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Opinión

7 de Febrero de 2016

El regreso del “hombre del cartel”: “Nadie puede adoctrinarme”

El cáncer que le detectaron en noviembre a sus 76 años no ha sido impedimento para seguir encarando a la clase política en las calles. Su última reaparición fue durante la formalización en el caso Caval frente al Juzgado de Garantía de Rancagua. Allí llegó a las 8.30 en punto en compañía de su característico cartel de plumavit, su clásico casco blanco de construción y un maletín en el que portaba los flyer de su próxima postulación a concejal. Bernardo Córdova Palma, “El hombre del cartel" , está de vuelta.

Belén Peña
Belén Peña
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el hombre del cartel ok

Nací en la provincia de Cautín. Mis padres eran agricultores y tiempo después de que fallecieron, me casé en Villa Alemana. Trabajé muchos años en construcción como jefe de obra. Recuerdo que en ese tiempo salió presidente Patricio Aylwin y lo apoyé. Creía en su promesa de que iba a llegar la alegría, pero cuando llegó al poder, el trabajo se echó a perder y me tuve que venir a la comuna de Olivar con mi esposa y cinco hijos. Vivíamos en una mediagua sin luz ni agua.

Después, alrededor del año 2003, se destapó el caso Coimas de Tombolini y viendo mis necesidades pensé: “Estos políticos corruptos, roban, se hacen millonarios y nos prometen una y otra cosa. Nos prometieron la alegría, pero las cosas nunca mejoraron”. Veía que nadie hacía algo y cómo los políticos estafaban, engañando a la gente, hice un cartel con plumavit y género, dibujé una caja de pandora y un baúl abierto con flechas que decían “se destapó la corrupción”. “Voy a salir”, me dije. Y salí solo.

Me ponía a la entrada de los tribunales y les gritaba a los políticos que eran unos sinvergüenzas. Ahí los periodistas empezaron a captar mi mensaje de indignación y me pusieron varios sobrenombres: el hombre del cartel, el llanero solitario y el quijote contra los vientos. A veces me pegaban carterazos en la espalda y para protegerme de los golpes quise llevar a mi perro a las manifestaciones, pero nunca supe dónde estaba la cadena para amarrarlo. Lo único que encontré para defenderme fue un casco de construcción, así que me lo puse.
Como soy un ciudadano informado sobre lo que hace la clase política, decidí salir a la calle a encararlos y funarlos. Al señor Tombolini lo perseguí mucho. Cada vez que lo citaban al juzgado, yo llegaba primero para ponerme en la entrada y gritarle. Lo seguía hasta el auto pero él no decía nada, se arrancaba no más. Hasta que un día le saqué los choros del canasto. Esa vez no se dignó a salir por la puerta principal y los periodistas me dijeron que iba a aparecer por el costado. Corrí con mi cartel hacia allá y, como siempre, lo seguí hasta el auto. Cuando abrió la puerta para subirse, sacó monedas de su bolsillo y me las empezó a tirar a la cara. Ahí le dejé caer el cartel de plumavit en su cabeza y se rompió. Me dio una patada pero como soy vivo, la esquivé. Después un hombre, que era un tremendo mastodonte, salió a defenderlo. Me dijo insolencias y que me fuera del lugar. Me retiré no más. Yo no digo insolencias.

Con el tiempo, los periodistas me contaron que Tombolini quería ponerse en la buena conmigo. Fui a su oficina en Santiago y me dijo “amigo Córdova, usted es una persona de edad y yo soy un cabro que me he sobrepasado con usted, así que perdóneme y hagamos las paces”. Le dije que sí, pero que leyera la biblia y no hiciera maldades.

También he estado en el Congreso apoyando a los profesores, en el caso Lavandero, la tragedia de Antuco y fui a darles ánimo a los 33 mineros a la mina San José. Estuve como cinco días en el campamento con las familias de los mineros. Me ofrecieron comida, cama, de todo. Fui a entregarles fuerza, espiritualidad y a rezar por ellos. Me acuerdo que un día la gente empezó a gritar y pregunté qué estaba pasando. Ahí me dijeron que los 33 estaban vivos porque se habían escuchado golpes desde abajo.
Después volví a Requínoa, donde vivo ahora, pero a los días viajé con mi señora a Copiapó. Estaban todos indignados porque la cápsula Fénix que rescató a los mineros estaba en Santiago, entonces me senté en la plaza con una mesita y como en tres días junté siete mil firmas para traerla de vuelta. Salí en varios diarios.

Nosotros vivimos de los gobernantes y de la política que ellos hacen para el pueblo. Si la hacen mal, sufrimos. Los políticos cada día ganan más y tienen su sueldo asegurado pero nosotros, los pobres, no. Recibo 85 lucas de pensión y, además, tengo un cáncer que me tiene mal y aún estoy esperando que me operen. Es un desastre.
En noviembre del año pasado empecé a hacerme exámenes, me hicieron una biopsia y detectaron un tumor. En el primer hospital al que fui, no había camas disponibles, así que retiré todos los papeles y me fui a una clínica. Me inscribieron en un programa para la tercera edad y no voy a tener que pagar ningún veinte. La semana pasada me dijeron que los anestesistas salieron de vacaciones, así que tendré que esperar hasta el 29 de febrero para que me operen.

Este año me quiero postular a concejal nuevamente, yo mismo estoy haciendo la propaganda. El 2004 me postulé por la comuna de Rancagua y saqué 581 votos, y el 2008 fui por la comuna de Requínoa y tuve 91. Tengo varias propuestas: la primera es hacer una farmacia y un supermercado ciudadano. También quiero que las juntas de vecinos tengan Internet y que los jóvenes puedan aprovechar esa oportunidad.
La religión tiene un rol importante en la política. Soy pastor evangélico y antes era misionero, visitaba iglesias y daba charlas. Incluso casé a mi hija. Mis hijos no están muy de acuerdo con lo que hago, pero siempre les digo que dejen que viva a mi modo mis últimos días. Ya les di educación y una profesión. Una de mis hijas no me admite en su departamento con carteles, así que cuando la voy a visitar, los hago en la calle.

Soy una persona que tiene libre albedrío y pensamiento. Nadie puede adoctrinarme. Puedo analizar las cosas desde diferentes perspectivas y sacar conclusiones. La verdad no la tiene una sola persona, estamos en su búsqueda constantemente. Como dijo alguien, uno en la vida tiene que plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. He plantado árboles, tuve hijos y estoy escribiendo un libro: “Corrupción de cuello y corbata”.

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