo XX, en el XXI o en los años 70 con los hippies y las drogas.

¿Y por qué siempre películas de época? ¿No te entusiasman estos tiempos?
–Me entusiasman. Lo que no me entusiasma es que, para rodar una película en la actualidad sin mentir, mis personajes tendrían que estar pulsando aparatos con un dedo casi todas las horas del día. Y prefiero quedarme en casa que ir a rodar la escena de cuando él le escribe por su móvil a su novia, o cuando está buscando en Google la dirección del restaurante.

LA FOTOGENIA DEL CHE
Así como te parece tonto hacer una película aferrándose a un sueño utópico, ¿piensas algo parecido sobre las utopías como inspiración para la política?
–Creo que me puedo inscribir como alguien con un pensamiento libertario y la utopía me interesa como sueño, pero no como proyecto real. Ya sabemos que han llevado a realidades terribles, ¿no? Creo que hay que pelear cosa por cosa, batalla por batalla. Cuando alguien te diga que está peleando por el advenimiento de la sociedad perfecta, échate a temblar, porque esa persona lo único que va a provocar es sufrimiento, incluso guiada por las mejores intenciones. Yo prefiero a la gente que lucha por el salario mínimo, por el salario máximo, por los derechos de las mujeres, por que la educación sea gratuita y no pueda ser mejor para el hijo del rico que para el hijo del pobre. Me gusta luchar por cosas concretas.

El Podemos español se había transformado en una niña bonita de la izquierda internacional: un partido armado desde las bases y con éxito electoral. Pero ha ido perdiendo ese carisma, por su propia inserción en la política real. ¿Qué futuro le ves?
–Yo creo que Podemos va a ser la sorpresa de las elecciones de diciembre y no lo creen ni ellos. Porque les ha venido la resaca del éxito. Bueno, primero que nada, les han atacado desde que aparecieron todos los medios de una manera injusta y unánime. Alguna vez con razón, pero creo que Podemos ha sido lo mejor que le ha pasado a la política española.

¿Por qué?
–Porque ha cambiado la forma de funcionar de los demás partidos. Podemos les ha metido una marcha a todos, ha sacudido la tierra bajo los pies del sistema. Todos han tenido que empezar a discutir “que si hacemos primarias, que si hablamos más con la gente”. Sin Podemos hubieran seguido todos apoltronados en la nada en la que estaban, cada uno interpretando su papel como personajes de la Comedia del Arte: yo soy el progre, yo soy el facha, se habían repartido los papeles y se turnaban. Podemos, además, acercó a una juventud despolitizada a la política y a la preocupación por la vida cotidiana, por nuestra ciudad. O sea que, con los defectos que tenga, es algo muy saludable. En cambio es muy sospechosa la cantidad de artículos que suscita en su contra, incluso de gente que yo respeto y me gusta leer, pero digo “joder, es el artículo 14 donde se mete con Podemos y no le he visto uno contra el PP”. ¿Por qué no criticas a los otros, cuya nocividad ya hemos probado? Hasta ahora nadie puede acusar a Podemos de habernos hecho nada malo. Yo también les critico muchas cosas, con las que además la derecha no para de darles. Siempre les preguntan por Venezuela, por Cuba, para que se definan…

Y tú, ¿qué les criticas?
–Lo que les criticaría, puestos a criticarles, es que ellos parece que son muy modernos, pero también tienen mucho de la izquierda más antigua. Y ese lado no me gusta. Creo que ya es hora de que la izquierda se quite la mierda de encima, y dejemos de estar hablando del Che Guevara y su puta madre. Ya vale, ya vale… La izquierda tiene que ser otra cosa.

Tienes un juicio muy negativo del Che.
–Sí, muy negativo. No me gustan los mesías, no me gustan los salvapatrias. No me gusta el que te quiere salvar incluso si tú no quieres ser salvado, porque se toma tan en serio a sí mismo que asume responsabilidades que no tiene. Pero pasa algo muy curioso, y ahí te das cuenta de la importancia de lo visual: la fotogenia del Che Guevara ha hecho un daño horrible. Si hubiera tenido una cara espantosa no habría hecho ni la mitad de ese daño. Pero aquella foto famosa que le hizo Frank Korda, a la que luego le recortaron la cara, creó un ícono. Cuando vas por el aeropuerto de La Habana, el Che Guevara es la Virgen de Lourdes, hay lo que quieras del Che para comprar. Creo que personajes así han hecho mucho daño, sobre todo en Latinoamérica. Han situado a la izquierda, por largo tiempo, en el lugar donde la derecha quería tenerla para poderla atacar. Yo estoy por una izquierda de la razón, la lucha armada me pareció siempre un disparate. Hay que vencer por el peso de los argumentos y por el apoyo de la gente. Esas son las únicas armas.

¿En España eres de los que dieron al PSOE por perdido, o todavía hay que salvarlo?
–Yo creo que sería buenísimo salvar al PSOE, pero no creo que ahora esté en vías de salvarse. Como mucho está intentando no desaparecer, mantener la posición. Pero lo veo sin una filosofía de lo que debe ser la izquierda en el siglo XXI. Quizás Podemos tampoco la tenga, o la tenga en parte, porque a la vez vienen demasiado de las consignas de aquellos grupos que se proclaman “anticapitalistas”. Y dices “grupos anticapitalistas”, Dios mío, qué viejo suena, qué pérdida de tiempo, sobre todo. Parece mentira que sean politólogos. Deberían estudiar más la esencia del ser humano…

¿Por qué?
–Porque si partimos desde la eterna pelea entre la naturaleza y la cultura –donde obviamente la cultura es lo que nos hace crecer, lo que nos salva ser pura animalidad–, el ser humano, por su parte de naturaleza, es capitalista. Si el capitalismo no es más que la avaricia enorme del ser humano, el ansia de poder y de dominio sobre el otro, y eso está metido en su ADN. Por eso acabó el Homo sapiens con el Neandertal, porque era más hijo de puta. Entonces es absurdo combatir eso como si fuera una ideología. Hay que domarlo, y para eso está la cultura, para hacer que el capitalismo use las reglas de la razón y no pueda oprimir ni abusar. Tenemos que someter al hijo de puta que tenemos dentro, educarlo, ¿pero pretender que le vas a erradicar de la especie porque hemos venido a luchar contra el capitalismo? Es Don Quijote contra los molinos de viento.

Hoy tendemos a vincular la ambición personal o el egoísmo con la hegemonía del neoliberalismo.
–Están en Caín y Abel.

Y si la izquierda quiere domar al capitalista innato, ¿qué quiere la derecha?
–Para mí la derecha no existe políticamente. No es más que una gente que tiene el poder en una sociedad y que en determinados momentos históricos no han tenido más remedio que jugar a que son demócratas, pero no tienen ninguna ideología más que la conservación de los privilegios y del poder fáctico. La que tiene ideología es la izquierda, en cuanto a que trae un programa de mejora de la sociedad. Los otros no tienen ningún programa, solo quieren “¡ggrrr, ggrrr, todo mío!”. Para eso se crean los partidos de derecha, y por eso siempre están tan bien financiados, porque sirven al que tiene. La izquierda siempre necesita un programa de financiación.

Lo hemos visto acá. Aunque un derechista te respondería que no lucha por conservar su poder, sino la libertad individual de todos.
–Es mentira. Lo que pasa es que la derecha, como se apropia de todo, se ha apropiado de la palabra liberal. Y los errores históricos de la izquierda les han dado argumentos.

La izquierda más crítica se va cambiando de modelo en Europa. Cuando le pareció que Podemos transaba, se pasó al Syriza griego, que luego también debió negociar, y ahora le pone fichas al nuevo presidente del Partido Laborista inglés…
–No me gusta el inglés este, Corbin. Tampoco es que me parezca muy mal. Quien me gusta en
Inglaterra es este chico que ha escrito “The Establishment”, Owen Jones. ¿Lo has leído?

No sé quién es.
–Joder, no te pierdas ese libro. Es un socialista pero muy del siglo XXI, mucho más que Corbin. Es un tío que debe tener 30 años y ha escrito un par de libros políticos acojonantes. Te recomiendo “The Establishment”, porque el primero es muy sobre la clase obrera inglesa, demasiado británico. Soy fan total de este tío, cada entrevista que leo de él me gusta más. Yo creo que esa es la esperanza. Como en otro campo Thomas Piketty, de cuya importancia en Estados Unidos no nos damos cuenta. Ha abierto debates que ahí no había. Y claro, Stiglitz, Krugman y los demás lo recibieron con los brazos abiertos, porque es un tipo que ha venido con las cifras en la mano. Y ahora en Inglaterra este Owen Jones es el único teórico que tiene peso político intelectual. Es un tipo súper majo, lo explica perfecto: “esto es la izquierda para mí, por aquí debería ir”.

¿Gana Rajoy el 20 de diciembre? ¿O no es seguro?
–A mí me gustaría que perdiera de una manera espectacular.

¿Tienes esperanza de que eso pase?
–Tengo lo último que se pierde.

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